Capítulo 6

1372 Palabras
O L I V I A Han pasado seis largos meses desde que estoy aquí, encerrada en la réplica de Hogwarts. He pasado todo ese tiempo encerrada en esta enorme casa y aún me pierdo para ir a mi cuarto o al baño. También son seis meses de estar buscando alguna información que dé con James Mallow, aún no encuentro, parece como si la tierra se lo hubiera tragado, pero lo haré. Siento la decepción de Freya aumentar cada día, odio esa sensación. Mi vientre ha crecido mucho, y aunque las náuseas matutinas estas matándome, por lo que me ha dicho el médico personal de la familia Hayes que viene a revisarme cada mes, todo está en orden con él o ella. Las cosas con Sebastian no han cambiado; son muy pocas las veces que hablamos y si lo hacemos, es para pelear. ¿La razón? Él no me deja salir de aquí, no le importó nuestro trato. Siento que me volveré loca si sigo aquí encerrada. —Olivia. ¡Olivia! —el grito de Sebastian me hace salir de mis pensamientos. —¿Qué demonios quieres? —gruño con molestia, a la vez que me oculto debajo de la sábana hasta que este me la quita. Es por eso que apoyo mi espalda en el respaldo de la cama, mirándolo mal. —Ya levántate, es hora de desayunar. —anuncia antes de salir del cuarto. Al escuchar que cierra la puerta, me permito suspirar y me decido a levantarme. —Tu padre en verdad es una molestia, espero que lo único que saques de él sean sus ojos. —le hablo a mi bebé. Siempre que le hablo recibo una patada como respuesta —esta vez no fue la excepción—. Cuando Sebastian lo hizo, aunque pasó sólo una vez, empezó a patear como loco y me quejé mucho con él por eso. Terminó en una pelea, obviamente, y no volvió a intentar hablarle al bebé, pero varias veces lo he atrapado con su vista fija en mi vientre, lo que me parece algo extraño. Hago mis necesidades, me cambio y bajo, dirigiéndome al comedor. El pelinegro y el castaño se encuentran ahí, charlando mientras comen. Dylan me saluda amablemente, pero solo me siento y lo saludo sin muchos ánimos, empezando a comer en silencio, ya que no tengo ánimos de empezar una conversación. Mi humor en las mañanas nunca ha sido bueno, mucho menos ahora que me tienen encerrada en una jaula de oro: tengo todo lo que, según Sebastian, necesito y más. Sin embargo, de lo que él parece no darse cuenta es que lo que realmente necesito es salir, ser libre nuevamente. —Olivia, hoy llegarán unas chicas a las cuales no les debes hablar. Mantente alejada de ellas, ¿entiendes? —me ordena el ojiazul fríamente. Frunzo el ceño. —¿Y qué si hablo con ellas? —recibo una mala mirada de su parte—. Oye, llevo seis meses encerrada aquí, con lo único que puedo hablar es una pared o el bebé, que no puede responderme. Mi mejor amiga está muerta y las sirvientas no pueden hablarme porque tú se los ordenaste. —Sólo te estoy pidiendo una cosa. —reprocha. Dylan solo se mantiene callado como cada vez que peleamos y sigue comiendo. —No es verdad, no estás pidiéndomelo, me lo estás ordenando. —contraataco. Rueda los ojos y sonrío victoriosa, sé lo que significa. —Está bien, puedes hablar con ellas, pero no les menciones nada sobre mí. —Tú no eres el centro de mi vida, Sebastian. —le recuerdo antes de levantarme y regreso a mi cuarto. Debería hacer más ejercicio, me canso demasiado rápido cada vez que debo subir las escaleras, aunque también se debe al gran vientre que cargo. Cada día me es inevitable pensar en mi venganza. ¿Qué podría hacer? Quiero herir al que le hizo esto, hacer que él sienta exactamente el mismo dolor que yo sentí cuando vi a Frey con una mancha roja saliendo de su cabeza. Las lágrimas volvieron a caer, siempre que la recuerdo lloro. Bueno, fueron quince años de amistad; la conozco desde que tenía cinco años, aún recuerdo ese día. Yo