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CIRO.
[LA ENTREVISTA]
— Me llamo Sheila.
— Añadió una de las tantas chicas que había entrevistado hoy, estiró su mano en mí dirección y luego de unos segundos correspondí a su saludo.
— ¿No crees que podríamos ir a un bar y conocernos cómo la gente normal?.
— Negué con la cabeza, manteniéndome en silencio; Sostenía el cuestionario en mis manos y hasta ahora la búsqueda de mí futura esposa era una completa decepción.
— ¿Fumas?
— Pregunté para cambiar de tema.
— De vez en cuándo lo hago, si.
— Aparté el formulario y le di una mirada.
— Excelente, con eso es suficiente.
No nos llames, nosotros te llamaremos.
— Se quedó impresionada.
— ¿Que? ¿No quieres saber nada más?
— ¡No! ¡ADIÓS!
— Señalé la puerta.
Había programado entrevistas durante toda la semana, decidí hacerlo en mí oficina, en lugar de perder tiempo con una cita ordinaria.
La razón; no estaba de humor para lidiar con charlas sobre maquillaje, sabores de helado o programas favoritos, aún no superaba mí divorcio con Astrid y lo único que me importaba ahora era el bienestar de OMEGA CORP.
Además mí método era infalible si algo no se apegaba a mis gustos simplemente no era negociable para mí.
Desde la publicación del anuncio recibí miles de respuestas, pero ninguna que fuera adecuada.
— ¿Me puedes explicar que haces? Ni siquiera la dejaste hablar.
— Alex protestó.
— Esa chica es del todo inadecuada.
— Me excusé.
— ¿Y cuántas son adecuadas?
Porqué te recuerdo que sólo queda una semana para tu cumpleaños.
— Repuso Alex, yendo por fin al grano.
— Si no cumples con la cláusula lo vas a perder ¡TODO!
— Por ahora ninguna y no es momento de hacer concesiones.
Ésta mujer convivirá conmigo en un margen mínimo de uno o dos años, nos mostraremos ante la sociedad y se mezclara con mí entorno, no puede ser alguien elegida a la ligera.
— Le señalé que era una decisión importante la que debía tomar.
También me preocupaba el hecho de James era un chico desconfiado y con problemas para adaptarse a las personas nuevas, no quería que alguien se diera cuenta de que algo en nosotros no estaba bien.
— No te pareces que pones el listón demasiado alto.
No existe la mujer perfecta Ciro, para muestra mira lo que sucedió con...
— Hizo una pequeña pausa hasta que se acercó.
— Dame esa lista. Seleccionaré una por tí.
— Tomó el papel de mis manos y comenzó a leer entre líneas, luego levantó el intercomunicador.
— Marianne, necesito que hagas pasar a la señorita Isabella Miller.
El señor Marshall está listo para conocerla.
— ¡Espera, espera!, ¿Qué haces?
— Lo aparté de inmediato, ya no quería hablar con otra chica por el día de hoy.
— Sólo una más y prometo que no te arrepentirás.
— Me levanté de la silla y le dejé el camino libre para que Alex realizara la entrevista.
La desconocida de cabello rubio y ojos verdes, cruzó el umbral con timidez y ya había visto su primer defecto.
Ella era demasiado joven para mí, le calculé unos veinticinco años cuándo mucho, aunque no suelo fijarme en la ropa, la suya era muy inadecuada.
Llevaba un vestido azul, muy corto que le resaltaba sus curvas y sin adornos, era una mujer muy sencilla y simple cómo cualquier otra, es por eso que no entiendo por qué no dejaba de mirarla, ella se sonrojaba cada vez que sus ojos se encontraban con los míos.
Después de las debidas presentaciones Alexandre al fin comenzó.
— Señorita Isabella, aquí dice que es antropóloga, ¿Podría contarme más al respecto?.
— Pregunta Alex.
— Bueno, Si.
— Mmmm... Desde niña me gustaba todo lo que tenía que ver con los astros y las estrellas.
— Ambos fruncimos el ceño por su respuesta.
— ¿Disculpa? ¿Que fue lo que dijiste?
— Añadió Alex conteniendo la risa, pero ella no le respondió.
Sabía que algo estaba mal desde que la ví entrar por la puerta.
— ¿Tambien dice que te gustan los deportes extremos, mantenerte en forma por tu salud y adoras a los niños?
