Prólogo: Cuando un corazón se rompe.
Desperté esa mañana muy alegre. Me sentía con energías y capaz de lograr todo. Al fin le demostraría a mi jefa que merecía un ascenso. Con la presentación de hoy, podría aspirar a un mejor cargo en la empresa... Y quien sabe, con esa nueva entrada de dinero tal vez Cameron se animaría a que diéramos el siguiente paso en la relación.
Me coloque los zapatos y la chaqueta, para luego ir al comedor.
Un despeinado Cameron me esperaba preparando unos huevos revueltos. Lucía muy alegre.
—Parece que estás muy feliz—comenté mientras me acerqué a él para depositar un beso en su mejilla.
—¿A eso llamas beso?—dijo divertido. Apagó la estufa, dejó el sartén y me tomó por la cintura acercándome a él con voracidad. Nuestros labios se unieron en un frenético y absorbente beso. Me acorraló contra la mesada de la cocina. Mis manos acariciaron su cabello y mis piernas atraparon su cintura—. Eso si es un beso...
Agregó cortando el momento. Mi respiración agitada hizo que mi risa sonara extraña. Tenía las mejillas coloradas y parte de mi cuerpo muy deseosa de él, pero me controlé. Ya tendríamos tiempo para eso mas tarde. Bajé de la mesada, en lo que Cameron terminaba de servir el desayuno. Me acomodé la ropa, y acomodé como mejor pude mi peinado.
—¿Me veo como ganadora?—él asintió confundido—. Bien, pues hoy voy por todo.
—Primero desayuna y ya luego te comes el mundo—le sonreí y acepté el plato—. Amor, hoy tendrás que irte sola...—fruncí el ceño en lo que él me contaba sus razones—. La sesión comenzará tarde, y debo ver algunos archivo de la cámara en la compu.
Desilusionada acepté. Su trabajo estaba primero... Era en lo que ambos habíamos quedado al iniciar esta relación. Fingí que no era para tanto. Hoy sería un gran día y quería iniciarlo bien. Nos despedimos con un beso, y salí hacia el garage por la bicicleta que usaba a veces. La pobre ya estaba bastante vieja... No la he usado tanto desde que me mudé con mi novio, pues él me llevaba a todas partes.
El día estaba maravilloso, la brisa fresca golpeaba mi rostro con una suavidad que me hacia sentir un alivio inexplicable.
El tránsito no era de lo mejor, pero que se podía esperar de las calles de la gran manzana. Era hermosa pero vivir aquí no era simple.
La empresa de modelaje M & A no quedaba lejos, algo bueno de haberme mudado. Eso, y que conocí al amor de mi vida en este trabajo. No le podía pedir más a la vida... Bueno, un auto no estaría mal.
Guardé la bicicleta en el garage de la empresa de modelaje y bajé lo más rápido que mis pies me lo permitían. Estaba llegando justo a tiempo.
Corrí al ascensor. Dentro de este me arreglé la falda, me acomodé la chaqueta y antes de que las puertas se abrieran dibuje una amplia y feliz sonrisa. Saludé a todos en mi camino a la oficina de Dianne, mi jefa.
—Veo que hoy es un buen día —Cecilia, la secretaria, me saludó cortés —. La señora Pattison aún no llega pero no tardará. Puedes esperarla.
—Gracias—agregué. Tenía el alma en un hilo. Hoy era mi momento y no podía... Mis pensamientos se detuvieron al darme cuenta de que en mis bolsillos no se hallaba el pendrive con la presentación. Incómoda, me alejé hacia un costado y comencé a desparramar mis cosas. Si ese pendrive no aparecía me moría en ese instante.
—Vaya... Quien diría que esta tan prestigiosa empresa ahora se convertiría en basurero por culpa de algunas...—los comentarios mordaces de Azul no me importaban en ese instante. Ella podría ser una gran modelo, pero eso no le quitaba lo desubicada.
Estaba por entrar en pánico. Cuanto más buscaba, la angustia me devoraba. Ese maldito objeto no estaba en ninguna parte. De seguro se me había quedado en la casa. ¿Y cómo no? Luego de esa sesión de besos con Cameron salí tan distraída.
—¿Pero qué?—la voz inconforme y rígida de mi jefa hizo que me levantara de golpe—. No me digas nada—asentí. La seguí de cerca mientras caminábamos a su oficina—. Sólo ten lista la presentación. En veinte minutos será la reunión y quiero revisar el material yo misma—no sabia cómo explicarle lo que me había pasado—. Espero que no me falles, Alexa.
La puerta se cerró en mi cara. Mis ojos se abrieron y salí disparada de aquel lugar ante la atónita mirada de la secretaria.
Regresé a casa lo más rápido que pude pedalear. Me dolían las piernas, pero eso no me importaba. No perdería un ascenso por mi mal estado físico. Dejé la bicicleta tirada en la entrada y saqué las llaves de mi bolso.
