El cambio

1045 Palabras
Me acerqué a Mildred y me agaché para quedar casi a su misma altura. —¿Qué está pasando Mildred? Tú amas a Demian, yo no me puedo casar con él, no sería capaz de hacerte tan daño— Dije con ternura, amaba a mi hermana. Sin embargo, Mildred me empujó e hizo que cayera al suelo y luego se levantó de la cama. —Tengo que irme un tiempo del país, tendrás que casarte para que la familia obtenga el beneficio, pero después que yo regrese, me devolverás a quien debió ser mi esposo— Dijo cruelmente mientras se limpiaba las lágrimas. Me levanté del suelo, aún con más confusión, Mildred se había vuelto loca y no solo ella, si no mi padre y mi madrastra Bianca . —Pero ¿Qué les pasa?— Le pregunté con preocupación. Mi madrastra se levantó del borde de la cama y se paró frente a mí con una actitud desafiante. —Mira niña, tu hermana no podrá casarse, pero tú lo harás por ella, no tienes que saber más, lo único que te diré es que cuando ella regrese, tú le devolverás a su hombre, porque desde ahora te lo digo, Demian no es tuyo, es de Mildred— Me dijo de mala forma, su verdadero carácter conmigo siempre salía a relucir. Me acerco a mi padre y lo abrazo con ternura mientras mis ojos empiezan a llorar. —Padre esto es un error. —No lo es, ya tanto Demian como su familia están al tanto, ahora cámbiate y sonríe— Respondió con frialdad. Mi madrastra toma la mano de mi padrastro sin decir nada más, y salen de la habitación. Cuando la puerta se cierra, Mildred abre su clóset de ropa y saca un sencillo vestido blanco. —Póntelo, ni veras que irás desfilando una cola de vestido como el mío— Dijo. Me quedé viéndola como si no la conociera, ella realmente estaba hablando en serio. —¿Por qué no eres tú la que se va a casar? Siempre que sabes que alguien me interesa, te metes al medio, aunque me libras de esas liebres. —Hermanita, quería hermanita, pues resulta que estoy embarazada— Me confesa con una sonrisa siniestra. Me quedo asombrada y aumenta mi confusión. — Pero si estás embarazada, debes casarte con Demian— Le dije con desespero. Mildred empezó a quitarse el vestido de novias que llevaba puesto. —Azucena, no seas ilusa, este hijo no es de Demian. Me quedo anonadada, no podía creer que eso pudiera ser cierto. —¿Qué? ¿Te atreviste a engañarlo?— Le pregunto sin poder creerlo. Mildred sé empezó a reír, mientras se ponía una ropa normal. —Para Demian soy virgen, y quería que estuviéramos juntos en el matrimonio, pero este bebé lo complica todo, deberé irme por un tiempo pero luego regresaré— Finalmente dijo antes de salir de la habitación. La puerta de la habitación se cierre, me dejó caer en el borde de la cama, estoy anonadada, no lo puedo creer. Sin embargo, no pierdo tiempo y me visto de blanco, es un vestido sencillo, pero que con mi ingenio logró hacerle algunos cambios. Después de media hora, bajo las escaleras y ahí están esperándome con ansiedad. Mi padre me mira y camina hasta mí y me da un beso. —Estas hermosa, harás feliz a tu familia— Es lo que se le ocurre decir. —¡Gracias padre!. Todo sea por dinero ¿Verdad?. Mi padre no dice nada, su cara se vuelve dura y sus cejas se arrugan, toma la mano de Bianca y salen de la mansión. Mildred se acerca mirándome de arriba hacia abajo, no puede ni siquiera dejar de sonreír. —Al menos sirves para algo, pudiste modificar un poco ese horrible vestido blanco que te di. —Se cuales son tus intenciones, sé que solo deseas que sea la burla de todos. —Bien lo has dicho, pero bueno quiero decirte que ya me voy, y que ni se te ocurra mencionar algo sobre mi embarazo porque te juro que mi padre no te lo va a perdonar— Respondió en tono amenazante. Me quedo callada ante sus amenazas, veo como Mildred toma su maleta y antes de salir, se gira, deja las maletas y se para frente a mi. —Por cierto, creo que es bueno que finalmente sepas porque nuestra madre se fue— Dijo mientras envolvía uno de mis mechones del pelo en sus manos. Me puse ansiosa, verdaderamente quería saber qué había pasado con mi madre, ni siquiera recuerdo su rostro, lo olvidé por completo. —Si vas a hablar ya hazlo. —Nuestra madre se fue, porque resulta que tuvo una aventura con un hombre y de esa aventura naciste tu, así que no eres hija de mi padre, y si quieres que él te diga queriendo, vas a tener que complacerlo con este matrimonio— Finalmente dijo. Mildred se dio la vuelta y no esperó respuestas, me senté en el sofá, tratando de controlar mis lágrimas pero no pude hacerlo. Aquella confesión me hacía sentir desdichada, me desgarraba el alma, no era hija el hombre que por tantos años había cuidado de mi, pese a su interés económico. Después d e unos pocos minutos salí de la mansión, mi padre y mi madrastra me esperaban el auto. Entré en silencio, sentía quien no tenía nada que decir, pero no podía olvidar las palabras de Mildred. Definitivamente debía agradecerle a mi padre que me haya cuidado y sin dudarlo sería a través de mi boda. Después de unos veintes minutos, finalmente estábamos frente a la mansión Lennon, no podía controlar mis nervios, yo no era lo que Demian estaba esperando. —Entremos, ya deben estar esperándonos— Dijo mi padre mientras tomaba de la mano a mi madrastra. Los seguí sin mediar una sola palabra, traté de calmarme, pensé que respirar hondo y contar hasta tres me ayudaría. —Buenas tardes— Dijo mi padre al entrar. Habían unas cincuentas personas, miré q mi al rededor y no vi a Demian por ningún lado, solo pensaba que quizás se había arrepentido de casarse conmigo y no seguir el juego monetario de nuestros padres.
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