Lisandro suspiró, antes de hablar, apreté la taza de café que tenía entre mis manos, él evitaba mi mirada, manteniéndola fija sobre la mesa. —Siéntate, Valeria —dijo, su voz era baja, casi un susurro. Había algo en su tono que me puso nerviosa. Me senté, sintiéndome desconcertada. —Ya estoy, ¿De qué se trata?—respondí, intentando sonar tranquila, pero no lo estaba. Él suspiró, pasándose una mano por el pelo. —Hay cosas de mi pasado… de mi familia… que no puedo contarte —dijo, levantando la vista. Su mirada era fría, pero puedo asegurar que había dolor en ella— y no se si algún día podré. —¿Cosas como que? —pregunté, sin pensar, mi voz sonó dura, pero no pude evitarlo, la noche anterior me había presentado como su novia, y ahora esto, necesitaba respuestas. Él apretó la mandíbula, ap