estaba llorando con un osito de peluche en mis manos y un corte en mi frente, por estar jugando con algunos niños me caí. Ella se acercó preocupada y me puso una bandita. Siempre me decía que todo estaría bien con una gran sonrisa en el rostro, aunque ambas sabíamos que nada lo estaría. Freya era apenas un años mayor que yo, aun así me trataba como si fuera su hermana menor o a veces hasta como su propia hija. Me lavo la cara antes de salir de mi cuarto y dirigirme a la cocina. Esto del embarazo me da antojos algo extraños, pero luego toda esa comida termina en el inodoro. Sabía que era algo completamente normal, aunque no es como si me gustara. Me siento en las escaleras y miro fijamente la puerta; fácilmente podría abrir la puerta e irme, hasta lo intenté una vez solo para salir al jardín, pero hay guardias afuera de la casa vigilando las 24 horas por cualquier cosa que pueda ocurrir y me atraparon. Soy literalmente una prisionera sin poder hacer nada al respecto porque de Sebastian dependía tanto mi futuro como el de mi bebé. Unos minutos después aparecen unos hombres que me dan miedo por sus tétricas expresiones, además de que me llevan más de media cabeza y eso les hacía parecer gigantes a comparación de mí a pesar de que no soy tan pequeña, aunque les ganaba por un vientre. Detrás de ellos habían quince chicas con cadenas en las manos aparecen en mi campo de visión; todas parecen aterradas, mirando hacia todos lados, algunas hasta llorando. —¿Sólo esto consiguieron? —aparece Sebastian, bajando la escaleras con el ceño fruncido. Cuando pasa a mi lado se detiene y me extiende la mano, la acepto para poder pararme. Tengo una idea de lo que está pasando, rezo mentalmente porque no sea verdad, porque esté exagerando y Sebastian no esté metido también en este negocio. Con el de las drogas apenas podía soportarlo. —U-usted nos o-ordenó que solo tra-trajeramos quince por lo que pasó la última vez, señor. —contesta uno de los hombres con miedo, para luego aclarar su garganta. Alzó una ceja tratando de contener una carcajada al escuchar su voz temblar por un chico que es la mitad de su tamaño. Las apariencias realmente engañan. —Cierto. —le da la razón el contrario. Oigo al mismo hombre suspirar aliviado—. Ya saben qué hacer con ellas. Las registraremos después por edad y peso, recuerden que el precio de cada una dependerá de esos factores. Todos asienten y les ordenan a las chicas que caminen, estas obedecen con miedo. Puedo notar la mirada de Dylan, quien había llegado hace apenas unos segundos, sobre una de ellas; parece preocupado. Me acerco a Sebastian con el ceño fruncido. —¿Qué demonios hacen esas chicas aquí? —cuestiono confundida con los brazos cruzados sobre mi vientre. —Cariño, te presento la trata de blancas. —una sonrisa aparece en su rostro y abro la boca con sorpresa. Ninguna palabra sale, por primera vez ha conseguido dejarme muda. ¿En qué demonios me metí? O mejor dicho, ¿con quién demonios me metí? Sabía lo que era la trata de blancas, aparecía en las noticias casi todo el tiempo la desaparición de muchas chicas, pero no creí que el padre de mi hijo se metiera en esos asuntos. ¡Maldición! Aunque ahora que lo pienso, ¿por qué Dylan parecía preocupado por esa chica? Y entonces me di cuenta de que ese chico dulce guardaba un secreto. ♡ ¡Hola, mafiosxs! ¿Cómo están? Espero que muy bien. Quería pasar a decirles que he leído los comentarios acerca de la redacción de los capítulos e informarles que realmente no estaban escritos así originalmente. Lo sucedido fue que al pasarlos aquí fueron "traducidos al español" automáticamente por esta aplicación, pero no se preocupen que ya estoy corrigiéndolo. Ojalá tengan un lindo día, adiós
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