La noche en Vértice Global nunca había sido tan oscura, ni tan cargada de mierda hirviendo. Clara estaba en su cuartel general, un ático cruelmente iluminado por la luz neón que parecía arrancada de un sueño febril. Miraba el mapa de la ciudad con furia contenida, los dedos tamborileando la maldita mesa como si pudiera arrancar polvo de vida de las zonas que aún controlaba. —Se nos están escapando las ratas —gruñó—. La mierda de Damián y sus perros no para de arañarnos las entrañas. Y si seguimos así, vamos a salir al callejón sin salida... A su lado, sus lugartenientes intercambiaban miradas nerviosas, porque aunque ella era la loba que había comido más que nadie, ahora se veía con la espalda contra la pared. No era solo la presión que venía de afuera, era la maldita incertidumbre de qu