— Lanzó otra pregunta la aire y ella bajó su mirada cómo si estuviese leyendo algo en la palma de su mano.
— Sí, soy una persona dinámica, proactiva y muy decidida.
— Alex asintió, algo complacido.
— ¡Oh! ésto se pone mejor, hablas francés y portugués.
— ¿Cómo?
— Contesta ella viéndose confundida.
— Te pregunté si eres bilingüe.
— Repite.
— Ah... Sí, correcto.
— ¿Podrías darnos una demostración, ahora mismo?.
— Oh... mmm...
— Empezaron a ponérsele rojas las mejillas y volvió a mirarse la palma de la mano.
Esta chica simplemente no calificaba, había sido la peor de todas las candidatas.
Era una condenada cría, mentirosa y es muy improbable que algo en este formulario fuese verdad, así que no tenía sentido continuar.
— Vous êtes un fiasco complet.
«Eres un completo fiasco.»
— Digo interrumpiendo la entrevista de Alex.
— Es que yo... Ah... Eh... Hum...
— Me siento muy orgulloso de que conozca las vocales señorita...
Isabella.
Pero estoy más interesado en saber los detalles verdaderos de su vida.
— No dijo nada.
— ¿Debo repetir la pregunta?
— Exclamé enojado.
— ¿O es que tampoco entiende español?.
— Apretó sus labios y enderezó su postura.
— Vale, vale, está bien, mire señor Marshall.
— Su mirada asustada cambio a una más fiera.
— Sólo he colocado esa información para poder pasar a esta entrevista, he sido rechazada está semana en otros empleos más veces de las que pueda imaginar y cuándo ví su anuncio pensé que podría tener una oportunidad.
Pero es obvio que no.
— Mantuvo los ojos clavados en los míos.
— Así que sí, Señor Marshall.
Le he mentido en toda mi información...
Soy madre soltera, no tengo una profesión universitaria, tampoco hablo otros idiomas y por último soy malísima en deportes.
En realidad trabajo en un Bar nocturno, para caballeros.
Me gano la vida bailando semidesnuda para idiotas cómo usted.
— Se levantó de la silla dejándonos con la boca abierta a Alex y a mi.
— Y antes de que digan algo...
«Lo hago por mi hija»
— Salió de la oficina sin esperar respuesta alguna.
— Oye... pero....
¿Vas a dejar que se marche?
— Alex me zarandeó.
— Te dije que: ¡No es la adecuada!.
— Murmuré.
Y de igual forma no aparté la mirada de ella, aunque jamás lo admitiría delante de nadie, por un segundo me sentí intrigado por la muy avergonzada, pero deliciosa señorita Isabella.
Tomé la mayoría de formularios y los tiré a la basura todo había sido una perdida innecesaria de tiempo, me levanté para salir al pasillo y parpadeé un par de veces como si estuviese viendo una visión.
James, estaba charlando animadamente con la mentirosa en cuestión, me acerqué a ellos y la chica levantó la mirada, luego alzó una ceja.
— Si viene a echarme de su empresa, no es necesario.
— Me atacó sin siquiera dejar que hablara.
— Ya me largo.
— La verdad es que tengo personal de seguridad que podría encargarse de eso por mí.
— Abrió un poco más sus ojos, parecía ofendida.
— Fue un placer conocerte James.
Adiós.
— Se despide del chico, me da una última mirada y luego se volteo enojada.
— ¡Señorita Miller!.
— La detuve antes de entrar al ascensor, estaba a punto de romper todas mis reglas.
«No sé que demonios me pasaba»
— No suelo considerar a las personas mentirosas cómo dignas de ser tenidas en cuenta para trabajar para mí, pero en vista de que usted necesita un empleo con urgencia, algo me dice que debo hacer una excepción.
— Suspiró a profundidad cómo si estuviese reteniendo el aire.
— Bueno, gracias...
— Trató de ocultar la felicidad, pero el semblante de su bonita cara la delató.
— ¿Le importaría que le pregunte cuánto cobra una gobernanta de planta y cuál sería mí horario?
— Dió un paso adelante.
— No quiero contratarla para limpiar señorita Isabella.
Quiero contratarla para que se convierta en mi esposa, bajo contrato.
Necesito una esposa con urgencia para cumplir un asunto familiar, pero antes debe saber que existen ciertas condiciones.
¿Estaría dispuesta usted a guardar las apariencias y aceptar mi propuesta?