Preludio
Estaba empezando a creer que las intenciones de Christopher no eran buenas, su mirada era diferente, algo en él ya no era igual que antes; ya no me transmite la misma confianza de siempre.
—Espero que mis aportes y ayudas sean valorados. Digo, sé que eres una excelente mujer y sabes valorar hasta las mínimas cosas que recibes.
—Sí, claro que estoy agradecida, valoro mucho lo que ha hecho por mí.
El abogado se levanta de su escritorio y lo rodea para acercarse a mí. Lo miré directo a los ojos y mantenía una pequeña sonrisa que no me gustaba.
—Emily, te he estado observando de cerca todo este tiempo y puedo notar lo valiosa que eres —comenta sentándose a mi lado.
—Vaya, gracias…
El hombre apoya su brazo en el soporte de su silla y se inclina hacia mí.
—No tienes que agradecer, realmente me siento tan a gusto contigo y sé que de tu parte también lo sientes. Desde el momento que te vi cruzar por esa puerta pidiendo ayuda, sentí que un abrazo te reconfortaría, pero lo que no esperé es que fuera yo el que se sintiera bien con apoyarte.
Christopher desliza su brazo hasta apoyarlo en mi pierna, vi como su palma completa se abre y sus dedos acaparan gran parte de mi muslo; algo que me sobresaltó.
—Oh, sí. Estoy muy agradecida por lo que ha hecho, le recuerdo que tan pronto tenga el dinero le pagaré por su trabajo —respondí moviendo mi pierna para que despegara su mano.
—No, no. Te dije que no tenías que pagarme, que lo hago porque me agradas.
—No puedo aceptar eso, sé que lo hace con buena intención, pero de verdad; no puedo, le pagaré hasta la última moneda, todo porque valoro su esfuerzo siento mucha gratitud por lo que hace.
Seguí manteniendo un margen entre nosotros, lo recalqué porque sentía que la delgada línea entre nosotros estaba desapareciendo.
—¡Dios, no! No seas tan terca —repite volviendo a intimidarme.
Su brazo pasa por detrás de mis hombros, sentí que me haló hacia él y me forzó a un abrazo que no necesitaba.
—Señor Escarpan…
Me alejé apoyando mis manos en su pecho e impulsándome hacia atrás.
—Su amigo cuando vendrá, dijo que tenía a alguien dispuesto a invertir en el negocio de mi padre, ¿tardará?
Recalcaba la razón de la reunión, sentía que las cosas se estaban dirigiendo hacia otro lado.
—Oh, mi amigo me dijo que no podía venir, lo olvidé. Es que se le presento un viaje y ya no podrá venir.
—¿Por qué no me dijo antes? Pensé que vendría.
—Lo olvidé, pero no te preocupes, programaré otra reunión; mientras podemos seguir hablando y…
Christopher vuelve a poner su mano en mi pierna, pero esta vez no me dejé. Sostuve su muñeca y lo alejé de mí.
—Señor Escarpan, creo que es hora de marcharme.
Me puse de pie y él repite mi movimiento.
—Emily, espera. La verdad es que nunca existió un inversionista; yo… yo quise llamarte porque tenía muchas ganas de verte. Desde hace días he sentido algo diferente cuando estoy cerca de ti y siento que en ti pasa algo igual.
—Señor Escarpan, creo que hay malentendido, no… no…
Di un par de pasos hacia atrás, quería alejarme; no tenía ni palabras, empecé a sentirme acorralada, nerviosa y al tiempo asustada, no imaginé escuchar algo así en mi vida.
—Espera, no te alejes de mí, no tienes por qué sentirte alterada.
El hombre se detiene justo cuando mi espalda toca la pared, ya no podía ir a ningún lado. Fue su oportunidad para sostenerme de los brazos y mirarme justo a la cara.
—He visto la manera en la que Alexander te trata, ¿quieres que te diga algo? No mereces a un hombre así, eres tan… dulce, hermosa, tan vulnerable que…
El abogado mira mis labios y corta la distancia.
—¿Qué... que hace?
—No digas nada —susurra muy cerca de mi boca.
Estaba en shock por lo que pasaba, no podía reaccionar ante lo que ahora estaba viviendo; pero en el instante en el que sus labios rosaron los míos, pude despertar de ese terrible trance en el que estaba.
—¡No! ¿Qué hace? —dije girando mi cara a un lado.
Creí que podría detenerse, pero lo que hizo fue estampar su boca en mi cuello, algo que me causó repudio.
—Intento tratarte bien, como lo mereces.
—¡No! —dije en voz alta empujándolo hacia atrás.
Levanté mi mano y sin dudarlo le di una bofetada.
