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Descripción

Lissa; una chica americana, es la cantante más famosa del género pop. Vive para su carrera y para ello tiene que reinventarse en cada escenario y dejar salir su alter ego para convertirse en la voz musical de un público que enloquece con ella..

Lissa es música, es la reina del pop latino, es un icono, una edición limitada, pero para ello ha tenido que enfrentarse a situaciones y personas que no quieren que ella siga alcanzando el estrellato.

Llul Abdala, Oficial de inteligencia turca tiene que ingeniárselas para infiltrarse en una banda de pop latino, para ello debe viajar desde Estambul hasta América, pero no se esperaba que la cantante de la banda fuera la misma chica a quien le hizo el amor una noche que ambos pedían a gritos compañia.

Dos mundos, dos culturas, dos polos opuestos se juntan para enfrentarse o para amarse de la peor o mejor manera posible.

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Prólogo
—¿Estáis listos para seguir disfrutando de ella? —Siiiii—el estruendo de un si rabioso se escuchó en toda la explanada, había alrededor de cinco mil personas, la euforia superaba los límites. Guardó su rabia y su decepción y se vistió de luces, de acción, de algarabía, de frenesí. Se quedó detrás del backstage[1] ensayando su respiración, aprendiendo a controlarla, aprendiendo a que no se le notara como quemaba su alma, porque la que saldría en unos segundos no era ella, era su álter ego, el personaje que llevabas años construyendo y que defendería siempre, aun a costa de su felicidad. —¡Con todos vosotros la reina del pop latino, Larissa! —cuando escuchó su nombre se transformó, dejó atrás los problemas personales, dejó atrás la chica que se hizo de la nada, antes de salir se quedó mirando el background[2] por unos segundos. —Adelante Lissa, sal ahí y dalo todo como haces siempre—Larry su agente, siempre le daba un toque en la espalda ante de salir a cantar y esa noche lo necesitaba. Estaba lista para darlo todo en el escenario, porque esa era la persona que había decidido ser y por la que llevaba luchando toda la vida. Por más de dos horas los asistentes gritaron, bailaron, aclamaron su nombre, estaba en lo más alto. Hablar de Larissa, la reina del pop latino era hablar de palabras mayores, era un icono, una firma, un negocio que daba trabajo a muchas personas. —Repitan conmigo—pidió en medio del baile a un público completamente desbordado que tarareaba sus canciones y bailaba al ritmo de su música. —Dicen que soy…—dejó el estribillo en esa parte para que su público lo siguiera—. Una mujer de otro tiempo—completó un coro loco y enfebrecido. Ella siguió cantando, bailando, era una maquina en el escenario. Se despidió de su público y se dirigió a su camerino, estaba cansada pero feliz. Era el primer concierto de una gira que recorrería los principales estados de Nueva York. Esa noche había demostrado que estaba preparada física y emocionalmente para darlo todo, para seguir haciendo lo que le gustaba, la música era su vida, siempre lo había sido. —Nunca me decepcionas, eres una máquina, ahora me tengo que ir, el próximo estado nos espera y tengo que adelantarme con el equipo de montaje. —Lo sé, mañana te veo—despidió a Larry y se dirigió a su camerino En el camerino la esperaba Rodrigo, su novio, cuando lo miró a la cara sabía que tendrían una discusión, cada vez que se subía a un escenario discutían. En este disco había sacado toda su artillería que llevaba incluida un cambio de imagen más provocativo, más sexi y eso le molestaba. —Ahí fuera te veías como una fulana—dijo enseñándole la pantalla de su móvil con una captura de ella en acción. —Es mi música Rodrigo, es mi vida, llevo diciéndotelo muchas veces, que esa que sube al escenario es Larissa, la reina del pop, es mi… —Tu álter ego—completó él las palabras—. Se te olvida que las dos son una y que eres mi mujer y no voy a permitir… —¡Vete, déjame en paz j***r! —pidió Lissa enfadada. —¿Eso es lo que quieres? ¿Qué me vaya para seguir actuando como una furcia? —Es mi trabajo, es lo que me gusta, es para lo que me he preparado toda mi vida y tu no vas a estropear mis sueños. —¿Sueños? ¿Cuáles? ¿esos donde te comportas con más descaro que las putas que están en los burdeles? —Rodrigo gritaba encolerizado, la rabia que sentía de ver que su mujer no era solo suya y que tenía que compartirla con millones de personas lo carcomía por dentro. —Rodrigo…cuando haces esas comparaciones es poque tienes experiencias—ella se lo pensó mejor, bajó el tono y cambio de tema, pensó que si los dos estaban al mismo nivel no lograría nada —. Yo soy un personaje