—Por favor —dije—, tú eres la experta. Haz lo que necesites. Creo que crece un poco, pero parece que está bastante excitada ahora mismo.
Los ojos de Jennifer se abrieron un poco más y su mano tomó la mía mientras se preparaba para darme una paliza.
Sin embargo, Ramer no tenía nada tan violento en mente. Humedeciéndose el pulgar con la lengua, metió la mano entre sus piernas y comenzó a frotar suavemente el clítoris de Jennifer en pequeños círculos. Las caderas de Jennifer se tensaron y su respiración se volvió un poco agitada, pero se mantuvo completamente quieta mientras Ramer se concentraba en rozar apenas la punta de su clítoris, que se abría paso entre su capuchón hasta quedar completamente libre: una diminuta protuberancia triangular de carne que brillaba bajo la capa de saliva y pa