—Maldita puerta... abrete—forcejeé unos segundos y luego el cerrojo cedió. Con prisa me encaminé a la cocina, y como lo supuse, el pendrive se había caído en el suelo. Lo recogí y me hallaba dispuesta a irme cuando escuché unos sonidos extraños provenientes de mi cuarto. Algo temerosa, me acerqué a la habitación. Cameron ya se había ido, por lo que la posibilidad de que fuera ladrones rondó mi mente.
Pero no eran sonidos comunes... Sino... ¿Jadeos? Asomé el oído a la puerta.
"Ahh... Ahhhh... No te detengas. Hazme tuya Cameron..."
La última frase me dejó helada. Me negaba a aceptar lo que eso implicaba... Mi corazón se detuvo, y con la poca pizca de esperanza que albergaba, abrí la puerta.
Mis ojos se abrieron atónitos ante aquella escena. La furia que sentí en aquel instante fue tan grande que me cegó. Mi rostro se desfiguró por la ira que recorría mis venas.
Cameron se levantó de la cana espantado de verme ahí, la chica que estaba con él no hizo ni siquiera un ademán por ocultarse, ella quería que supiera quien era... Era Azul... En su mirada se distinguía el goce que sentía de que los hubiera atrapado. Ella a penas si cubría su desnudez, en lo que mi... Cameron... Se ponía los pantalones rápidos y trataba de alcanzarme. Salí de ese cuarto como una fiera... Escuchaba los pasos de él detrás de mi y me detuve. Al verlo a los ojos no me tembló la mano para darle una cachetada tan fuerte, que dejó mi mano ardiendo.
—¡Eres un maldito descarado! ¿Cómo pudiste Cameron?—mi voz salía furiosa... Pero estaba a punto de quebrarme—. ¿Por qué Cameron? ¿Por qué nos hiciste esto?—mi tono decayó... Y en su mirada vi... O quise imaginar tal vez, un pequeño destello de culpa.
—Alexa...—su mano intentó tocar mi rostro pero la aparté. Quería llorar, gritar, pero no le daría el gusto de verme así—. Deja que te explique...
—Olvídalo—lo interrumpí. Levanté la mirada y lo afronté —. No hay nada que decir, todo quedó muy claro —con el pendrive en la mano corrí a la puerta y salí de ahí. Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas haciendo que mi visión se nublara. Dejé la bicicleta tirada y corrí sin pensar en nada. Me dolía seguir cerca de ese lugar.
Me detuve exhausta cerca de un árbol. Las piernas me dolían y mi respiración agotada evitaba que mis lágrimas siguieran su curso.
Debajo de aquel árbol me dejé caer. Ese pequeño parque solía estar repleto de niños, pero en estos momentos lucía vacío. De seguro porque las clases ya habían iniciado.
No podía quitar de mi cabeza aquellas imágenes, el corazón me ardía.
Tomé el celular y llamé a Alysa bajo la sombra de aquel Roble.
—¿No es muy temprano para que me llames? —me interrogó. Intenté hablar pero una bola de sentimientos se atoraban en mi garganta impiendome hablar —Alexa... ¿Estás bien?
—Me engañó Alysa... Lo encontré acostándose con Azul en NUESTRO cuarto—el odio que sentí al decir esas palabras me repugnaba. No deseaba sentirme así.
—¡Maldito idiota! Voy para allá —la detuve. Me desahogue con Alysa, por al menos 10 minutos. No podía permitir que la corrieran por venir a socorrerle, le asegure que todo estaría bien. Tal vez en este instante me parecía una mentira... Pero deseaba que de verdad fuera cierto.
—Te dejo —terminé diciendo un poco más tranquila —Aún debo regresar al trabajo, pero ¿te puedo pedir un favor?
—Obvio.
—No quiero regresar al departamento de Cameron, ¿puedo quedarme contigo?
—Eso ni se pregunta—sequé mis lágrimas—. Ven cuando quieras.
La llamada termino y me levanté. Me miré en el espejo de maquillaje y me veía horrible. Tenía el maquillaje corrido y el cabello hecho un desastre.
Me arreglé lo mas que pude, respire, y partí hacia la agencia.
La secretaria se alegro en cuanto me vio llegar a la oficina de mi jefa. Al parecer la Sea Pattinson me había estado buscando. La verdad era que si me había tardado mas de lo previsto, además de que como dejé la bicicleta tuve que caminar.
Golpeé la puerta de la oficina y una fría voz me permitió entrar.
—¿Qué te pasó? Te he estado buscando ¿te parece que esto es profesional?—sus fríos ojos buscaban los mios. Me mantuve estoica sin decir nada—. ¿Te hice una pregunta?
En mi mente rondaba la idea de que si seguía aquí, volvería a ver a esos dos. No quería hacerlo, los detestaba a tal punto que no sabía si contendría mi rabia cuando esa Modelucha se paseara frente a mi burlándose.
