Capítulo 7

1166 Palabras
N A R R A D O R O M N I S C I E N T E Una joven subía unas escaleras, bastante perdida por la extensa mansión de la que era dueño el tipo que había encargado su secuestro. Un guardia la estaba escoltando al baño tras haberle dado un pequeño "pago" que solo terminó con lo poco de dignidad que le quedaba. Sin embargo, lo valdría cuando obtuviera su libertad, sin importarle nada las chicas que se encontraban durmiendo en el sótano. —Aquí es. Hazlo rápido, se suponía que no debía dejar salir a ninguna de ustedes. —susurró bajo el hombre cuando se detuvieron frente a una puerta blanca. La chica volteó con una sonrisa tétrica y lo tomó del cuello con suavidad, para después apretarlo con fuerza con ambas manos mientras sus ojos estaban saltones con una expresión que la hizo soltar una risa suave pero maliciosa. Fueron unos largos minutos hasta que finalmente dejó de resistirse y cuando su cuerpo pesó demasiado lo colocó sin cuidado dentro del baño. Comenzó a divagar casi de puntitas de pie por todo el corredor, entró con cuidado en una de las habitaciones y se encontró a la esposa de Sebastian Hayes durmiendo pacíficamente sobre la cama. Debía admitir que la envidiaba mucho, desde su belleza natural hasta la suerte que había tenido por atrapar a uno de los hombres más ricos del país. Esa chica podía tenerlo todo solo con pedirlo, o al menos eso era lo que ella pensaba. Alzó una ceja al ver el celular de la chica sobre la mesita de noche, el cual con cuidado tomó y salió de la habitación. En el pasillo decidió encenderlo y vio el fondo de pantalla, que se trataba de la castaña junto a otra chica de cabello rubio igual de bonita. Ambas sonriendo felices, parecían buenas amigas. No tenía contraseña, lo que le pareció algo estúpido de su parte. Siguió caminando con el teléfono en su mano hasta entre abrir la puerta de otra habitación al azar, había una tenue luz encendida y entonces vio algo que la dejó impactada. Dylan se estaba besando con Maddison, una de las chicas del tráfico de blancas. En un rápido movimiento, sacó el celular de su bolsillo y se cercioró de que no tuvieran flash antes de sacar una foto. Corrió con un poco de dificultad hasta entrar al baño donde había dejado al guardia muerto, entró a los contactos y buscó uno en específico: Sebastian. Un suspiro salió de su ser mientras tanteaba el celular entre sus manos. Si aún fuera la Alana de antes, no se habría atrevido a hacer algo como esto jamás. Habría borrado la foto inmediatamente con tan solo Dylan pedírselo amablemente. De ser por una razón estúpida que quiere vengarse de esa chica, no tendría ningún problema en hacerlo, ya que no le gusta meterse en la vida privada de los demás... Sin embargo, no podía quitar la sonrisa presumida de Maddison por tener al socio del jefe comiendo de la palma de su mano. Hasta se atrevió a tratar mal a las demás, cosa que no iba a aceptar ya que aunque su tiempo juntas durara poco preferían mantenían unidas. Sabía bien que Sebastian enloquecería en cuanto viera la foto; su principal regla para las personas que se encargaban de la trata de blancas junto a él —incluido Dylan— es que estaban prohibidas las relaciones con las chicas para no tener problemas y, además, mantenerlas lo más puras posibles para los compradores. Mientras más vírgenes fueran, más pagarían por ellas. Dos cosas con las que Alana ya no contaba, eso significaba que ya no tenía mucho qué perder. Cuando encontró el contacto del jefe de la mafia, estaba a punto de enviarle la foto, pero apoyó con suavidad su espalda en la pared de cerámica antes de hacerlo. Recordó los malos tratos de la pelirroja presumida que la motivaron para presionar el botón "enviar". Salió corriendo hasta el sótano, olvidándose de dejar el teléfono de nuevo en la habitación de la embarazada. Se acostó junto a sus compañeras cerrando los ojos, y un largo rato después se escucharon otros pasos suaves caminando entre las chicas hasta llegar a su lugar: Maddison se había dignado a volver al sótano. Alana no dijo absolutamente nada, solo cerró los ojos con la intención de dormir. —¡Maddison está embarazada, Sebastian! ¡Por favor, no lo hagas! Gritos como esos se escucharon cerca de donde las chicas dormían, poniendo alertas a todas, incluida la nombrada. Al escuchar eso, Alana abrió levemente la boca, no podía reaccionar. Estaba completamente quieta, ni un músculo se movía. Ambos hombres bajaron las escaleras y entraron con semblantes impenetrables. Todas se asustaron cuando vieron que el pelinegro cargaba un arma de forma firme en su mano derecha, algunas hasta incluso comenzaron a temblar. Entonces se escuchó un disparo y muchos gritos. Y entre todo el desastre, apareció una alterada Olivia bajando con tanta rapidez como su gran vientre le permitió. Lo que vio pudo destrozarla completamente... Sebastian con un arma en sus manos y Dylan con el cuerpo de Maddison en sus manos. En ese momento se vio a sí misma el día del accidente. No quería separarse de Freya, gritaba por el dolor de perder a la única persona que la amó y cuidó de ella por tantos años. Ese momento en el que pierdes a la persona más importante de tu vida. Lágrimas caían de los ojos de Dylan, mientras negaba con la cabeza y le pedía a la chica que se despertara. La mirada de la culpable se dirigió hacia Sebastian, quien se encontraba viendo la escena que él mismo causó. Alana se tiró al suelo gritando y tapándose los oídos al escuchar repetidos disparos a su alrededor. Las chicas cayeron una por una soltando gritos aterradas hasta que solo quedó ella, con la sangre manchó el piso y parte de su ropa. Sebastian las mató a todas sin sentir ni un poco de remordimiento. Fue cuando levantó la mirada y buscó misericordia en los vacíos ojos del mafioso. —Sebastian, no... Por favor, te lo ruego, yo... El último disparo se escuchó, justo en la frente de la culpable de todo lo que sucedió. Olivia se tiró en el suelo con las manos en su vientre, tratando de proteger a la criatura que había en su interior. Miró al frente, encontrándose con Dylan, quien parecía no estar consciente de lo que pasaba a su alrededor ya que solo se dedicaba a acariciar con suavidad la mejilla de Maddison. —Luego enviaré a los guardias a que limpien este lugar. El ojiazul le dio una rápida mirada al lugar antes de salir de ahí, guardando el arma en su bolsillo trasero. Eso es lo último que recordó escuchar antes de que todo se volviera n***o y que su cuerpo cayera al suelo, muy cerca del de las demás muchachas.
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