- ¿Como fue que te cambiaste de salón? - apreté los libros contra mi pecho mientras caminábamos por el pasillo.
- Porque vamos al mismo nivel, solo que tu eres A y yo era C - levantó los hombros - pero después de lo que pasó no quiero que estés sola - hizo una mueca.
- De verdad muchas gracias Nate - suspiré - venir al colegio es una tortura para mi - mordí mis labios.
- Me imagino - me tomó del brazo - ¿quieres que te acerque a casa? - lo miré con una sonrisa.
- Me encantaría - el me sonrió y caminamos hacia el estacionamiento.
- ¿Los de tu salón eran así de groseros?.
- No - dijo el sin perder la mirada del camino - pero tampoco harían algo para defenderte - levantó los hombros.
- Vaya - suspiré.
- Sucede que James y todo su grupo tienen dominados al colegio - lo miré atenta - la única forma de que dejen de molestarte es que James diga basta, de lo contrario olvídate.
- Ugh - hice una mueca - ¿Por que el? - me crucé de brazos.
- Porque es el capitán del equipo de futbol, el popular de todos y su novia Keyla - lo interrumpí.
- La porrista - rodé los ojos, el asintió. - es decir que esto nunca terminará - cerré los ojos.
- Terminará cuando James encuentre otra persona a quien molestar. Pero si te sirve de consuelo, al menos ya tienes un amigo para defenderte - el sonrió mostrando sus perfectos dientes.
Mi sonrisa en cambio fue a penas.
- No quiero que salgas dañado por mi culpa - miré hacia la ventana.
- No te preocupes, estará todo bien.
Nate estacionó fuera de mi casa. Me despedí de el, pero su voz me detuvo.
- ¿Si? - me volteé con una sonrisa.
- ¿Puedo entrar al baño? - dijo el algo ruborizado.
- Claro - Sonreí.
Abrí la puerta de casa y Nate me siguió por detrás. Un rico aroma inundó mis fosas nasales. Fruncí el ceño.
- ¿Mamá? - dije algo insegura.
- Aquí estoy cielo - salió ella desde la cocina con su delantal. - Hola hija - vió a Nate - ¿y este chico tan apuesto? - me vió con picardía mi madre.
- El es - iba a continuar pero Nate se adelantó.
- Nate Hanley, señora - tomó la mano de mi madre - su amigo y compañero de clases - sonrió este.
- Mucho gusto - tendió la mano de Nate - yo soy Mónica Johnson, su mamá ¿Te quedas a almorzar?
- No - dijo algo nervioso - yo solo quería entrar al baño - miré seria a mi madre.
- Segundo piso, tercera puerta - señaló mi madre hacía las escaleras.
- Con permiso - dijo el y caminó hacia arriba.
- Así que Nate ¿eh? - me vió con picardía otra vez.
- No mamá, es solo mi amigo ¿si? - negué con la cabeza.
- Me gustaría tener tu edad y aprovechar con un joven como el - me tocó el cabello. Miré a mi madre como si hubiera perdido la cabeza.
- ¿Qué haces tan temprano? - sabía que ella salía más tarde.
- Alice nos dio el día libre ya que iban a fumigar las oficinas. Aproveché y me vine para hacerte un rico plato de espaguetis con salsa - sonrió.
- Que bien mamá, pero casi no tengo hambre - confesé.
Después de todas las burlas que había recibido, de a poco iba perdiendo el apetito. Todas las palabras ofensivas que me decían James y sus amigos se hacían presentes en mí a la hora de comer.
- Que raro - hizo una mueca - es tu plato favorito.
- Gracias Anne por dejarme entrar a tu baño - caminó Nate hacia mi - un gusto conocerla señora Mónica.
- Dime Mónica. No soy tan vieja.
- Esta bien, Mónica - sonrió Nate y luego me vió - nos vemos mañana Anne - me guiñó el ojo y salió de casa.
Mi mamá volvió a verme con picardía.
- ¿Qué?
James
- Pásame la pelota - gritó Zachary mientras corría hacia mi izquierda.
Hace 3 horas estábamos entrenando para el maldito partido del otro mes. Mi humor ya no era nada bueno.
- Concéntrate James - gritó el entrenador.
Le di el pase a uno de mis compañeros, corrí para luego recibir la pelota y meter el gol finalmente.
El silbato del profesor sonó y mi cuerpo cayó rendido al césped.
- Pudiste haberlo hecho mejor Basch - habló con dureza el entrenador.
- ¿Quien crees que soy? ¿Messi? - dije irónico a la vez que rodaba los ojos.
- No, pero ese gol pudo haberlo hecho cualquiera de estos perdedores - señaló a los suplentes que estaban en la butaca. - Eres el capitán, necesito que lo hagas mejor.
Con los chicos caminamos hacia las duchas. Mi cuerpo ya no daba más. Solo quería que el maldito partido pasará y poder relajarme.
Salí del baño y unos brazos se treparon encima mío haciendo que perdiera el control, por suerte no caí.
- Hola amor - la voz de Keyla hizo que mis oídos se quejaran.
- Hola nena.
- ¿Que hacemos ahora? - ella aún seguía con su equipo de porristas.
- Nada, estoy cansado - ella rodó los ojos y su cara cambió a una sería.
- Nunca quieres hacer nada conmigo, si no es por tu madre es por esta mierda de equipo. Me tienes cansada - chilló dando un golpe con su pie en el suelo.
- Si te tengo cansada puedes irte a la mierda y dejarme en paz de una maldita vez - caminé dejándola atrás.
- Bien, pero luego no quieras venir a quejarte de que otros chicos me dan placer - gritó ella.
- Como quieras - levanté los hombros y seguí caminando.
Subí a mi auto y cerré los ojos. No veía las horas de llegar a casa y dormir una buena siesta.
Al llegar, como lo tenía planeado, lo primero que hice fue ir hacia mi habitación y caer sobre mi cama. Estaba a punto de dormir cuando alguien toco la puerta.
- Pase - dije con voz ronca.
- James - era mi madre - ¿no piensas comer bebé?
- No - la miré - estoy demasiado cansado que solo quiero dormir - ella se sentó a mi lado y acarició mi cabello.
- ¿Tuviste un largo día? - su voz era lo más relajante que había escuchado en todo el día.
- Si, entre otras cosas. El entrenador nos esta esforzando mucho para el partido del otro mes.
- Ten paciencia hijo - me dio un beso en la frente - pronto pasará todo - asentí - duerme hijo.
Ella caminó hacia la puerta y apagó la luz. Mis ojos lentamente comenzaron a cerrarse y caí en un profundo sueño.