Me quedé estática por unos segundos, Lisandro seguía hincado, viendo fijamente, esperando cuál sería mi respuesta, sonreía con esa sonrisa torcida que siempre me ponía como tonta, quería pellizcarme para ver si aquello era real, para ver si en verdad Lisandro Duvall me estaba proponiendo matrimonio. Y claro, reaccione como solo yo podría hacerlo, me levanté tan rápido que casi tropiezo, y me lancé sobre él, gritando de emoción, lo tomé desprevenido, así que terminamos los dos en el suelo, yo encima de él, riéndome como si fuera adolescente. —¿Eso es un sí? —me preguntó, mirándome de esa manera que tenía el poder de hacerme olvidar como se respiraba. Entre risas nerviosas, asentí como loca. —Sí, sí, lo acepto a usted señor Duvall como mi esposo, con toda su arrogancia, son esa sonrisa p

