—A este paso tendré que comprarte ropa nueva —me dice, mientras extiende entre sus manos la blusa hecha añicos. —Creo que puedo quedarme con esta camisa en pago. Recostada de lado sobre la alfombra, y con la cabeza apoyada en la mano, volteo a ver mi cuerpo vestido con la camisa que él andaba puesta. —Creo que a mí me queda mucho mejor que a ti. Ladea una sonrisa divertida. Y me observa detenidamente. —En tu defensa diré, que a ti todo te luce bien. Pero si me preguntas, te diré una y mil veces, que prefiero tu cuerpo desnudo sobre el mío. Tomo uno de los rollitos de sushi, de los contenedores de comida que hay esparcidos en el suelo, y se lo doy en la boca. —Es usted un poco pervertido, Licenciado Thompson. —Es lo que usted provoca en mí, Licenciada Kalthoff –responde, al

