Ginebra, Suiza 30 de agosto 1965
Te escribo porque he decidido morir y a menos de que comiences a leer y desarrolles un increíble poder de deducción nunca sabrás de quien habla esa novela que fue un bestseller en Estados Unidos después de la guerra, hay cosas que Jackson Lewis no añadió y que no escuchó, así que es mi responsabilidad que lo sepas, puedes publicarlas o contárselas a tus compañeras de bingo, me da igual.
Una tarde de lluvia, un hombre de esos que les abren la puerta a las mujeres, seden su asiento a los ancianos en el tranvía y que nunca dicen algo sin propósito, se paseaba por las calles de París, mismas que estaban desiertas, faltaba menos de una hora para el toque de queda, cualquiera habría jurado que era Humphrey Bogart el que se paseaba sin paraguas en el distrito 18, con su sombrero de fedora y gabardina empapados, se quedó parado frente a una supuesta casa de citas sopesando si debía entrar y qué tan indispensable era su proyecto.
__ ¿Sabe dónde puedo encontrar a Anna Schneider? __ preguntó en francés con un marcado acento quebequense. El hombre lo examinó y lo encontró digno de tal información.
__ En la siguiente calle, en el Moulin Rouge __ respondió secamente tras encenderle el cigarrillo. El hombre le dejó caer algunos reichmarks y se marchó; siguiendo las instrucciones del cantinero llegó a un establecimiento con un gran letrero iluminado, se percató de que el lugar estaba abarrotado por jóvenes con brillantes antifaces, quienes hacían compañía a ebrios uniformados, algunos policías, otros oficiales de Wehrmacht y muchos SS que reían entendiendo a medias las palabras de las muchachas, había alegre música que venía de algún sitio, al lado de la barra había una serie de escaleras que estaban permanentemente iluminadas por una luz roja, el hombre se sentó al lado de esas escaleras y al igual que en el establecimiento anterior entabló una animada conversación con el cantinero, que en esta ocasión era mucho más amigable, hizo la misma pregunta y recibió como respuesta el señalamiento de una joven alta, esbelta y llamativa, vestía un bien trajeado rojo brillante y un antifaz distinto al de las demás, sus ojos violetas resaltaban del satín de la máscara, estaba sentada entre dos oficiales de la SS a quienes susurraba al oído. El hombre se condujo a una mesa donde la observó por cosa de quince minutos hasta que capturó su atención y la incitó a que se acercará a él, se despidió coquetamente de los oficiales y contoneándose caminó hasta la mesa del hombre.
__ Buena noche, caballero __ saludó inclinándose sobre la mesa para mostrarle su escote. __ ¿Le puedo ayudar en algo? __ añadió sonriéndole.
__ Me gustaría conversar con usted __ le marcó poniéndose en pie para señalarle que se sentase, ella se desconcertó por el gesto de sobria galantería, pero accedió.
__ ¿Quién es usted? __ respondió a la defensiva por su acento extranjero.
__ Soy un periodista del New York Times y me gustaría entrevistarla.
__ Esta no es una oficina de periódicos y mucho menos de los Aliados __ señaló, diciendo esto último en inglés y en voz muy baja.
__ Soy consciente de eso, pero si accede le pagaré por ello __ mencionó mirándola a los ojos.
__ ¿Cuál es su interés en mí?
__ Deseo compilar sus respuestas en una biografía.
__ ¿Sería anónima?
__ Sí, si así lo desea.
__ ¿Qué quiere que le cuente? Porque, me disculpará, pero creo que hay personas más interesantes que yo en esta ciudad.
__ Quiero saber cómo es que llegó aquí, por qué lo hizo, cuándo y cómo se hizo tan popular.
__ Usted cree que cuando mi madre me preguntó de niña, qué quería ser de mayor, yo le respondí ¿prostituta?
__ Desde luego que no, pero por eso quiero saber qué fue lo que cambio esos planes.
__ Acompáñeme __ espetó tomándolo por el brazo, dispuesta a subir esas escaleras en su compañía.
__ Señorita ¿adónde vamos?
__ A una habitación donde conversar, permítame ver cuál está desocupada.
Ambos entraron precipitadamente en una habitación con iluminación convencional y bonitos muebles.
__ ¿Es higiénico que me siente aquí? __ preguntó el periodista asombrado por lo que esas paredes habrían presenciado más de una vez, aunque no era un santo se consideraba un hombre conservador y que ni en sus sueños más guajiros estaría en un cabaret europeo.
__ Esta habitación no ha sido usada esta noche, las sábanas están limpias, siéntese con confianza.
__ ¿Usted vive en este edificio?
__ No precisamente, pero si vivo en una pensión con algunas de estas muchachas.
Se sentaron sobre la cama y ella se quitó el antifaz, era muy bonita, sus rasgos eran refinados, aunque su nariz se torcía por el puente, había algo en su expresión que le impedía tener el título de belleza indiscutible, las cuencas de sus ojos se hundían y su pequeña nariz adquiría un aire inapropiado cuando elevaba la barbilla.
__ Me gustaría saber su nombre.
__ No le diré nada de mí mientras estemos aquí, además sé muy poco de usted.
__ ¿No le bastó saber que vengo del New York Times?
__ Cualquier idiota puede venir del New York Times. Quiero saber más de usted y según lo vea decidiré si contarle de mí.
__ Me llamó Jackson Lewis soy de Gatineau, Canadá.
__ ¿Cómo terminó en París? __ le interrogó ella encorvando una ceja.
__ Llegué con las tropas canadienses en 1940 como corresponsal de guerra, de momento no puedo irme del país, saben que estoy vivo, pero por ahora no pueden hacer nada y la resistencia espera órdenes de Londres, me hablaron de usted y decidí venir a oír su historia.
__ Debería armarse de una gran paciencia, no harán gran cosa por usted, esa gente solo se para el cuello para el fin de esto y a los demás nos puede llevar el viejo del costal, mientras De Gaulle siga diciendo que los Aliados están más cerca, nadie se preocupa __ espetó con cierto desprecio.
__ Se equivoca, he recibido varios mensajes desde que llegué aquí ¿cuánto tiene en la resistencia?
__ Lo suficiente para recibir una medalla de la reina y no pagar impuestos por el resto del siglo.
__ Por favor, cuénteme, he intentado indagar sobre usted, pero nadie me da respuesta, solo sé que estuvo un tiempo en Ámsterdam haciendo espionaje, que tiene un prometido y que es prostituta desde hace unos meses.
__ Bien, sabe suficiente para convencerme, primeramente, nunca he estado en Ámsterdam y no existe tal prometido. La razón de mi popularidad son mis ojos, lo veré mañana a las cinco afuera de la Basílica del Sagrado Corazón__ se levantó y abrió la puerta para despedirlo.
Tuya