—Hoy estás muy callado Llul, ¿te pasa algo?
—Nada que no pueda resolver rubia, recuerda que yo siempre arreglo todo—contestó Llul en el momento que se dirigían a la pista de aterrizaje donde estaba el avión que los llevaría de vuelta a Estambul.
—Te lo he dicho muchas veces Llul, no eres de hierro, tienes derecho a quejarte, lamentarte y sobre todo a enamorarte, quiero que lo hagas de una buena chica y que dejes de buscar donde no debes.
—Él te encontró a ti donde no debía rubia y dais envidia, pero de la buena, ambos sabéis cuanto los estimo y a mi enano mucho más—Llul se refería al hijo que tenían Thairé y Markus
—Lo sabemos Llul, pero recuerda que yo fui la excepción, así que te ordenó buscar en otros rumbos.
—Para eso no hay tiempo rubia, debemos seguir encerrando a los malos en estos derroteros —refutó con burla, pero con una verdad como un templo.
Llevábamos tres días en Nueva york, cuando Markus no podía acompañar a Thairé; su mujer, porque el trabajo se lo impedía la acompañaba yo, era la unica persona a quien se la confiaba, la quería más que a su vida y la protegía de todo y de todos. Por el mundo donde nos desenvolvíamos y por la profesión de ella teníamos que ser precavidos, Markus y yo éramos oficial de inteligencia turca y Thairé era una famosa diseñadora de modas.
Su nombre había dado la vuelta al mundo, tenía su residencia en Estambul, pero viajaba constantemente, contaba con un personal de seguridad, pero cuando Markus o yo estábamos libres la acompañábamos. Markus lo hacía para protegerla, pero tambien para pasar más tiempo con ella. Yo lo hacía porque el me lo pedía y porque era mi familia, la unica que me lo había demostrado.
—Compañero—respondí a la bocina de mi teléfono.
—Según el plan de vuelo llegáis en unas diez horas—dijo Markus.
—Así es, estamos embarcando, no te preocupes, la rubia estará contigo en unas cuantas horas.
—Lo sé, tú me la traerás hermano, tres días es mucho tiempo para mí y Mark tambien los extraña a los dos—Mark era el hijo de ambos y mi debilidad, yo era su tío preferido, bueno, el único.
—Lo sabemos, en nada estamos ahí.
—¿Estás bien amigo? —preguntó Markus
—¿Tú tambien estás como tu mujer? soy el mismo cabrón de siempre, el mismo amigo de siempre, el mismo oficial de siempre.
—Me alegro—eso era todo, Markus y yo nos comunicábamos así, con pocas palabras y por teléfono más, aunque no estuviéramos en ninguna misión hablábamos lo justo.
Llegamos a Estambul al anochecer, nos pasamos volando casi todo el día, Thairé aprovechaba esas horas de tranquilidad para diseñar y seguir trabajando en sus proyectos. Era una visionaria, veía una oportunidad de crecimiento y trabajo donde otros no veían nada, había llegado tan alto que si quería podía dejar de trabajar, pero ninguno de los dos lo haría, ella amaba lo que hacía y Markus tambien, así que seguirían trabajando por una sociedad mejor unos cuantos años más.
Se la pasaban peleándome para que buscara una buena mujer y dejara de irme de putas, pero yo no les hacía caso, pensaba que enamorarse como lo hizo Markus de ella solo se daba una vez en la vida y ya ellos se me habían adelantado, por lo que cuidaba mi alma y me conformaba con las damas de compañía que al toque de una llamada te mandaban al hotel o a la ubicación que dieras. Esa era mi vida, trabajar y follar sin poner en riesgo un corazón que solo sabía que existía porque me mantenía con vida.
Unas horas después llegamos a Estambul, mi ciudad, una ciudad que intentábamos cada día que la delincuencia amainara, una ciudad que había llegado a su punto más álgido en cuanto al tráfico humano y de drogas. Todos los días había delincuencia, desaparición de niños para vender sus órganos, tráfico de heroína y cocaína al más alto nivel. La inteligencia turca tenía un arsenal de personas que, como Markus y yo nos transformábamos de oficiales de inteligencia a capos de la mafia, abogados corruptos e incluso médicos. Usábamos todas las estrategias posibles para erradicar la delincuencia; cosa muy difícil en un país que movía millones de euros de ese sector.
