— ¡Finalmente tú decidiste! – Vitali Borisov enderezó sus elegantes gafas y miró con severidad a Misi. — ¿Cuántas veces te he ofrecido trabajo, ¿eh? Ella se encogió de hombros y sonrió disculpándose. — ¿No cambiarás de opinión? — No. Misi nunca antes había estado en el despacho del padre de Cristi, y ahora miró furtivamente a su alrededor. Colores tranquilos, azul apagado y gris perla, líneas limpias, muebles sin lujos. Todo era estricto y funcional. Nada extra. Se consideró que el dueño de la oficina era una persona decidida y no demasiado caprichosa. La atmósfera espartana del despacho solo se suavizaba un poco con las fotos familiares en el escritorio. — ¿Te conviene el trabajo de gerente de la oficina de moda? — preguntó Vitali Borisov. — ¿Que se supone que tengo que hacer? — Na

