Capítulo 4

1047 Palabras
- ¿Como fue que te cambiaste de salón? - apreté los libros contra mi pecho mientras caminábamos por el pasillo. - Porque vamos al mismo nivel, solo que tu eres A y yo era C - levantó los hombros - pero después de lo que pasó no quiero que estés sola - hizo una mueca. - De verdad muchas gracias Nate - suspiré - venir al colegio es una tortura para mi - mordí mis labios. - Me imagino - me tomó del brazo - ¿quieres que te acerque a casa? - lo miré con una sonrisa. - Me encantaría - el me sonrió y caminamos hacia el estacionamiento. - ¿Los de tu salón eran así de groseros?. - No - dijo el sin perder la mirada del camino - pero tampoco harían algo para defenderte - levantó los hombros. - Vaya - suspiré. - Sucede que James y todo su grupo tienen dominados al colegio - lo miré atenta - la única forma de que dejen de molestarte es que James diga basta, de lo contrario olvídate. - Ugh - hice una mueca - ¿Por que el? - me crucé de brazos. - Porque es el capitán del equipo de futbol, el popular de todos y su novia Keyla - lo interrumpí. - La porrista - rodé los ojos, el asintió. - es decir que esto nunca terminará - cerré los ojos. - Terminará cuando James encuentre otra persona a quien molestar. Pero si te sirve de consuelo, al menos ya tienes un amigo para defenderte - el sonrió mostrando sus perfectos dientes. Mi sonrisa en cambio fue a penas. - No quiero que salgas dañado por mi culpa - miré hacia la ventana. - No te preocupes, estará todo bien. Nate estacionó fuera de mi casa. Me despedí de el, pero su voz me detuvo. - ¿Si? - me volteé con una sonrisa. - ¿Puedo entrar al baño? - dijo el algo ruborizado. - Claro - Sonreí. Abrí la puerta de casa y Nate me siguió por detrás. Un rico aroma inundó mis fosas nasales. Fruncí el ceño. - ¿Mamá? - dije algo insegura. - Aquí estoy cielo - salió ella desde la cocina con su delantal. - Hola hija - vió a Nate - ¿y este chico tan apuesto? - me vió con picardía mi madre. - El es - iba a continuar pero Nate se adelantó. - Nate Hanley, señora - tomó la mano de mi madre - su amigo y compañero de clases - sonrió este. - Mucho gusto - tendió la mano de Nate - yo soy Mónica Johnson, su mamá ¿Te quedas a almorzar? - No - dijo algo nervioso - yo solo quería entrar al baño - miré seria a mi madre. - Segundo piso, tercera puerta - señaló mi madre hacía las escaleras. - Con permiso - dijo el y caminó hacia arriba. - Así que Nate ¿eh? - me vió con picardía otra vez. - No mamá, es solo mi amigo ¿si? - negué con la cabeza. - Me gustaría tener tu edad y aprovechar con un joven como el - me tocó el cabello. Miré a mi madre como si hubiera perdido la cabeza. - ¿Qué haces tan temprano? - sabía que ella salía más tarde. - Alice nos dio el día libre ya que iban a fumigar las oficinas. Aproveché y me vine para hacerte un rico plato de espaguetis con salsa - sonrió. - Que bien mamá, pero casi no tengo hambre - confesé. Después de todas las burlas que había recibido, de a poco iba perdiendo el apetito. Todas las palabras ofensivas que me decían James y sus amigos se hacían presentes en mí a la hora de comer. - Que raro - hizo una mueca - es tu plato favorito. - Gracias Anne por dejarme entrar a tu baño - caminó Nate hacia mi - un gusto conocerla señora Mónica. - Dime Mónica. No soy tan vieja. - Esta bien, Mónica - sonrió Nate y luego me vió - nos vemos mañana Anne - me guiñó el ojo y salió de casa. Mi mamá volvió a verme con picardía. - ¿Qué? James - Pásame la pelota - gritó Zachary mientras corría hacia mi izquierda. Hace 3 horas estábamos entrenando para el maldito partido del otro mes. Mi humor ya no era nada bueno. - Concéntrate James - gritó el entrenador. Le di el pase a uno de mis compañeros, corrí para luego recibir la pelota y meter el gol finalmente. El silbato del profesor sonó y mi cuerpo cayó rendido al césped. - Pudiste haberlo hecho mejor Basch - habló con dureza el entrenador. - ¿Quien crees que soy? ¿Messi? - dije irónico a la vez que rodaba los ojos. - No, pero ese gol pudo haberlo hecho cualquiera de estos perdedores - señaló a los suplentes que estaban en la butaca. - Eres el capitán, necesito que lo hagas mejor. Con los chicos caminamos hacia las duchas. Mi cuerpo ya no daba más. Solo quería que el maldito partido pasará y poder relajarme. Salí del baño y unos brazos se treparon encima mío haciendo que perdiera el control, por suerte no caí. - Hola amor - la voz de Keyla hizo que mis oídos se quejaran. - Hola nena. - ¿Que hacemos ahora? - ella aún seguía con su equipo de porristas. - Nada, estoy cansado - ella rodó los ojos y su cara cambió a una sería. - Nunca quieres hacer nada conmigo, si no es por tu madre es por esta mierda de equipo. Me tienes cansada - chilló dando un golpe con su pie en el suelo. - Si te tengo cansada puedes irte a la mierda y dejarme en paz de una maldita vez - caminé dejándola atrás. - Bien, pero luego no quieras venir a quejarte de que otros chicos me dan placer - gritó ella. - Como quieras - levanté los hombros y seguí caminando. Subí a mi auto y cerré los ojos. No veía las horas de llegar a casa y dormir una buena siesta. Al llegar, como lo tenía planeado, lo primero que hice fue ir hacia mi habitación y caer sobre mi cama. Estaba a punto de dormir cuando alguien toco la puerta. - Pase - dije con voz ronca. - James - era mi madre - ¿no piensas comer bebé? - No - la miré - estoy demasiado cansado que solo quiero dormir - ella se sentó a mi lado y acarició mi cabello. - ¿Tuviste un largo día? - su voz era lo más relajante que había escuchado en todo el día. - Si, entre otras cosas. El entrenador nos esta esforzando mucho para el partido del otro mes. - Ten paciencia hijo - me dio un beso en la frente - pronto pasará todo - asentí - duerme hijo. Ella caminó hacia la puerta y apagó la luz. Mis ojos lentamente comenzaron a cerrarse y caí en un profundo sueño.
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