—La rubia está subiendo—siempre que traía a Thairé al ático le avisaba, él la esperaba en la puerta, no subía porque no sería bienvenido, tres días sin ella era mucho para él, ya imagináis lo que harían. Así que después de dejarla me fui a mi apartamento, era un ático parecido al de Markus, pero en otra zona. Con el dinero que habíamos ganado haciéndonos pasar por diferentes profesiones; entre ellas la de capo de la mafia turca nos permitía vivir cómodamente.
Cuando llegué a mi casa me entró esa sensación de soledad que últimamente se había adueñado de mi espacio. Antes no me sentía así, echaba la culpa a la edad, aunque no fuera tan viejo, pensaba que con treinta y cinco años ya lo era, había vivido demasiado en muy poco tiempo, había estado en peligro de muerte unas cuantas veces, me habían herido de balas, afortunadamente ninguna llevaba mi nombre.
Dejé mi equipaje en la entrada, fui al bar y me preparé una copa, me senté en el sofá con ella en las manos y me permití pensar en lo que pasó la noche anterior. Fue la primera vez que hice lo que hice, esa mujer se sentía tan sola, pedía a gritos compañía, pero no cualquier compañía, cuando nos miramos fue una sensación distinta, unica y especial.
Entré un dedo a la copa y luego me lo llevé a la boca, eso me recordó su boca, sus labios, sus besos y unas bragas que aún estaban en el bolsillo de mi chaqueta, las saqué, las olí y reviví todo de nuevo. En toda mi vida había sido la primera vez que tenía sexo con alguien sin intercambiar ni una palabra, ni siquiera con las putas, perdón… “damas de compañía” con ellas mantenía un contrato verbal, se encargaban de especificar tipo de sexo y el importe, por ejemplo; una mamada tenía un precio, si la metía otro, casi no había besos y si los había eran consensuados.
La noche anterior nada de eso pasó, fue un encuentro de dos personas, sin nombre, sin pasado, sin una tarjeta de visita para saber dónde buscar si se ofrecía de nuevo la oportunidad. Quizás jamás la vuelva a ver, así que me estaba extralimitando, pensando en ella, fueron unos minutos de placer y ya está, no había que buscar cinco patas cuando solo había cuatro, ella necesitaba compañía por un rato y yo tambien, así que ambos nos dimos mutuamente.
Así que sin venir a cuento y recordando la noche anterior empecé a tocar mi polla imaginando su boca allí y me derramé enseguida, pero por más esfuerzo que hice no me sentí como la noche anterior.
Terminé la copa y me fui a la habitación deshice la maleta y me duché para irme a la cama, mientras me duchaba seguía pensando en ella, obligaba a mi cerebro a pensar en otra cosa, como por ejemplo todo el trabajo que tenía al día siguiente, pero siempre volvía al mismo punto de partida. Era una mujer muy hermosa, su cuerpo era de infarto, al parecer se machacaba en un gimnasio porque para tener esos abdominales, pero lo que más llamó mi atención fueron sus ojos, pocas personas en el mundo tenía esos ojos, eran amarillo, buscando el color de la avellana, esa mujer era preciosa de pies a cabeza, era una edición que ya no hacían.
Tanto que no sabía cómo se había fijado en mí, no es que fuera poco agraciado, ni mucho menos, al contrario, era alto, la rubia decía que yo era muy grande, pero eso es porque ella era muy pequeña, tanto que Markus le llamaba pequeña, pero en realidad tengo la estatura adecuada, soy de buen comer, pero lo gasto en los entrenamientos a que nos someten a diario para estar en condiciones.
Soy el típico turco de ojos negros, piel canela y músculos en los sitios adecuados, pero delante de esa mujer soy mi más triste versión, así que la noche anterior la guardaré en un lugar de mi cerebro como uno de los mejores momentos vividos en la ciudad que nunca duerme.