Tengo un primer día de trabajo productivo.
Helen la secretaria de Kevin me enseña y me aclara todo detalladamente. La planta dónde voy a trabajar,- Planta dos, menos mal porque yo y los ascensores no nos llevamos nada bien- dónde está la cafetería, y cuál es mi trabajo en un principio.
Me instalo en una mesa de escritorio blanca, con varios archivadores sobre ella, y un ordenador. Un Mac con impresora. A media mañana mi BlackBerry vibra y me sobresalta. Serenada la cojo, la desbloqueo y miro la pantalla. Tengo un mensaje de un número desconocido. Abro el mensaje, intrigada.
Martes 4 de Junio de 2013 11: 00 AM
Mensaje:
*Hola, Elisabeth. ¿Te apetecería almorzar conmigo? Avísame. Izan*
¡Dios! Es de Izan. Me quedo boquiabierta mirando la pantalla, con los ojos como platos, me pongo nerviosa y el pulso se me dispara.
¡Sé ha vuelto a poner en contacto conmigo!
Lo primero que hago y que no hice el otro día, es guardar su número rápidamente. Luego le respondo con un mensaje ligero con dedos temblorosos. Es mi primer día de trabajo quiero estar a la altura, no que piensen mal de mí.
Martes 4 de Junio de 2013 11: 03 AM
Mensaje:
*Hola, Izan. Sí, me apetece, gracias. PD: Puedes llamarme Beth. *
Espero a que conteste pero no lo hace. Dejo el móvil en el escritorio y me concentro en el trabajo que tengo por delante. Al rato escucho nuevamente la vibración del móvil. Es un nuevo mensaje de Izan.
Martes 4 de Junio de 2013 11: 10 AM
Mensaje:
*De acuerdo, Beth, ¿A qué hora sales?*
Con su pregunta me da a entender que sabe que estoy trabajando. ¿Siempre lo sabe todo? Su contacto quién quiera que sea es bueno en su trabajo.
Escribo en respuesta.
Martes 4 de Junio de 2013 11: 12 AM
Mensaje:
*A las doce. Tengo una hora para almorzar.*
Pulso el botón de
A los dos minutos me contesta.
Martes 4 de Junio de 2013 11:14 AM
Mensaje:
*Bien. Te espero fuera. Te veo pronto. ;)*
¡Oh, me ha enviado un guiño! Sonrío de oreja a oreja como una tonta y le envío un mensaje conforme.
Martes 4 de Junio de 2013 11: 16 AM
Mensaje:
*Vale :)*
No puedo creerme que después de la estupidez del otro día quiera salir a almorzar conmigo. Seguir viéndonos. Pero me alegro mucho. Vuelvo al trabajo más feliz que una perdiz y a las doce bajo por las escaleras. Paso por la puerta giratoria para salir a la calle, -justo arriba de éstas, se encuentran las palabras Glam Magazine en letras metálicas- y nada más salir lo veo apoyado en su coche con las manos metidas en los bolsillos y los tobillos cruzados.
¡Madre mía! ¡Qué guapo está!
Lleva puesto un traje gris con camisa blanca y corbata negra, está radiante. Me ve y sonríe ampliamente. Se aproxima a mí y yo hago lo mismo.
-Hola -murmura con una sonrisa espectacular que hace que me derrita entera.
¡Vaya! Se le ve muy contento.
-Hola -sonrío tímida.
-¿Vamos? -me pregunta cabeceando hacia su coche.
-Sí.
Me abre la puerta del pasajero y espera a que me acomode. Una vez estoy dentro rodea este y se monta él.
Me pregunto dónde me llevará a comer esta vez. Aunque me conformaría con
cualquier sitio sólo por estar en su compañía. Oh, Dios... ¿He pensado eso?
Izan se une al tráfico estresante, dada la hora que es.
-¿Adónde vamos? -le miro. Tiene un perfil fascinante; Pelo castaño algo alborotado, nariz recta y labios finos y a la vez carnosos.
Me mira.
-¿Dónde quieres ir? Lo dejo a tu elección.
Estamos parados ante un semáforo.
-Mmm... La verdad es que no conozco ningún sitio, acabo de mudarme prácticamente así que...
Me callo dudosa.
-Ajá. Bueno, ¿dónde habrías ido si yo no llego a ponerme en contacto contigo?- me pregunta con una ceja arqueada.
Frunzo un poco el ceño.
Vaya, pregunta.
-Bueno, puede que a un Burger o me hubiera comprado algo en algún puesto rápido -comento.
Entorna los ojos.
-¿Y los demás días? ¿También harías eso? -alza ambas cejas expectante.
¿Qué quiere este hombre que haga? Es... raro.
-Podría prepararme algo en casa o buscar un lugar dónde poder comer. -le respondo segura con las cejas arqueadas cuando termino la frase.
El semáforo se pone en verde, Izan mira al frente y yo sigo contemplando su perfil.
-Ya -responde cortante- No quiero que te alimentes de comida basura. Tienes que comer bien. Yo me encargo del sitio -añade determinante.
