Alessandro
—¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —gritó mi abuelo desde la entrada, apoyado en su bastón.
Annette y yo, giramos al mismo tiempo. No quería armar un escándalo en la casa Mantovani, perdí toda la cordura. Sabía que estaba jodido. El abuelo de Annette me miraba con una furia que pocas veces había visto en alguien.
No podía culparlo. Yo también lo haría si viera a mi nieta en medio de un desastre como este.
El silencio pesaba como plomo hasta que Annette habló, con la voz temblorosa.
—Abuelo, no tienes que preocuparte… solo fue una simple pelea.
El anciano frunció el ceño y su bastón golpeó el suelo con fuerza.
—¿Simple pelea dices? —su voz resonó con autoridad, — ¡Mira cómo está ese joven! Y tú, mírate… estás hecha un manojo de nervios.
Pasé mi mano por la boca, limpia
