Poco a poco, Vladimir recuperó la calma cuando ella finalmente obedeció y se sentó a su lado sin moverse. Le sorprendió la facilidad con la que pasó de escuchar atentamente a una conversación animada. Su olor dominaba el fuerte olor a cigarrillo. Se dio cuenta de que no había encendido uno desde su llegada. Se envió un buen trago de whisky para relajarse. Ella lo rozó, y cuando él la miró a los ojos, tuvo que apretar las mandíbulas para suprimir la ola que acababa de atravesar su cuerpo como una corriente eléctrica lenta y larga. - Todo va bien. Logró decir con voz ronca. Hizo una mueca, movió la pierna en tono de disculpa. - Ahí, realmente necesito ir al rinconcito. ¿Qué debe hacer? Pensó por un momento en castigarla por mentir antes, pero se resignó. Ordenó al portero que la dejara

