Un parasito

1895 Palabras
Eloise Al llegar a casa entro por la parte trasera de la villa, ya que los invitados estaban en casa al mirar mi pequeño celular me doy cuenta de la hora y eran más de las siete de la noche, suelto un suspiro, dejo la bicicleta a un lado, me acerco a la puerta para poder entrar a casa, pero siento una mano que me toma del brazo y me jala con fuerza. —Estúpida, así que aquí estabas, madre te ha estado llamando desde hace mucho—, espeta Ginevra con una ceja levantada. Yo me quedo en silencio por un momento, suelta una sonrisa sarcástica, —oh cierto, te permito hablar tonta—, levanto mi mirada para responder, pero ella levanta su mano y me lanza una bofetada que suena con fuerza, —no levantes tu rostro, ¡¡SI YO NO TE LO ORDENO!! Caigo al piso y me toco mi mejilla que estaba roja, —lo siento mucho, señorita Ginevra no volverá a ocurrir—, lamento entre sollozos. Veo como Ginevra saca un pañuelo y se limpia la mano con la que me golpeo, —bien, cuando los abuelos se vayan ve a donde mi madre te necesita—. Ella vuelve a la cena y yo me quedo ahí de pie por un momento, seco mis lágrimas y tomo aire antes de entrar; después de unas horas y de haber terminado la cena familiar voy hasta la sala, donde Beatrice estaba sentada, estaba tomando una taza de té. Levanta una ceja al verme entrar, veo como toma un sorbo de té, —Aun tienes el uniforme de la escuela que horror, como lo supuse no llegarías a tiempo, por lo visto eres una tonta, dios que haremos contigo—. Permanezco en silencio, suelta un suspiro de fastidio, deja su taza molesta, —dios no te soporto, no sé porque tu patética madre no te llevo con ella, tks tks—, replico, Ginevra me empuja y se acerca a su madre con una gran sonrisa, se sienta a su lado cruzando sus piernas. —Tranquila madre no te alteres, además ya le di su merecido, ve a descansar, padre debe estar esperándote, ella mira a su hija, acaricia su rosto y sonríe. —Está bien hija, tienes toda la razón—, se levanta del sofá, coloca su mano en mi hombro y la aprieta con fuerza a tal punto que empieza a doler, — no vuelvas a llegar tarde, si no quieres una golpiza peor, estoy siento clara—. En ese momento llega mi nana, —¡Eloise estas bien! —, espeta preocupada al ver mi expresión, Beatrice ve a mi nana y suelta mi hombro. —Vamos a dormir Ginevra, es hora de descansar—, ambas pasan por mi lado, nana se acerca a mi lado y me abraza. —Shhh, tranquila mi pequeña todo estará bien—, al sentir su abrazo, no puedo contener las lágrimas, — no llores debes ser fuerte—, espeta ella secando mis lagrimas con sus pulgares. Yo asiento y la abrazo con fuerza, en mi habitación mi nana me coloca unos paños fríos para mi mejilla que estaba por la bofetada de Ginevra, acaricia mi cabello con ternura y me canta una canción de cuna. Sonrió al escucharla, —nana ya no soy una niña recuerdas—, ella sonríe, —siempre serás mi pequeña Eloise, así que relájate y duerme, hoy fue un día largo mi niña—. Ella siguió cantándome hasta que me quede dormida, ella era lo único que tenía y me daba fuerzas, era mi todo y no sé qué sería de mi si ella no estuviera a mi lado. Los días siguieron igual, a veces me golpeaban a veces no, otras veces solo me insultaban otras no, así era mi vida, en la escuela era un poco diferente, podía sentir cierta paz. Estaba en las gradas tomando un poco de jugo cuando alguien se sienta a mi lado, me sorprendo bastante ya que nadie se acercaba a mí, era un chico de cabello rubio claro, ojos verdes oscuros, más alto que yo, con unos labios pequeños y una sonrisa encantadora, piel blanca y nariz pequeña, su cuerpo era un poco esvelto. No podía entender porque estaba a mi lado, no solo eso porque me sonreía, el me habla, —siempre estás sola no—, expreso, lo miro en silencio aun conmocionada, él se acerca un poco a mí, —, yo me quedo inmóvil, no sabía que hacer, pero era muy guapo. —Sabes tienes unos ojos muy hermosos y ese lunar que tienes al lado de tu ojo derecho te queda perfecto—. Me sonrojo y volteo mi rostro, no me gustaba mucho mi lunar mi padre decía que lo odiaba ya que mi madre también lo tenía en el mismo lugar, nadie me había dicho esas palabras, el extiende su mano, —mucho gusto soy Mauro Esposito, ¿Cómo te llamas? Dudo un poco pero tomo su mano y sonrió, —un placer soy inse..digo Eloise, casi le digo insecto, me acostumbre a ese apodo, apretaba mi mano con suavidad, —Solo eres Eloise, cuál es tu apellido—, en ese momento quedo en silencio, en la escuela nadie sabía que yo era una Morelli. Suelta mi mano y se levanta, —discúlpame si te incomodo—, el empieza a caminar pero se detiene cuando respondo, —Percy, mi apellido es Percy—, exclamo al levantarme del banco, el voltea y me sonríe, —ven vamos a almorzar, te invito—, dudo por un momento, pero lo sigo, no quería llamar la atención, pero él era muy amable, y era la primera persona que me hablo. Caminábamos hacia la