Pasaron dos días.
Dos días sin saber nada de Lisandro. Sin mensajes, sin llamadas. Sin siquiera un maldito correo.
Pasé casi todo ese tiempo encerrada en el departamento, Sebastián, se quedó conmigo, tratando de hacerme reír, de sacarme de la cama, de distraerme… sin éxito.
Estoy hecha un lío, con ojeras marcadas, el cabello hecho un desastre, y vestida con una camiseta vieja y un pantalón de pijama demasiado grande.
Intentando arrancarme de la mente la imagen de Lisandro abrazando a Andrea, su ex, su terapeuta, esa mujer en la que claramente confía más que mí.
—Val, ya basta —exclamó Sebastián, entrando con un vaso de jugo que dejó sobre la mesa— te vas a secar como planta sin agua.
No respondí, seguí mirando el vacío, como si la pared blanca frente a mí tuviera todas las respuesta