público, esta fue la vida que elegí desde que tuve el conocimiento para hacerlo, ellos me dan vida en mi carrera, pero tú me la das como mujer, no sé de qué manera explicártelo para que lo entiendas. —¿Me quieres decir que soy un imbécil, que no entiendo nada? después de todo lo que he hecho por ti. —¿Qué has hecho Rodrigo? de acuerdo; impulsaste mi carrera, pero yo he hecho el resto y ahora quieres echar a perder todo eso por unos celos irracionales de personas que no tienen un contacto físico conmigo, personas que les gusta mi música, que aman lo que soy. —¿Irracionales dices? irracional es tener que ver a mi mujer cada fin de semana encima de una tarima enseñándolo todo y comportándose como… —Ya no lo repitas más por favor—interrumpió ella —. De tanto decirlo me lo voy a creer. —Tenías que haber seguido como eras j***r! no sé por qué le hiciste caso a esos que dicen ser tus asesores para el cambio de imagen, ahora no te reconozco, creo que ya no quiero reconocerte, no eres el prototipo de mujer que busco. Yo quiero una mujer para mí, que sea yo el centro de su vida, que no tenga que compartirla con… —¡Para ya Rodrigo! lamento no ser el tipo de mujer que tu buscas. Lamento que no sea mi intención quedarme en una casa a cuidar cuatro paredes hasta que a mi pareja le dé la gana de regresar, esa no es, ni nunca seré yo, así que hasta aqui hemos llegado. —¡Te vas a arrepentir! esto no se queda así, a Rodrigo Vidal ninguna mujer lo deja y menos una como tú. —¡Fuera! —gritó la mujer llorando. Las palabras dolían, dolía el alma cuando la persona que una vez creíste que te acompañaría en el camino no dio la talla. Dolía ver como quería apagar su estrella, una que le había costado mucho tiempo y esfuerzo que brillara-una estrella que otros intentaban mantener encendida porque les convenia. Sus compañeros cuando escucharon los gritos entraron y se quedaron con ella hasta que Rodrigo abandonó la habitación. —Iros ya, estoy bien—mentira, no estaba bien, tenía ganas de romper cosas, ganas de cambiarse de piel, ganas de que la quisieran bien, porque querer de verdad no mata, ni te corta las alas, al contrario, crecen más grandes para echarlas a volar. Cuando las luces se apagaban y había que volver a la realidad volvía la tristeza, volvía la rabia y volvía la soledad de los hoteles. En ese momento era cuando en verdad necesitaba compañía, alguien que la quisiera y le quitara los miedos, esos que llegan sin avisar, pero Rodrigo no lo entendía y en vez de hacerle la vida fácil, se la complicaba cada vez más, así que la decisión estaba tomada, no había vuelta atrás. Se fue con su banda al hotel. Cuando estaba en su habitación no tenía sueño, así que bajó al bar a tomar algo, los músicos ya estaban en la cama, por lo que no molestó a nadie para que le acompañara. Iba por la segunda copa de Gin tonic cuando volteó la cabeza, sentía que tenía unos ojos clavados en su espalda. El hombre de ojos negros y mirada profunda no dejaba de mirarla, lo hacía tan fijamente que ella se sentía incomoda. Levantó su copa y mirándolo brindó antes de llevarla a su boca, él la imitó y ambos clavaron sus miradas por unos segundos. Lissa volvió a pedir otra copa cuando se le terminó la segunda, esa la tomo más de prisa, ya que quería regresar a su habitación antes de que los demás le echaran de menos y tres copas era el límite para ella. —¿Puedes agregar el importe a mi cuenta por favor? —No es necesario señorita, ya la cuenta ha sido pagada—no preguntó nada, sabía quién había pagado la cuenta, el hombre seguía mirándola, seguía allí sentado en su mesa, en ningun momento había hecho intentó de acercarse. Ella se levantó con el propósito de volver a su habitación, era una suite y en algunas ocasiones la compartía con más integrantes de la banda como era el caso. Cuando estaba en el ascensor y tocó el botón que la conducía a su planta, una pierna enfundada en un pantalón n***o con un zapato reluciente se introdujo evitando que el ascensor se pusiera en marcha. El hombre entró cuando las puertas se abrieron de nuevo, se quedó mirándola sin emitir ninguna palabra. Sus miradas se convirtieron en dos pares de ojos retadores, unos negros como la noche y otros color avellana, llenos de luz. El hombre del bar la miraba si despestañar, era como si quisiera beberla por medio de sus ojos. Se dieron cuenta de que el ascensor había llegado hasta el sexto piso cuando las puertas se abrieron, ambos salieron, pero aun seguían mirándose. Ella dejó de hacerlo para buscar la llave de su habitación, pero él seguía allí mirándola sin emitir ninguna palabra. El decidió sacar su llave, la introdujo dejando la puerta abierta, pero