Torres

1955 Palabras
Los tres documentos estaban sobre mi escritorio, brillaban como si tuviesen luces de neon, diciéndome que estaban allí, esperando por mi decisión. Y es que hacía una semana que tal cual como le dije a mi abogado el ese mismo día me lo había traído antes de terminar la jornada laboral.  La cuestión era que después de tenerlo en mis manos no me sentía tan segura de lo que iba a hacer, valía la pena lo que tenía pensado solo por cumplir un sueño que se podía resolver solo con abrirme de piernas a cualquiera. Y ese era el otro tema yo no quería eso, de solo pensar en entregar mi virginidad a un hombre y después hacer como si no pasará nada o que al despertar el día siguiente estaría sola y con un cuerpo vacío. No, tenga que buscar otro medio. Tal vez...  - Pase. - dije cuando tocaron a mi puerta sacandome de mis pensamientos.  - Isabela. - dijo Johana entrando a mi oficina con un bebé en brazos y cargada con un bolso. - ¿Cómo estás? Pregunto sentandose frente a mi en la silla quue está para visitas.  - ¿Que haces aquí? - pregunté arrugando mi frente con mal humor. - apenas hace una semana que diste a luz, no deberías de andar por allí como si nada. - le reclamo por irresponsable - Cálmate, vengo por qué al niño le tocaba sus vacunas. - dice y acomoda al bebé mejor en sus brazos, mientras deja caer el bolso en se suelo al dado de la silla. - Además necesitaba salir de esas 4 paredes, Mauro no me deja hacer nada, ¡me estaba ahogando! Exclama como si de verdad le molestara, pero esa sonrisa en los labios me dice todo lo contrario, se nota que está feliz, a pesar de tener bolsas oscuras bajo sus ojos, y estar un poco más delgada. . - ¿Estás bien? - pregunto  - No te voy a mentir, esto de pararse 4 o 5 veces en la madrugada por qué tú hijo llora, cuando debe dormir, y duerme cuando debe estar despierto, es agotador. Pero no lo cambiaría por nada, no cambiaría la carita de mi hijo cuando abre sus ojitos y me ve, sus ojos parecen que brillarán, para el soy lo más importante y el para mí lo es todo, es el único amor incondicional que tengo, es el único amor puro que hay, y no lo cambiara, cada noche en vela, cada cambiada de pañal, cada vomito, vale la pena por el, por este pedacito de mi. - habla pero no mirándome a mi, sino, mirando a su hijo en brazos, hijo que a abierto sus ojito y la ve de la manera que ella lo ha escrito y sentí envida, sentí envidia de mi amiga, por qué yo quiero eso, yo quiero tener ese pedacito de mi que me ame incondicionalmente.  - Me alegro, merecese eso y más. - le digo sinceramente.  - Yo sé que tú pronto encontraras al indicado que te hará tener lo que siempre te has merecido, una familia, solo... - empezó a hablar pero no termino por qué su teléfono empezó a sonar.. - ¿Que quieres ahora? - dice con fastidio  - Que ya voy hombre. - dice y escucha lo que responde del otro lado.  - Si, si ya estoy cerca. - dice y me guiña un ojo con picardía.  - Bien adiós. - termina y cuelga.  - Bien cariño, debo de irme, sino a mauro le dará algo.. le dije que está cerca cuando en realidad estoy a una hora. - aclara y estalla en risa. Ella esta loca.  - Cuídate y no le des tantos dolores de cabeza a Mauro. - le digo acompañándola a la puerta.  - Él es quien me da dolores de cabeza a mi. - dice y la veo a lejarse por el pasillo mientras de despide tambien de un Daniel que estaba de cabeza en la computadora.  Estoy apunto de cerrar la puerta cuando un teléfono suena, pero no es el mío, no de la extención, es el teléfono de Daniel y no sé por qué, pero me he quedado a escuchar su conversación.  - ¿Que ha pasado? - pregunta cómo con fastido mientras espera respuesta.  - ¿QUE? -grita poniéndose de pies de golpe, yo cierro la puerta pues no quiero que me pille escuchándolo, pero pego la oreja detrás de esta para seguir oyendo. - ¿Pero está bien? - se escucha la voz amortiguada por la madera de la puerta.  - Deja de llorar malditasea y ¿dime si mi mamá está bien? Grita y hasta yo pege un salto en mi sitio. - Ya mismo voy para allá.- dice y esa es mi señal para dejar de escuchar, así que corro hasta mi silla detrás del escritorio y me concentro en lo que estoy haciendo que no se que es.. - Adelante.- indico cuando tocan a mi puerta. Daniel entra arrastrando los pies. Y mirando al suelo.  - ¿Desea algo? . - pregunto pues lleva varios segundos allí y no dice nada.. - Disculpe jefa. Pero necesito salir. - dice y en ese momento levanta la vista y enfoca esos ojos color miel en mi, puedo ver la angustia en ellos y me dan ganas de abrazarlo, pero descarto la idea tan rápido como llega, el es un hombre y ellos son manipuladores, saben engañar y actuar perfectamente el papel de hombre sufrido.  - Están en horario laboral. - digo molesta apenas es media mañana y se quiere ir.  - Lo sé, pero es una emergencia y de verdad necesito salir. - habla suplicantes. - Sabe que si se va será descontado las horas que dure fuera de su jornada laboral. - le digo y el abre los ojos de golpe.  - Lo...lo entiendo. - dice y traga grueso. - y lo acepto. - confirma y esas misma palabras quiero esvuchar cuando le proponga el trato, por qué ya lo he decidido.  - Entonces vaya y haga lo que tenga que hacer y trate de no tardar tanto. - le indico y le hago un gesto con la mano para que se marche de mi oficina.  - Gracias. - habla y sale de mi oficina casi corriendo. Se que va dónde su madre, pero no puedo mostrar clemencia con mi empleados. Soy Isabela la mujer fría y sin corazón y más si de un hombre se trata, pero la pobre señora no tiene la culpa.  Paso todo el día frustrada, mi secretario no volvió en todo lo que resta de día, tuve que atender Yo misma las llamadas, sacar copias e ir por mi almuerzo. Y todo se terminó de joder cuando casi al final de día, y por no estar Daniel, alguien entrar a mi ofici a si siquiera tocar la puerta.  - Pero que diablos. - digo cuando alguien de traje y que oculta la cara tras un ramo de flores está en medio de mi oficina.  - Isabela. - dice y extiende el ramo de flores hacia mi persona, un escalofrío me recorre la columna vertebral al escuchar esa voz, y no es por qué me alegre, es por qué me da asco.  - ¿Que haces en mi oficina, Torres? - digo colocándome de pies, ya que había apagado el computador para salir rumbo a mi casa.  - Venía a invitarte a una cena. - dice el muy descarado dando un paso hacia mi. - Cuántas veces tengo que decirte que no me interesa, acaso el mensaje que te deje con mi secretario no fue claro. - digo cruzandome de brazos.  - La que no entiendo el mensaje que te deje con tu secretario fuiste tú. No me daré por vencido. - dice y termina acortar la distancia que hay entre los dos, retrocedo por instinto colocando mis manos extendidas hacia delante para parar su avance pero el es más rápido y toma mis manos con fuerza y las coloca sobre mi cabeza pegándome a la pared.  - Mnnn hueles también. - dice enterrando su nariz en mi cuello, yo estoy petrificada no pensé que fuese hacer algo así, un sudor frío recorre mi espalda cuando siente que sale de su escondite antes de pasar su lengua por mi cuello, una sensación de asco me invadió, y sentí que todo lo que había comido durante el día queria volver a salir por dónde había entrado.  - Muero por besarte. - hablo Torres acarcando su cara a la mía y relamiendo sus labios. Apreté los labio y cerré los ojos tratando de calmar toda esa sensación de repulsión que me causaba, no dejaría que este hombre me tocará más de lo que ya ha la hecho. Así que cuando vovi a abrir mis ojos y lo ví a el con los ojos cerrados con su boca como pato y casi a un centímetro de mis labios, no lo pensé dos veces cuando levanté mi pies derecho y le di un rodillazo en sus bolas con toda la fuerza y el desagrado que sentía por ese hombre tal vil.  El se dolor por la mitad llevando sus manos a ese sintió antes de caer de llorillas y después hacerse bolita en el suelo.  - Me has dejado capado. - dijo entre jadeos. Retorciéndose de dolor.  - Me alegro, ojalá tenga las bolas en las amígdalas. - dije.  - Está me las pagarás. - hablo aún desde el suelo.  - Eso es para que no me vuelvas a tocar. - hablé y era tanta mi rabia que no aguante y le di una patada con mis tacones de punta, el soltó el aire y se puso más rojo de lo que ya estaba. Corrí a mi escritorio y presione un botón que tenia debajo del escritorio y el cual emitía una alarma a la seguridad de la empresa.  - No....sabes.. lo que has... Hecho... - hablo entre jadeos el idiota en el piso y la verdad no me daba miedo para nada, el es un idiota que no tiene nada, su empresa se está viniendo abajo y por eso se acercó a mi, cree que puede tenerme y meterle mano a mi dinero.  - No le tenía a un pobre infeliz que no tiene dónde caerse muerto. - hablé agachándome a su lado para agárralo de la cara y que viera mi seguridad. - se que estás en la ruina y antes de que intentes algo yo acabaría contigo, así que yo siendo tu, lo pensaría dos veces antes de hacer algo en contra de mi. - hablo amenazante y lo suelto con brusquedad  - Maldita. - dije entre dientes y creo que ya un poco mejor del dolor.  - Señora. - dijeron los dos oficiales de seguridad entrando a la oficina. - Saquenlo de aquí, y tiene prohibido volver a entrar a mi esperas, y lo vuelvo a ver en mis instalaciones la persona responsable será hechada patitas a la calle, ¿entendido? - dije y ellos asintieron tomando a torres de los brazos mientras lo arrastraban para sacarlo de mi oficina.  Tomé mi bolso y salí detrás de ellos, viendo como un malhumorado torres era arrastrado al ascensor maldiciendo mi existencia.  Tuve que esperar que el ascensor bajar y volviera a subir para poder bajar yo por el, llegue al estacionamiento, y subí a mi coche, conduje hasta mi casa, dejándo de lado los acontecimientos ocurridos anteriormente y solo pensando que habrá pasado con mi secretario, y si su mamá ¿Falleció? Oh, no, ojalá que no, esa era mi arma para lo que quería y si ella no estaba que podía hacer yo. 
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