Sensación
Samos, Grecia
«¡¿Por qué diablos se me ocurrió salir de las sombras?!», se preguntó Clara.
« Porque ya no estás siendo cazada por el pasado de tu padre. Eres libre», se contestó así misma.
Sin embargo; tenía una extraña sensación, una que no sentía desde hacía mucho tiempo. Desde que el enemigo de su padre, decidió sacarla del camino. Su frente comenzó a sudar frío. De manera discreta frotó su cuello, que también estaba cubierto por una fina pátina de sudor. Su cabello en ese momento estaba recogido en una cola gruesa de caballo, que le llegaba hasta sus omóplatos en su espalda.
En ese momento a su cabeza llegaron las palabras de Kendrew, cuando ella se burlaba un poco de él al llegar a cualquier sitio desconocido:
—Cuando eres un agente, por más que te des baja…. siempre serás un agente.
Fue entonces, cuando entendió perfectamente a lo que él se refirió. No pudo evitar escanear el lugar con una imperceptible mirada. El gran salón del restaurante donde estaba cenando en ese momento con Killian, parecía de lo más normal. Los comensales, eran personas de lo más refinadas, con la buena etiqueta y el lujo estampada en cada una de sus frente.
Sacudió la cabeza, parecía que ocho meses después de abandonar su vida de agente en el equipo Ghost, todavía conservara algunas costumbres. Se dio una patada mental. Pues, en ese momento, no estaba trabajando de encubierto para ninguna misión. Esa era su vida, la que muchas veces soñó tener. Cuando ni siquiera sabía que por un jodido irlandés iba a querer añadirle casas rosadas, con cercas blancas. Pero se había obligado a regresar, al sueño original.
—Estas un poco tensa, Clara —la grave voz de Killian, la hizo sacudir sus pensamientos—. Si no te gusta el lugar, podemos ir a otro lado.
—No te preocupes —le sonrió—. Estoy bien, y el lugar se ve muy agradable. Espero que la comida también.
Esa noche había aceptado ir a cenar con él, después del trabajo. Pörque, ya había comenzado a dar frutos la organización de la cena benéfica del fin de semana anterior. Temprano habían tenido varias reuniones, todas favorables y con cierres de negociaciones, para el comienzo de semana siguiente. Ambos jóvenes estaban entusiasmados. Killian se acercó a ella para decirle algo.
—Tengo que confesarte, que estoy un poco nervioso por la llegada de mis padres —negó con la cabeza—. Puede que sea una tontería decirlo, pero solo espero que estén de acuerdo con todo lo que estoy haciendo.
Ella colocó su mano encima de la de él, para confortarlo un poco y darle ánimo.
—Eso no debería preocuparte, lo estas haciendo muy bien. Estoy muy orgullosa de lo que hemos logrado hasta ahora —le dio un beso en la mejilla.
De la nada sintió en ese momento, sintió los flashes de las cámaras fotográficas sobre su rostro. ¡Dios! Todavía no se acostumbraba a eso, lo de ella siempre fue el pasar por desapercibida. Esas fotos podrían llegar a todas partes del mundo a través de las r************* , y con eso a las manos del hombre que sabía que desataría un infierno si ella no lograba responder a cada una de sus demandas.
La sensación de tener unos ojos clavados sobre ella, creció de golpe. En ese momento, su sospecha de que alguien la vigilaba, fue confirmada. Llevaba apenas unos días sintiendo lo mismo. Dondequiera que estuviera, menos en su oficina. Sacudió la cabeza, tal vez eran los paparazzis. Era consciente que sería de esa manera después de la cena.
Lo peor de todo aquello, era que no se sentía en modo alerta como casi siempre le ocurría. Sino unas maripositas en el estómago, el corazón le palpitaba con mucha fuerza. Que le hacía olvidar que alguna vez fue acechada por el peligro, dado que en la actualidad era imposible, porque todo ya había terminado. Sin embargo; por la lección aprendida continuaba siendo muy cuidadosa. Y también porque le costaba relacionarse un poco con las personas.
En su casa tampoco había notado, algo fuera de lo común, ya que tenía un sistema de seguridad de Ruso, y que lo había reforzado con algunos de sus conocimientos, y protocolos de las agencias de seguridad con las cuales estaba relacionada. Ese hormigueo en la piel, le estaba alertando… Algo dentro de su ser, le decía que esa noche iba a suceder un gran acontecimiento. Pero al mismo tiempo sentía, que tenía que tener algo de precaución.