Parece irritado. ¿Creo que tiene poca paciencia o es cosa mía? Quiere que coma bien. ¡Pues claro, yo también! Pero porque me coma una hamburguesa o un bocadillo de vez en cuando no pasa nada.
Inspiro larga y profundamente. No quiero cagarla de nuevo.
Izan está muy concentrado en conducir y pensativo también. ¿En que estará pensando? Vuelvo la cabeza y miro por la ventanilla.
¿No le gusta la comida rápida? Quizás sea eso. Pero si así es, parece de otro planeta. ¿A quién no le gusta?
-Estás muy delgada. ¿Comes bien? -me pregunta de repente. Su voz suena grave, incluso dura podría llegar a decir.
Giro la cabeza bruscamente y lo miro.
¿Qué clase de pregunta es ésa? Pues claro que como bien. ¿Qué se cree?
-¡Claro que sí! Siempre he sido delgada -espeto mirándolo fijamente.
Obviamente molesta esta vez.
Él asiente despacio.
¿Qué problema tiene con la comida? Es irritante. Grr...
-¿Por qué la pregunta?
-Por nada -dice sin convicción alguna.
Nos volvemos a parar por el tráfico.
Lo miro ceñuda. De verdad que es un hombre muy raro. Llevo mi vista al frente, a la carretera. A los segundos dice.
-Mi hermana era bulímica.
Oh, Mierda. ¿Por eso la pregunta? ¿Cree que yo? Oh, no. ¡Yo no hago eso!
-¿Y piensas...?
Él me mira un segundo.
-No. Bueno, no sé -arruga la frente y sigue conduciendo.
¡Maldita sea!
-¡Por supuesto que no! -le digo elevando mi tono de voz.
Nos quedamos parados de nuevo. Izan me mira sorprendido por mi arrebato. Le he gritado, pero se lo merecía, pienso displicente. Respira Beth, respira. Y eso es justamente lo que hago respirar para calmarme.
-¿Tengo que hacerlo por ser delgada? -le pregunto ahora más serena.
-No -mueve la cabeza, cauteloso.
-¿Entonces?
-Lo siento, no quería... En casa sufrimos mucho por ese tema -comenta con una mueca incomoda.
-Yo no hago eso -miro al frente y cruzo mis brazos.
-Lo siento, no quería disgustarte -su voz suena sincera.
Ahg. ¿Es que no podemos estar bien? ¿Tener una conversación sin incomodidades?
Permanecemos callados el resto del camino, lo que es poco gracias a Dios. Es una situación bastante incomoda. La tensión que fluye entre ambos es palpable.
¿Por qué piensa así de mí? Y otra cosa, ¿va siempre haciendo esos comentarios inoportunos y desagradables a todas las mujeres delgadas que conoce? Es absurdo.
-Ya está -murmura tras haber aparcado en el parking. Me quito el cinturón y salgo del coche sin esperar a que Izan me abra la puerta. Lo espero afuera.
-Lo siento otra vez, Beth -me dice acercándose a mi- No quiera molestarte. ¿Qué te parece si empezamos de nuevo? Deseo conocerte -cuando termina la frase ya lo tengo frente a mí, sincero y deseoso, con una sonrisa seductora de medio lado.
Lo veo arrepentido, y yo soy una blanda.
-Sí, eso estaría bien -contesto, con una sonrisa que no puedo evitar tener en la cara.
Yo también deseo conocerlo.
-Hola, soy Izan Clark -dice divertido mientras me tiende la mano.
Suelto una risita.
Su apellido es Clark. Una cosa más para incluir en mi lista de cosas que sé sobre él.
-Elisabeth Rowling -le estrecho la mano encantada.
Se ríe.
-Encantado Elisabeth -contesta con una sonrisa, alegre.
-Lo mismo digo.
-¿Vamos?- me mira fijamente con sus ojos grises, brillantes.
Me deja sin aliento. Me impresiona... tanto.
-Si -susurro aturdida unos segundos.
Me coge de la mano y me lleva hasta un local que queda por aquí cerca.
Oh, esto me gusta.
El restaurante se llama Boddy Vans Grill. Es un edificio de unas treinta plantas. Tiene una gran terraza al aire libre y, hay mucha gente sentada por aquí fuera. Nos sentamos en una mesa que queda al fondo. Creo que es para tener más intimidad.
Izan coge la carta y la examina. Yo hago lo mismo.
-¿Quieres que pida por ti? -me dice alzando de la vista de la carta para mirarme.
Niego con la cabeza.
-No, gracias. Ya pido yo -examino los menús detenidamente.
Cuando Izan suelta la carta sobre la mesa, enseguida llega el camarero hasta nosotros.
-Buenas tardes -nos saluda- ¿Qué van a pedir?
Sorprendiendo a Izan e incluso a mí misma, me adelanto y respondo.
-Yo tomare salmón con espinacas y tomates y de beber agua. Por favor -contesto con voz clara y segura. Cierro la tarjeta y la dejo sobre la mesa.
Izan pestañea perplejo. El camarero toma nota en su libretita.
-De acuerdo ¿Y usted señor?
Izan lo mira inexpresivo.
