Cap. 1:Primer encuentro
Sonó la alarma y Becky sacó un brazo por debajo de la manta intentando alcanzar al reloj de gato que tenía como despertador y que maullaba estruendosamente para sacarla de la cama, buscó con desespero hasta que recordó que lo había dejado en la mesa de café de la salita de su amplia habitación para evitar apagarlo y así despertarse temprano ya que ese día comenzaba sus pasantías.
“¡Mi*3rda! Las pasantías… ¡Dios! ¿Qué hora es?, ¿cuántas veces habrá sonado el despertador? ¡Dios! ¿Por qué no me despertaste antes?, que no sea tarde por favor. Esto es lo único que deseo, por lo que me he esforzado en tener excelentes resultados académicos los dos últimos años, solo para entrar a esa empresa y hacer mis pasantías.”
No podía arruinarlo, corrió al baño, el gato se quedó en silencio automáticamente, jamás se había bañado tan temprano y mucho menos con agua fría, sintió que tiritaba congelándose, pero no podía esperar a que el agua caliente decidiera salir.
Afortunadamente, con la emoción por iniciar la pasantía, ya tenía su ropa preparada desde el día anterior, así que se vistió a la velocidad de la luz y estaba a punto de salir de su habitación cuando el gato arrancó con su lastimero maullido de nuevo, esta vez se aseguró de apagarlo y abandonó su oasis privado rumbo al inicio de su primera experiencia laboral.
Al llegar a la cocina, no estaban ni Fidel ni Ramona, era imposible que precisamente ese día ambos se hubieran quedado dormidos, así que no tenía chofer que la llevara ni cocinera para su desayuno, fue a la nevera y agarró un yogurt con cereal, del mesón tomó una pera y con esa frugal comida se dirigió a la salida, tendría que usar el primer auto que se encontrara más cerca del portón.
Salió refunfuñando porque hasta ahora ese primer día no pintaba bien, lo más cercano era la Range Rover Evoque que no le permitían usar por ser muy pesada, según su padre, “pues lo siento porque es la única que me sacará de aquí para no llegar tarde a mi primer día”.
Subió, rápidamente adaptó el asiento, los espejos y la encendió, salió acelerando y sin haber avanzado casi nada escuchó un ¡pum!, seguido de un ¡crash! “No, no, no, Dios ¿aún duermes? Ayúdame vale.”
“Ahora, ¿a qué le di?”, no había recorrido ni una cuadra, apenas estaba bordeando la esquina de su casa, pero le tocó bajarse para encontrar que pegado a la camioneta había un Bugatti Divo con su faro destrozado, la puerta se abrió y se bajó un Adonis espectacular cuyos preciosos ojos color gris tormenta estaban fulminándola, traía los puños apretados y bufaba como un toro, ella tomó una bocanada de aire y habló lo más rápido que pudo para evitar los insultos que seguramente el hombre quería darle:
–Le juro que lo siento mucho, estoy súper apurada porque no puedo llegar tarde al sitio donde voy, esta es mi tarjeta, mándeme un mensaje con sus datos y haré que mi padre le retribuya por los daños a su Bugatti, le repito que lo siento mucho, adiós y buena suerte.
Corrió a subirse nuevamente en la camioneta, retrocedió y se desapareció de allí, dejándolo con la tarjeta en su mano, luego redujo la velocidad porque no podía permitirse otro choque antes de llegar a su destino.
***
Desde el miércoles de la semana anterior que Dan Sinclair regresó a la ciudad no había dejado de festejar, se encontró con mujeres muy dispuestas y ardientes, por lo que creía que se había convertido en un adicto al sexo ese fin de semana, pero ya debía parar porque en un par de horas tenía que ir a hacerse cargo de la sede principal del holding petrolero más importante del país.
Esperaba llegar a la casa en la que creció y que compartía, eventualmente, con su padre, tomaría una ducha fría que activaría sus músculos antes de convertirse en el CEO más poderoso de la industria, “gracias abuelos, gracias papá, no los defraudaré.”
Estaba a pocos metros de la entrada a su casa cuando recibió en el celular una foto de la chica que acababa de dejar. “¡Qué atrevida!” –dijo sonriendo.
Le estaba mostrando en foto todo lo que había tocado y disfrutado la noche anterior, excelente recuerdo, solo que debía olvidarse de él, tal como lo haría con ella, ya que iba a concentrarse en trabajar y mantener las altas cifras de utilidad que tenían, por no decir que su verdadera intención era subirlas.
Aún veía la foto cuando un fuerte golpe disparó el celular de su mano, “¿qué rayos?”, salió convertido en una fiera, su hermoso auto arruinado, cuando vio a la que consideró una niñita mimada que se dirigía hacia él quiso ahorcarla con sus propias manos.
Pero ella no le dio tiempo de abrir la boca, no entendía bien lo que decía porque hablaba atropelladamente, solo sintió su pequeña y suave mano poniendo una tarjeta en su palma y escuchó algo sobre su padre, luego se fue y lo dejó allí con los pedazos del faro de su auto regados en el piso.
De más está decir que le arruinó la mañana, guardó la tarjeta sin leerla porque no se libraría de pagar por la reparación de su auto, entró dando portazos por toda la casa asustando a Maritza, su empleada, que estaba en la cocina y lo vio alarmada; fue a su habitación, un nuevo portazo, entró al baño, otro portazo y lanzó la ropa que usaba al piso del baño, seguidamente dejó correr agua fría sobre su esculpido cuerpo.
Cada vez que recordaba el choque le hervía la sangre, estaba totalmente descartado reconocer que él venía viendo su celular cuando sintió el golpe, esa mujer pagaría por ese faro al más alto precio.
Se vistió sin calmarse aún, pero con el cuidado que siempre ponía a sus atuendos y arreglo personal, por algo había sido portada de revistas elegantes. Bajó a sentarse en el comedor y ya Maritza, la mujer que lo atendía y que conocía desde niño, le tenía listo su desayuno:
–Gracias Mari.
–¿Qué te pasa mi niño?, estás todo enfurruñado.
–Todo venía perfecto hasta que me dañaron el día chocando mi auto.
–Ay lo siento mucho, le diré a Julián que lo lleve al taller.
–No Mari, la persona que me chocó se encargará de todo.
Terminó de desayunar y fue al garaje donde seleccionó otro de sus autos de lujo para dirigirse a la empresa, su buen humor se había disipado, solo pensaba en tener la oportunidad de que esa muchachita malcriada se parara de nuevo frente a él.
Al llegar al estacionamiento de su edificio empresarial buscando el lugar del presidente, divisó la camioneta que le había chocado: “¡Gracias destino!” –expresó contento, si trabajaba en el edificio le resultaría muy difícil repetir su escapada de esa mañana, estaba en su territorio y comenzaría a pagar desde el preciso instante en que la ubicara.
Así no esperaba iniciar su primer día en la empresa que tan exitosamente fundó su bisabuelo, pero la actitud de la chica lo había enervado y hasta que no la hiciera pagar, su mente estaba nublada. Afortunadamente su padre se había encargado de hacer reuniones previas con los empleados y a través de videoconferencia se aseguró de que al menos supieran cómo lucía.
Así que cuando salió del ascensor, todos a su alrededor sabían exactamente de quién se trataba. Fue directamente a su piso, apenas gruñó su presentación a la secretaria que encontró allí y sin saludar siquiera, lo primero que ordenó fue que buscaran a la persona que conducía la camioneta cuya foto les distribuyó, además pidió que cuando seguridad la encontrara la trasladaran a su oficina de inmediato.