"Muy bien, caballeros", anunció Martin, enviando a regañadientes a Jennifer hacia mí, "esta es una oportunidad para hablar rápidamente con sus chicas y luego pasaremos a la segunda parte de nuestro día".
Los pechos de mi hija estaban cubiertos de un brillo lustroso; Martin era un entusiasta entre los entusiastas, y se deleitaba con desenfreno en el maravilloso trabajo de manipular chicas. Incapaz de borrar la enorme sonrisa de su rostro, había estado chupando vorazmente sus pezones, y había lamido y babeado por todo su pecho y garganta en su deleite. Ella reía y negaba con la cabeza mientras se acercaba a mí.
—¿Cómo estás, cariño? —pregunté, besándola con una sonrisa.
"¡Estoy genial, papi!", rió. "¡Es genial! Me alegra mucho poder experimentar tantos estilos diferentes y probar tantas c