-Yo tomare solomillo con puré de patatas y una copa de vino, si tiene Pinot noir mejor, si no cualquiera que se le parezca.
El camarero apunta, asiente y entonces se marcha.
Quiero entablar una conversación con él, pero ahora estoy un poco nerviosa y no sé por dónde empezar. Miro a mi alrededor a modo de inspiración y le pregunto lo primero que se me ocurre.
-¿Has estado antes en este lugar?
Me mira.
-Sí, un par de veces -contesta y se queda algo abstraído.
¿Qué estará pensando? Quiero saberlo desde luego, pero no le pregunto.
-¿Qué tal tu primer día de trabajo? -me pregunta ahora más interesado.
Una pregunta fácil.
-Bien, he conocido a algunos compañeros muy simpáticos.
Asiente.
-Me alegro.
Quiero preguntarle sobre su hermana, -me ha dejado pasmada con respecto a la bulimia- pero no sé cómo se lo tomará.
-¿Puedo preguntarte algo? -digo dudando, incluso me tiembla un poco la voz.
-Por supuesto, Beth -espera intrigado ladeando la cabeza.
-Es sobre... -dudo- Tu hermana, me has dicho que era bulímica. ¿Fue hace poco? ¿O cuándo más joven? -le hago la pregunta rápidamente.
Se inquieta. Estoy pisando un terreno inestable que se puede derrumbar en cualquier momento. Lo sé, pero quiero saberlo.
-Fue... hace seis años.
Carraspea.
-Lo siento, disculpa por la pregunta -le digo arrepentida y aparto la mirada.
Sacude la cabeza.
-No, no pasa nada, eso quedo atrás. Pero no quiero hablar del tema -hace una breve pausa y prosigue- Cuéntame de ti -me sonríe ahora animado.
¿De mí? No hay mucho que contar. Mientras pienso que contarle, llega el camarero con nuestras bebidas.
-Señor, señorita -deja las bebidas sobre la mesa y se retira.
Izan alza una ceja expectante.
-No tengo mucho que contar -digo evasiva encogiéndome de hombros.
Me mira fijamente. Ese gesto es intimidante, y me inquieta.
Cuéntale algo Beth, me digo a mi misma.
-Bueno, ya que quieres saber... Soy de Denver, pero nos mudamos a Bronx -trago saliva- Trasladaron a mi padre. Era profesor de filosofía.
Asiente de nuevo.
-Y ahora te has mudado aquí -dice mientras da un sorbo a su copa de vino.
-Sí. Termine hace poco la universidad.
-Ajá.
En ese momento regresa el camarero con el almuerzo. Deja los platos delante de cada uno y se retira a toda prisa.
La comida tiene una pinta estupenda y yo tengo un hambre atroz. Cojo el tenedor y el cuchillo y empiezo a comer.
-Me dijiste que tenías un padrastro -murmura.
Me sorprende que lo recuerde.
-Sí, Tom -respondo masticando despacio.
-¿A qué se dedica? - pregunta curioso mientras corta el solomillo.
-Es médico.
-Ah. Bien -pincha con el tenedor un trozo de carne y se lo lleva a la boca.
Lo miro atentamente.
-¿Estás trabajando ahora? -le pregunto yo esta vez.
-Sí, también tengo una hora para almorzar. Mi padre me espera. Tenemos que darnos prisa -señala mi comida porque me he quedado quieta con el tenedor y el cuchillo en las manos- Tu comida -añade.
Empiezo a cortar un trozo de salmón y, mientras lo hago me pregunto si se llevará bien con su padre.
-¿Te llevas bien con él?
-Sí, bueno tenemos nuestros días, como cualquier padre e hijo ¿no?
-Por supuesto. ¿Vives con ellos? Con tus padres, digo.
-No. Vivo solo.
Ah.
Cojo mi vaso y doy un sorbo al agua.
Nos terminamos la comida e Izan llama al camarero con un gesto de la mano. Éste, casi al instante viene hasta nosotros.
-¿Señor? -pregunta con voz amigable.
-La cuenta, por favor.
Éste asiente y se marcha.
Izan me mira y arquea una ceja con gesto intimidante y con un brillo divertido que juguetea en sus ojos. No tengo idea de que querrá, pero pienso que no hace falta que haga ese gesto. Con sólo mirarme con esos impresionantes ojos, que le cambian de color dependiendo la luz,-los cuales son ahora de un tono verdoso- ya me intimida lo suficiente.
-Esta vez me dejaras pagar sin molestarte ¿no?
Así que era eso. Si no tengo otra elección, me tendré que conformar. Pero sigo sin querer que lo pague él todo. Es irritante, y a la vez muy caballeroso y educado.
Sonrío.
-Claro.
Regresa el camarero e Izan le entrega su tarjeta de crédito. Éste la pasa por la maquinita electrónica que tiene entre las manos y se la vuelve ha entregar.
Salimos de la terraza del restaurante, cogidos de la mano. Yo lo miro sonriendo y él me devuelve la sonrisa. Nos dirigimos hacia parking dónde hemos dejado aparcado el coche.