CAMBIOS
Me veo al espejo y me acomodo la falda lápiz de tiro alto en color beige que he elegido. La verdad es que siento que me queda un poco apretada y hace que se pronuncien mis caderas. Pienso si mejor la cambio, pero veo el reloj y ya estoy un poco ajustada de tiempo, y quiero llegar temprano a la empresa.
La estiro un poco con las manos tratando de que no esté tan apretada, pero es imposible.
Luego acomodo bien la blusa color caramelo, sin mangas y de cuello alto, y encima me pongo la chaqueta a juego con la falda. Me doy una última mirada al espejo y me gusta mucho el resultado, a pesar de que me siento un poco incomoda por la forma en que mis caderas y mi trasero resaltan por la falda.
Me observo un momento y le sonrío a la mujer en el espejo. La verdad es que no me reconozco para nada. Luzco impecable y muy profesional para mi primer día de trabajo en esa empresa y es justo la impresión que quiero proyectar frente a todos, y sobre todo frente a él.
Pienso en la mujer que era antes y no se parece en nada a esta mujer que me sonríe a través del espejo. Y no hablo solo del físico, que ya de por sí es un cambio total. Me veo en el espejo y no me reconozco para nada.
Pero, también cambio mi personalidad. Esta mujer es tan sexi y tiene un aire de empoderamiento que parece que puede controlar todo lo que ocurra a su alrededor. Nada que ver con aquella mujer frágil, reservada y sumisa de antes.
De aquella mujer ingenua, que se dejó envolver en un montón de mentiras cuando le prometieron amor, ya queda muy poco.
Agarro el bolso y el teléfono y salgo de mi departamento hacia el estacionamiento del edificio. Observo mi Mercedes Benz clase G color n***o, pensando con desanimo en que tengo que conseguir un auto más acorde para ir a la oficina, porque este no parece el de una Directora Ejecutiva.
Me subo en él con algo de problema, ya que la falda y los tacones stiletto son demasiado incómodos para mi amada camioneta. Coloco el bolso en el asiento del pasajero, me abrocho el cinturón de seguridad, ajusto el retrovisor, enciendo el auto y el GPS y salgo del estacionamiento con rumbo hacia el edificio de oficinas.
Mientras conduzco pienso en todas las cosas que quiero hacer, en todas las posibilidades que hay delante de mi camino hacia mi objetivo final.
Pienso en todo lo que pasó y me condujo hasta este momento. Siento un poco de amargura recordando todo.
Ese horrible día cuando desperté en el hospital y Roddy, mi ex esposo, me confesó aquello terrible que hizo. Que ella le pidió que hiciera, si quería que siguiera junto a él.
Aunque ha pasado un tiempo considerable, no he podido lograr superar el engaño y todo lo que me hizo sufrir... Y sobre todo perder. No encuentro la forma en que mi herida se sane y por eso decidí hacer esto.
Quizá de esta manera pueda encontrar la forma de superarlo y tener paz en mi corazón. Quizá esté loca. Quizá solo sea humana y esté errando con mis actos. Pero me es sumamente imposible dejar ir el rencor y la rabia que me atormentan día a día.
Dios sabe que he intentado olvidarlo, me fui de viaje por un tiempo, tomé terapias y nada. Para lo único que me ayudaron esas cosas fue para salir de la depresión en la que había caído y quitar de mi mente las ganas que tenía de acabar con mi vida, para poder dejar de sufrir.
Pero desde que la tristeza abandonó mi cabeza, se han apoderado de mí el rencor y la ira, mi corazón se ha llenado de deseos de venganza, contra Roddy y contra esa mujer.
Por lo menos Roddy pagó parte de su maldad con el año y medio que estuvo en la cárcel. Pero a mí eso me parece muy poco. No es suficiente castigo. Además, la encubrió a ella. Su amor por ella hizo que jamás la delatara en el juicio que se llevó a cabo. Él asumió toda la culpa y por eso ella ha estado impune hasta ahora.
Así que la única cosa que me queda por hacer, es esto. Hacer pagar a esa mujer todo el daño que me hizo.
Siento la ira florecer dentro de mí nuevamente, con todos esos recuerdos. Pero en eso diviso el reluciente edificio de concreto y acero donde queda Thompson Group, y siento que el corazón me da un vuelco.
Mientras avanzo hacia el edificio, la ira se empieza a transformar en otra cosa. El estómago se me hace un nudo y la respiración se me agita un poco.
Entro al estacionamiento subterráneo del edificio y siento que los nervios me empiezan a jugar en contra. Tranquilízate Anna, me digo a mí misma para mis adentros.
Suspiro y sujeto fuerte el volante mientras busco un lugar para estacionarme. Encuentro un lugar cerca del ascensor, me estaciono y me bajo del auto trastabillando por los stilettos, y por los nervios que me empiezan a jugar en contra. Me acomodo la falda y la chaqueta, inspiro a profundidad y recuerdo el motivo por el que estoy ahí.
Todos los signos de nervios desaparecen al instante y la ira vuelve a fluir. Con paso seguro camino hacia el ascensor que da a las oficinas administrativas y marco en los botones el número del piso al que debo dirigirme.