Cail
Cristofer está agachado, escuchando a Saha y Jaiden con mucha atención. Los pequeños ríen, moviendo las manos con emoción mientras colocan los regalos que él les dio justo en el centro.
Me quedo quieto, a unos metros, con Neit a mi lado. Saha se sube a la espalda de Cristopher, y Jaiden se deja cargar con una risa que me rompe algo por dentro. Él gira con ambos encima, jugando como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera traición.
Kathia los observa desde el sillón su figura serena y goridta, con esa sonrisa débil que apenas muestra.
—Solo son niños— le digo a Neit por el enlace. Mi voz suena más debil de lo que esperaba —Ellos nos aman más.
Neit
-Pero él es su padre, respondo sin pensarlo. Nosotros no somos nada.
Cail no contesta. Solo sigue mirando. Cristopher gira con los pequeños encima, como si fuera un héroe. Saha lo abraza y Jaiden se ríe duro. Kathia sigue ahí, sin moverse,
—Creo que ya no nos necesitan aquí— dice Cail, y su tono me deja frío.
—¿Qué haremos? El aún tiene a su mujer.
—Seguir nuestras vidas— suspiré —Una vez la perdimos, la dejamos ser. No la queríamos meter en este mundo de lobos. Y mira… Ese se nos adelantó.
Señala a Cristofer con la barbilla. Yo sigo su mirada. Él no parece un lobo ahora. Parece un padre.
Cail
Nos giramos. Los vampiros están parados recostados de la pared, como estatuas. No se mueven, no hablan. Solo observan. Las gemelas han subido con los pequeños, y los han dejado ahí.
—Debemos hacer algo por ellos— digo, sin saber bien lo que digo
—Son vampiros– responde Neit. –No son de fiar.
—Eso mismo deben de pensar de los lobos– Me río, pero suena débil —Aunque míralos… a pesar de no tener corazón, se les ve que están sufriendo.
Lucien se gira, nos ve. Su mirada no tiene ira, solo tristeza. Suspira, niega con la cabeza y vuelve a mirar las escaleras, como si esperara que alguien bajara. Como si supiera que nadie lo hará.
Neit
No digo nada más. Porque Cail tiene razón. Y porque yo también lo siento, esa punzada en el pecho, ese vacío que es doloroso.
Nos quedamos ahí, como dos estupidos. Como dos hermanos que alguna vez pensaron que proteger era suficiente, o que tal vez iban a quedarse para siempre.
Cail
Me acerqué con el vaso en la mano. El jugo de frutas, aunque se que ni lo iban a aceptar. Los vampiros me miraron sin moverse. Lucien entrecerró los ojos. Lucius alzó una ceja.
—¿Jugo?— dije, sin más.
Lucius soltó una risa seca.
—Sabes que no comemos ni bebemos eso.
—Lo sé— respondí —Pero a veces ofrecer algo es solo una forma de decir. ¿podemos hablar?
Neit ya estaba subiendo las escaleras. Lo vi detenerse frente a la puerta de Dani. Su espalda recta, su mano cerca del picaporte, pero sin tocarlo aún.
Lucius se tensó.
—¿Qué hace tu hermano frente a la habitación de mi mujer?
—Ustedes son dos, ¿cierto?— le dije sin girarme —Ellas son dos, ¿verdad? Ellas los aman aún. Solo están dolidas por dejarlas.
Lucien bajó la mirada. El silencio entre nosotros se volvió más pesado que el aire.
—Sabes, Lucien… cuando nacieron tus bebés, Daniela sufrió. Lloró mientras los abrazaba. Me pidió que te buscara. Pero no te encontré.
—No sigas— murmuró él, sin levantar la vista.
—Y tú, Lucius… Dani no te odia. Solo quiere que vayas tras ella, como ella te buscó. Ahora deberían subir esas escaleras. Tocar esas puertas. Ver a sus hijos. Darles el amor que merecen. Sé que ellas no los van a separar.
Lucius suspiró.
—Pero las puertas están cerradas.
Neit
Pude escuchar la conversación desde aquí. Y se que es el momento de tocar la puerta.
Una voz pequeña responde desde dentro.
—Mami está bañándose.
Lucius se ríe. Observo como abren la puerta
—Quiero a mis bebés— dice, y sube sin mirar atrás.
Me giro hacia la otra puerta. La de Daniela, toco suave.