Terminó de cenar con Killian, y a los pocos minutos se dirigieron al área del bar, y se excusó para ir al baño un momento. Esa era la excusa perfecta para dar una última mirada al salón completo. No era tan tarde, apenas las personas comenzaban a llegar. Según le había comentado su amigo, iba a ese lugar que frecuentaba. Por tanto; podía decirse que casi todos los clientes que estaban ahí eran habituales como él. Pudo comprobarlo en la manera que se acercaban para saludar.
Nadie le podía reprochar, el hecho de que había investigado durante una semana a Killian Walker. La experiencia con Beto había sido amarga, por eso lo hizo. A primera vista no había detectado nada peligroso en él, ni en los negocios de su familia. Tampoco había alguna conexión con el pasado de sus padres.
«¡Maldita sea! ¡Estoy paranoica!», se dijo frente al espejo del baño.
Un minuto después, regresó para sentarse al lado de Killian en la barra.
—Cambia esa cara, mujer —le dijo Killian brindándole una sonrisa, y le señaló el asiento libre a su lado, el cual había reservado para ella mientras estaba en el baño—. Es viernes por la noche, tuvimos una semana de trabajo bien ajetreada. ¿No crees que nos merecemos algunas horas para desconectarnos un poco? Creo que lo merecemos. Si te vuelves puro trabajo, se te pasará la vida rápido. Te volverás vieja y serás llamada la mujer de los gatos.
Clara entornó los ojos por su exageración, y luego él soltó una carcajada. La cual fue contagiosa, que lo siguió. No negaba que le gustaba compartir su tiempo con Killian, era tan refrescante, demasiado sincero, a veces muy práctico para ciertos complejos que tenía. Killian hacía que pensara menos en su pasado, pero al mismo tiempo hacía que extrañara a Ethan al punto del anhelo.
—¡Pero esto es el colmo! —exclamó Clara entre risas—. ¿Ahora me estás diciendo en mi propia cara que me estoy poniendo vieja? —preguntó fingiendo estar ofendida, al ver su rostro arqueó una ceja, y soltó otra risotada—. Te recuerdo que tenemos la misma edad, y que hasta el momento, me veo mucho más joven que tú.
Killian alzó su trago con una breve carcajada. Clara estaba conforme, pues parecía un poco más relajado que cuando se encontraron hacía ya varios meses en Italia.
—¡Joder! Ni en mis más profundos bajones depresivos, pero no me recuerdes que tenemos la misma edad —terminó Killian diciendo.
El gesto que hizo su amigo, hizo que Clara pusiera los ojos en blanco, y después le diera un ataque de risa.Luego de tomar su trago hasta el final, ella anunció:
—Bueno, ha sido una muy grata tarde, y sé que apenas está comenzando la noche. Pero ha llegado el momento de que me despida de ti hasta el lunes.
Aunque no quería irse todavía, la sensación de ser observada la tenía algo molesta. Y no quería transmitirlo a Killian, ya que eso ella lo consideraba un desaire.
Él suspiró profundamente, y sacudió la cabeza.
—¿Estás segura de que no me has mentido al decir que no tienes pareja? —formuló la pregunta entrecerrando los ojos, y luego agregó con tono exagerado:— ¡Jamás me habían abandonado un viernes en la noche! —tomó su delicada mano, y la puso sobre su pecho—. Siente… siente como se rompe mi corazón, porque me abandonas.
Ella soltó otra carcajada, se soltó de su agarre para darle un manotazo suave a su hombro.
—Te aseguro, que unos minutos tu corazón recuperará, Killian —se rió de nuevo—. Y te aseguro que será mejor tu noche.
—Espero que tengas razón —se levantó de donde se encontraba sentado, y agregó con un tono de voz un poco más serio:— ¿Seguro tienes que irte?
—Sí, tengo que darle comida a mis gatos —le guiñó un ojo.
—Entonces, tenemos que cuidarte… ellos te necesitan. Vamos te acompaño a la salida —como todo un caballero, le hizo señas hacia la salida.
Clara se encogió de hombros.
—Como gustes —le dijo.
Lo que más le gustaba del lugar, era lo amplio del estacionamiento. Pero lo primero que hizo al llegar a Grecia fue comprarse un lujoso auto deportivo, y una casa en la zona más lujosa. Cuando hizo esas adquisiciones, parece que se le olvidó por completo lo del bajo perfil. Por tal motivo, estacionaba su auto un Maserati Convertible GranCabrio color rojo del año, ya que le aterraba que alguno de los clientes saliera demasiado bebido y le chocaran ahí mismo estacionado.
NOTA: CAPÍTULO ESCANEADO EN MY PLAG (.) ES