Ha pasado una semana desde que regresé a la oficina. Al principio fue algo extraño, regresar siendo la novia del jefe. Sentía las miradas escrutadoras de los compañeros que me ponían nerviosa y más de una vez, quise regresarme a mi casa. Pero Alexander siempre me tranquilizaba. —Es que siento que me culpan de tu rompimiento con Miranda. —Anna, no tienes por qué sentirte así. Ya te he dicho mil veces, que mi relación con Miranda estaba mal desde mucho antes de conocerte —me tranquiliza con dulzura—. Además no le debes nada a ninguno de ellos, por lo tanto no tiene que importarte lo que piensen. Lo único que tiene que importarte es nuestra felicidad. Me da un beso en la frente y me abraza. —Ya no te preocupes por los demás, ¿sí? Levanta mi rostro y comienza a besarme. El beso empie