sin querer entrar, quizás ambos esperaban que uno de los dos entrara primero, pero el hombre al ver que no lo hacía se acercó a la puerta de ella y tocó su mano, Lissa al sentir su toque sintió como su cuerpo se estremeció por completo, él la miró de nuevo a los ojos, sin palabras la estaba invitando. La mano que tocaba su muñeca se enredó en sus dedos y la llevó a su habitación, no sin antes cerrar la de ella. En la habitación de él no se produjeron las primeras palabras, pero si las primeras emociones, esas que cuando se presentan no hacen falta las expresiones. El la miró más de cerca y fijamente buscando una aprobación, ella se la dio de la manera más natural, levantó su brazo, atrajo su cuello y lo besó. Hasta ese momento Lissa tenía una concepción diferente de un beso. Había besos que se daban en los labios para expresar amor, afecto, es parte vital de las relaciones sociales y afectivas, besos con lengua que eran los más usuales entre parejas que se amaban, pero en ese beso que se estaban dando había sensaciones y emociones muy difícil de describir. Se olvidaron de todo y la pasión los encontró y los avasalló. El empezó a quitarle la ropa, primero fue el vestido, luego el sujetador, para terminar con sus bragas en sus manos, después de llevarla a su cara se las guardó, ella al ver lo que hacía abrió los ojos mucho más. El se quedó mirando el cuerpo de la mujer al que solo le adornaba las botas altas que llevaba puestas, decidió no quitarlas, primero porque quitarlas llevaba tiempo y no lo tenía, segundo porque quería follarla con ellas puestas. La mujer tenía un cuerpo espectacular, duro por todas partes, si con ropa era una preciosidad, desnuda no tenía descripción. Él hombre iba de traje, por lo que se sacó los zapatos, luego el pantalón, ella se tardaba mucho quitándole la corbata, por lo que él la ayudó aflojando el nudo y sacándola por su cabeza, se quitó, la chaqueta y la camisa y sin dejar de mirarla llevó sus manos a su sexo. Cuando ella sintió el roce de su mano, quiso explotar, lo hacía tan delicadamente como lo hacía ella con su guitarra. Al tiempo que la masturbaba su otra mano acariciaba sus tetas y su lengua enredaba la de ella. Ambos se volvieron locos de deseo, había una cama en el centro de la habitación, pero no llegaron a ella, el hombre era muy grande y fuerte, así que la levantó dejándola caer en su enorme pene como si fuera la pieza de un puzle. Después de unos minutos bailando con ella en su cintura, caminó hasta el ventanal de la habitación de un sexto piso, la colocó de espalda y se introdujo desde atrás. Entraba y salía a la vez que veía las luces de una ciudad que nunca dormía, de una ciudad que algunos años atrás quisieron quitarle su esencia, pero no fue así, porque Nueva york estaba más viva que nunca y más esa noche donde dos desconocidos se encontraron se miraron e hicieron el amor. No se conocían, nunca se habían visto, pero una fuerza superior a ellos los juntó esa noche, quizás fue la soledad, la magia de la ciudad, o tal vez la puta vida que es muy corta para seguir haciendo cosas que no nos gustan, con personas que no nos aman, ni nos valoran, para forzar lazos que no funcionan. Se olvidaron de todo lo que no fuera ellos, se entregaron de tal manera que no había explicación, las palabras no existieron, pero los gemidos, las sensaciones y emociones estuvieron presentes, haciendo estragos en cada uno sin saberlo, porque para ella hacer el amor esa noche con un desconocido era impensable, ella no era así, pero había dejado que la pasión la guiara y la llevara a ser importante para alguien más que su público, aunque fuera por unos minutos. Él estaba en Nueva York de pasada, últimamente visitaba mucho la ciudad. Siempre que quería una mujer sabía dónde buscarla, era experto en hacerlo, pero esa noche esa mujer se le metió en sus neuronas en cuanto la vio en el bar del hotel, parecía un pez fuera del agua, se veía tan sola, tan delicada, pero a la vez fuerte y decidida y eso últimamente le atraía de las mujeres. Cuando el orgasmo los encontró terminaron jadeando, cansados y satisfechos. Cayeron desmadejados en la alfombra de la habitación, ella se levantó, se volvió a vestir y salió dejándolo sentado en la alfombra, en ningun momento hubo una despedida, un quién eres, como te llamas. Esa noche no hubo un encuentro normal, no fue una noche cualquiera, por lo que tampoco tenía por qué haber una despedida normal. [1] parte trasera del escenario y oculto al público, en el que los músicos se preparan para salir [2] fondo del escenario, en alusión a las telas, decorados, cicloramas,

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