cafetería, no le di mi apellido verdadero sino el de mi nana, ya que ella es inglesa, Mauro hablaba mucho y gracioso es un chico muy amigable me gustaba estar a su lado, era cálido, me encantaba escucharlo hablar. El corre la silla para que me pueda sentar, —gracias eres muy caballeroso—, digo algo tímida. Mauro se sienta y me sonríe, —bueno mis padres son muy exigentes con la etiqueta, sabes, además mi padre me dijo que debo ser muy caballeroso con las mujeres en especial cuando ellas son muy bellas como tu—, agacho mi mirada por sus palabras, miro a mi alrededor y era la primera vez que estaba en la cafetería, todos hablaban y reían, era agradable estar en este lugar. —Por cierto, tus amigos, porque no estas con ellos—, expreso tomando el cuchillo para cortar la carne, Mauro me observa, —me gusta mucho tu voz Eloise, es muy suave, bueno ellos están en un partido de futbol, no me gusta mucho el deporte, me gusta más los caballos—. Me sorprendo al escucharlo, —sabes cabalgar, wow eso debe ser increíble —, se sorprende al escuchar mis palabras, me sonrojo de nuevo, ambos sonreímos, —cuando quieras te puedo enseñar, que te parece—. En ese momento vemos como Ginevra se acerca a nuestra mesa, mi pequeña felicidad se iba a acabar pronto, sus amigas iban detrás de ella, como perritos falderos. Me mira con repulsión, pero sabe disimularlo, ya que para la escuela ella era como un dulce ángel, pero tenía a todos engañados, —Mauro, te estábamos buscando, porque no estuviste en el partido y por cierto que haces sentado con la……marginada de la escuela—. Yo me quedo en silencio, no puedo evitar y agachar la cabeza, Mauro me observa en silencio, las chicas se ríen, me levanto de la silla temblorosa y tomo mi bandeja, —gracias, Mauro por el almuerzo y tu compañía debo retirarme. Iba a irme, pero Ginevra carraspea su garganta, —oye te falta llevar la otra charola marginada—, expreso con sus brazos cruzados y una amplia sonrisa, aprieto mi bandeja con fuerza y contengo mis lágrimas. Me volteo a verla, —bueno si estas agradecida por lo menos debes llevar su charola no!!. Todos en la cafetería nos observan, Mauro apoya sus dos manos con fuerza en la mesa molesta, mira a Ginevra con ira, —basta Ginevra no crees que te estas pasando, — espeta. Me acerco a la mesa, no quería que Mauro tuviera problemas con Ginevra ya que la conocía muy bien, tomo su bandeja, pero él toma mi mano, —no tienes que hacer eso Eloise, yo mismo puedo hacerlo además no tienes que hacer lo que ella te dice—, exclamo sin tomar mi mano. Lo miro por un momento y me siento tan avergonzada ya que él había sido muy bueno conmigo, regalo una sonrisa, —la señorita Ginevra tiene razón, debo ser agradecida, por favor permíteme llevarlo. Mauro se quedó en silencio al escuchar mis palabras, me llevo las dos charolas y las chicas no hacen más que reírse y aplaudir por mi acción, todo el mundo me observa en el comedor, dejo las charolas y me apresuro para salir de la cafetería volteo a ver y a lo lejos veo a Mauro de pie, al voltearme de nuevo veo al capital del equipo Alessandro que entraba con sus amigos, agacho mi rostro y salgo de ese lugar. De un momento a otro empecé a correr, me sentía ahogada, mis lagrimas no paraban de salir, pare hasta que choque con un árbol, respiraba agitada, me sentía como un ave enjaulada, me siento detrás del árbol, cierro mis ojos, no quería volver a ese lugar nunca más, no quería volver a donde todos me observaban y me señalaban, todos en la escuela me conocían como la marginada gracias a Ginevra. Me quedé en ese lugar hasta que las clases terminaran, era la primera vez que faltaba a una clase, ya que era una buena estudiante, al estar más tranquila fui a mi casillero para sacar mis cosas e irme a mi pequeño refugio mi habitación donde estaba en paz y sin que nadie me señalara o se burlara, en ese momento alguien toma mi brazo con suavidad. Me sorprendo por su tacto, retrocedo rápidamente, — lo siento Eloise no quería asustarte, ¿a dónde fuiste?, ¿Por qué no estuviste en clase de química? —. Pregunta Mauro, —yo...yo estaba en la biblioteca y me quede dormida—, cierro mi casillero, —lo siento Mauro debo irme a casa. Empiezo a caminar, pero él toma mi brazo de nuevo con suavidad, no quería verlo, me sentía tan avergonzada y pequeña a su lado, que lo único que quería era desaparecer. Sin embargo, Mauro no me dejo ir, —no te vayas Eloise, por favor, no te sientas así, que dices si me acompañas, vamos te llevare a un lindo lugar. **A un lugar lindo, yo un insecto y marginada, llevarla a un lugar lindo**, pienso al verlo, me suelto de su agarre, —Mauro gracias por ser tan amable conmigo, pero te pido que no te acerques a mí, es lo mejor—. Al decir esas palabras me alejo de él corriendo, era lo mejor para ambos en especial para mí, no quería ser humillada de nuevo y más al frente de él.
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