—¿No te gusta? Parece que estás acostumbrada a que te traten a las patadas.
—¿Qué dice?
Estaba sorprendida por sus palabras, ¿Qué demonios le pasaba?
—Es hora de irme, espero no tener que volver a su oficina, por su paga no se preocupe; le daré todo el dinero.
Tenía mi corazón arrugado, estaba triste y decepcionada; mis ojos se cristalizaron, intenté aguantar para no llorar en este lugar.
Tomé aire al sentir que mi garganta se cerraba, fui en dirección a la puerta y en el momento que estuve por abrir, vi como el brazo del abogado pasa por mi lado para apoyarlo en la puerta.
—No vas a ningún lado —dijo en tono de voz serio.
Christopher esta vez me miraba de manera diferente, algo en él ya no era igual. Sus ojos ya no me transmitían confianza.
—Quiero ir…
El hombre en un movimiento rápido pone su mano mi mandíbula, fijando así mi rostro frente al suyo, esta vez no dijo nada; solo pegó nuestras bocas, me intenté remover; pero esta vez había puesto tanta fuerza en mí que ya no podía escaparme.
—No, déja…. —fue lo que intenté decir.
Christopher pone su mano sobre mi boca y me empuja hasta acorralarme, con su otra mano le da un fuerte tirón a mi camisa haciendo que los botones saltaran por el aire. Grité desesperada, pero mis gritos eran ahogados por su mano. Él se veía desesperado, parecía fuera de sí, ya no le importaba verme nerviosa, con los ojos llenos de lágrimas.
Me moví bruscamente, moría de miedo por todo lo que pasaba por mi cabeza. Me sentí perdida, aterrada y asqueada por ver como su lengua pasaba por mi cuello.
Puse mis manos en su rostro, intenté usar mis uñas, pero lo que hice fue enfurecerlo; me tomó de los brazos y me lanzó hacia su escritorio provocando que algunas cosas cayeran al piso, en ese momento volví a gritar por ayuda, pero sentía que nadie podría llegar a salvarme.
—¡Ayuda, por favor!
Fue el último grito que pude hacer, porque lo siguiente fue su mano estampándose en mi mejilla; una fuerte cachetada que fundió por completo, mi vista se tornó oscura. Vi luces de colores que me hicieron perder de la dura realidad que atravesaba. En medio de mi vista nublosa, noté que estaba recostada sobre el escritorio del hombre, que uno de mis pechos estaba fuera y que el abogado en quien confié, esta sobre mi piel.
Estuve a punto de perder las esperanzas, me vi derrotada, solo podía llorar; sentir mis lágrimas calientes era lo único que me recordaba que aún estaba viva en un infierno desagradable. En el momento que vi que desbrochaba su pantalón, el nudo de mi garganta se hizo más, grande; mis brazos cansados y mi cuerpo ultrajado no podía más. Pero las esperanzas vuelven cuando lo vi a él abrir la puerta.
Alexander toma de los hombros a Christopher y lo empuja lejos de mí, un alivio recorría mi cuerpo. Los hombres se fueron a los golpes, pero Alexander era más fuerte, le daba golpes continuos en su rostro, tantos que lo derrumbó en el piso. Algunos guardias llegan y presencian la terrible escena, yo lo único que podía hacer era intentar tapar mi pecho.
Aquellos guardias inmovilizan a los hombres y sacan al abogado de allí. Alexander, aun con sus ojos irritados que chispeaban fuego, se acerca a mí para ver cómo estaba.
—¿Estás bien? —pregunta con su voz agitada.
Al verlo no pude contenerme, me lancé hacia él y lo rodeé con mis brazos.
—Ya, calma. Estás a salvo conmigo.
Él me cubrió con su cuerpo, notó que estaba semidesnuda por lo que no dudó un solo momento en darme su saco.
—Te sacaré de aquí.
Cubriéndome con sus brazos me llevó hasta la oficina, era algo sorpresivo, pero con él me sentía segura.
—¿Por qué no me pediste ayuda? —cuestiona de la nada.
—Porque sabía que dirías que no, era obvio; sabía que sería así desde el momento en que abriste tus ojos. El que despertaras de ese coma fue el despertar de todo mi sufrimiento.
Los sentimientos estaban allí, a la espera de ser tocados para desbordarse. No pude contenerme y solté lo que reprimía.
—No comprendo ¿Qué te hice? ¿Qué fue el mal que ocasioné en tu vida? Siempre me tratas de una forma tan terrible, me humillas y me lastimas de todas las formas habidas y por haber. ¿Por qué? ¿Cuál fue el mal? Ahora preguntas algo que no tiene sentido, más sabiendo que tus palabras crueles han sido lo suficientemente claras como para que nunca pida algo de ti.