—Alexa —un fuerte grito me trajo a la realidad. La mirada que me lanzaba mi jefa era invernal. Elevó ambas cejas incentivandome a responderle.
No sé cómo, pero las palabras simplemente fluyeron.
—Renuncio—ella me observo algo asombrada, para luego fruncir el ceño —. Aquí le dejo la presentación, y pronto también mi renuncia.
Salí de aquella enorme oficina sin mirar atrás, estaba decidida a comenzar de nuevo lejos de esos dos.
Ella no intentó detenerme. Debo admitir que creí que al menos significaba más en esa esta empresa.
****
*Dos semanas después*
—Gracias por ayudarme con la mudanza —dije guardo la última caja. Al fin ya estaba instalada en casa de Alysa. Sacudí mis manos.
—Que agradeces, eso si —ella se tiró al sofá —. Debes encontrar otro trabajo, porque aunque te ame no voy a poder pagar la renta yo sola. Soy meseta, no banquera.
—Lo sé, además no sé cuanto tiempo podrán durarme mis ahorros—me dejé caer junto a ella. El lugar lucía algo apretado, pero esperaba no incomodar a mi amiga por mucho tiempo más —. Necesitó hallar un trabajo, por suerte la Sea Pattinson no defenestró sobre mi en la carta de recomendación que le solicite. Al menos tanto años ahí, no fueron en vano.
—Eso es cierto, esa señora resultó no ser un monstruo—reímos ante el comentario, y mi estómago rugió. Estaba hambrienta. Por lo que pedimos un poco de comida china—. Sabes, a unos metros del restaurante hay una empresa de marketing, me parece. Tal vez podrías probar suerte ahí—asentí interesada. Un trabajo cerca de casa lo apreciaría mucho—. Además todos los días salen hombres tan guapos que te derrites...—Alysa fingió hacerse aire con las manos intentando apagar su calor interno.
—Gracias, pero por mi los chicos pueden desaparecer.
****
—¿Vas a ir así?—me preguntó Alysa frunciendo el ceño. Mi vestuario no estaba mal. Era un traje de los que solía usar para ir a trabajar a la agencia —. Es una empresa de Marketing y la imagen vende. Así que ven.
Ella me buscó un nuevo atuendo, uno mas juvenil y atrevido. Al verme al espejo debí admitir que estaba fabulosa.
Esa chaqueta roja de verdad hacia resaltar mi mirada.
—Deseame suerte —me despedí y salí con un poco más de confianza.
Tomé la bicicleta. El trayecto fue tranquilo y no me tomó mas de 10 minutos en llegar. El día estaba perfecto. Me sentía preparada pero por dentro aún tenía algo de temor.
La dejé en el estacionamiento, tomé mi maletín y fui directo al ascensor.
Respiré profundo, y antes de que las puertas se cerraran logre meterme. Dentro de este, un hombre sumamente guapo me miraba con curiosidad. El traje que traía puesto lo hacía ver mucho mas atractivo. Trague al darme cuenta de que esos ojos me analizaban de arriba a abajo. Me acomodé a un costado, sin decirle nada.
—¿Qué piso?—sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa cautivadora, al notar mis nervios.
—40—dije en casi un hilo de voz. Yo misma me sorprendí ante aquel acto.
En algún momento del trayecto mi frente comenzó a sudar, intenté ocultarla de aquel guapo hombre. Me generaba algo de vergüenza que me viera en aquel estado.
—Tal vez necesites esto —una mano que sostenía un pañuelo apareció en mi campo de visión. Lo acepté, y volteando hacia otro lado lo utilice. El pañuelo tenía un aroma deliciosos ñ y profundo. Me enderece —. Con su permiso.
Él bajó unos pisos antes y me dejó ahí hecha un manojo de nervios. Era el ser mas sexy que había visto en la vida. Al recuperarse, salí directo a mi entrevista. Una mujer muy agradable y algo entrada en años me tomó la entrevista. Me parecía que lo había hecho bien. Sólo esperaba su decisión.
—Podemos ofrecerte un puesto, pero ten en cuenta que estarás a prueba y luego veremos—sin dudarlo acepté. Salí de esa oficina feliz y alegre. Comenzaría con un puesto pequeño, pero voy a llegar lejos. Inconscientemente deseaba volver a encontrarme con aquel hombre.
El complejo de oficinas, recién había notado, era enorme y muy llamativo. Se notaba que las vibras creativas rodeaban el lugar.
Bajé al estacionamiento más relajada y despreocupada. Mañana seria un gran día. La traición de Cameron no me iba a detener.
Caminando hacia mi bici, fue cuando me encontré con aquellas dos figuras que se besaban apasionadamente junto al auto n***o. Lo vi de lejos, pero fue suficiente para identificar al hombre que me había cruzado antes. No lo sabía en ese instante, pero esa sería la primera de muchas mujeres que le vería besar.