—Mamá está acostada.
Me giro y Lucien sonríe. No logro escuchar nada al principio. Solo se queda quieto,
—Es hora de ir a dormir a mis bebés—susurra, y sube también.
Cail
Neit me mira mientras va bajando.
—Lo hicimos, hermano— dice en el enlace.
Le respondo con una sonrisa. Él baja los escalones con calma,
Nos sentamos juntos. Cristopher sigue hablando con Saha y Jaiden, que no paran de contarle historias,
Saha se giró. Sus ojos brillaban. Corrió hacia nosotros, dejando atrás a Cristopher. Neit la recibió en brazos, la cargo y la giro.
—Vamos a jugar— le dijo ella, y Jaiden nos llamó también
Neit la abrazó fuerte. Yo solo observé. Kathia nos vio acercarnos. Suspiró. Y luego… sonrió. Esa sonrisa que me mata cada vez.
Cristopher
La vi alejarse. Mi hija. Mis cachorros. Me dolió más de lo que esperaba.
—¿Qué quieren jugar mis cachorros?—pregunté, intentando recuperar el momento.
—La princesa y el príncipe de Neit— dijo él, interrumpiéndome con voz firme.
Me reí.
—Está bien. Entendí. También son suyos.
—Siempre lo han sido— agregó Cail, sin mirarme.
Jaiden alzó la voz.
—Quiero que juguemos a la gallina ciega… pero que mamá juegue también.
Kathia negó con las manos. Me acerqué. Extendí la mano. Ella no la tomó. Se levantó. Escuché la risa baja de Cail. Ella lo miró. Entrecerró los ojos.
Kathia
Saha tiene un pañuelo, y se lo dio a Cail
—colacaselo a mamá. Ella será la gallinita.
Cail se acercó. Sentí el beso en mi cabeza. suave, pero Cristopher lo apartó
—Yo me encargo de ponérselo.
—Ya empezó el juego— dije, cambiando el tema
Neit
Saha se subió a la mesa. Cail se agachó. Yo corría en círculos con Jaiden en mi espalda. Cristofer solo mos miraba, mientras reía.
Cristopher
Esto es nuevo para mí.
—Debes unirte a ellos. Deja de una vez por todas a la loca esa de Violeta. Quédate con ellos— dijo mi lobo
—¿Los tres? ¿Los tres con Kathia?
—Ella los necesita a los tres. Y tú los necesitas a ellos.
Sentí unas manos tibias tocarme el rostro. Apenas. Parpadeé. Era Kathia mi Yari. Aún con el pañuelo. Me acariciaba el rostro, el pecho, el cuello. Me incliné. Quería que pudiera tocarme mejor.
Cerré los ojos.
—Cristopher— susurró.
—¡Mamá encontró a papá!— gritó una voz detrás.
Abrí los ojos. Era Saha. Me miraba apenada
—¿Que dijiste?— murmure
—Papá. Tú dijiste que eras nuestro papá— intervino Jaiden. Sonreí y los abracé mientras me arrodillo ante mis cachorros
Neit
Bajé la mirada. No podía sostenerla. Cail también lo hizo. Cristopher los abrazó, se arrodilló. Kathia se quitó el pañuelo nos vio alejarnos, pero entonces…
—¡Eres nuestro otro papá!— dijo Jaiden –Papá— sentí unas manitos en mi espalda
—¿También los podemos llamar papá? Es que nos daba miedo decírselo— gritó Saha.
Me tapé la cara. Señalé a los niños.
—Quiero gritar. Ustedes son… ustedes son todo para mi.
Cargue a Jeiden lo abracé. No me importó nada más.
—Papá Cail ven— grito Saha. Vi a mi hermano sonreír mientras sus ojos se humedecieron. Corrimos hacia donde está mi pequeña y los abrazamos.
Kathia
Sonreí. Me tapé la boca. Jaiden se giró hacia mí.
—Mamá, tienes tres esposos.
Me ahogué, tosí. Cristopher se levantó.
—¿Quieres agua?
Lo miré. Su rostro estaba tan cerca.
—Tú ya tienes esposa. Una futura esposa. No le hagas ideas a los niños. Ellos son solo niños.
—Tú eras, eres y siempre serás mi mujer. Mi dueña. Mi mate. Mi luna. Y mi gordita Yari.