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Juego mortal

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oscuro
matrimonio bajo contrato
chico malo
mafia
drama
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Descripción

En lo más profundo de la noche, Aria es vendida al mafioso más temido de Colombia, que escapa al extranjero para ocultarse y no ser capturado por la ley. Él es conocido como La Rata porque es feroz y se esconde con facilidad. Es un hombre poderoso, guapo y muy imponente que lleva una vida de lujos gracias a sus turbias decisiones.

En la noche que se conocen, un operativo de captura contra él se realiza en el club nocturno en el que Aria ha sido reclutada a la fuerza, pero La Rata es precavido, y logra escapar, sin embargo, y por desgracia al no quedar satisfecho con su intención de esa noche, él se lleva consigo a Aria para su escondite, y es ahí cuando Aria se ve en una temible lucha contra el destino. Puesto que ahora, su supervivencia depende de un juego peligroso entre el horror y el amor prohibido.

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En las garras del miedo & el poder
— La Rata es el mafioso colombiano más temido de todo el país. Incluso, la Interpol también lo busca. Ha cometido muchos crímenes. Ha jugado con fuego, pero hasta ahora no se ha quemado. A pesar de eso, es un hombre de mucho dinero, muy guapo y siempre nos deja muchas ganancias en cada noche que viene, es más, sus propinas son muy buenas cuando una chica le gusta, por tanto, pórtate bien con él y verás la cantidad de dinero que recibirás en solo una noche. La mujer seguía maquillándome, ella me trataba como si estuviera jugando conmigo a las muñecas. Yo quería llorar, pero si lo hacía, probablemente, terminaría muerta, y yo no quería eso, le tenía miedo a la muerte, pero más miedo me daba tener que acostarme con ese hombre del que yo jamás había escuchado mencionar. Hasta ahora. — Bien, chiquilla, anda. Ponte de pie y sígueme. Ten la mejor actitud y sé un amor con ese hombre, que no quiero tener que verme después en la necesidad de deshacerme de ti. Asentí. Pero no quise obedecerle. —Vamos, chiquilla, no te pongas a temblar ahora —me dijo la mujer, ajustándome el vestido en los hombros y tirando de la tela para que se pegara aún más a mi cuerpo. Sus uñas largas y afiladas parecían garras cuando me sujetaron del brazo. Su perfume barato mezclado con el tabaco que había estado fumando hacía que me doliera la cabeza y sintiera ganas de vomitar sobre ella para que supiera el asco que me daba su presencia. En contra de mi voluntad, me llevaron por un pasillo iluminado por luces rojas, donde el eco de nuestros pasos resonaba contra las paredes, aunque la música de discoteca estuviera sonando fuerte dentro del lugar. Cada puerta cerrada a nuestro paso era un recordatorio de lo que me esperaba al final. Allí dentro, no solamente se escuchaban nuestros pasos y la música, también escuché los gemidos de placer, y gritos de horror de mujeres que se negaban a cumplir con su trabajo. Mi corazón latía con tanta fuerza que sentía que podría escucharse desde fuera. Cuando llegamos a la puerta de una suite privada, dos hombres enormes vestidos de n***o estaban de pie, con los brazos cruzados. Uno de ellos abrió la puerta sin decir una palabra y me miró con ojos serios y sombríos, llenos de maldad que en cualquier momento se desataría si yo intentaba hacer cualquier cosa para huir. La mujer me empujó con una sonrisa forzada, como si quisiera aparentar que todo estaba bien y que ella sería buena conmigo después. Y entonces, ahí estaba él. La Rata. Sentado en un sofá de cuero blanco, con un puro entre los dedos y un vaso de licor en la otra mano, irradiaba poder, ambición y pura y oscura maldad. Su traje le queda perfectamente ajustado al cuerpo y contrastaba con los tatuajes que asomaban por sus manos musculosas y que aparentaban ser más grandes que las mías. Sus ojos me recorrieron como si fuera un objeto de lujo en una vitrina del cual disfrutaba ver. —Acércate, niña —dijo con un acento marcado del que me dio la impresión saber que no era de este país. Su voz era grave, autoritaria. Mis piernas se movieron sin que yo les ordenara, como si mi cuerpo ya no me perteneciera y quisiera obedecer antes de que se me avecinara algo mucho peor. Me acerqué lentamente, evitando mirarlo a los ojos. —Mira nada más. Eres perfecta. ¿Cuánto pediste por ella? —preguntó dirigiéndose a uno de sus guardaespaldas que al parecer se encargaban de hacer todos sus negocios. El hombre asintió, pero no respondió, sus guardaespaldas no daban crédito a que fueran de aquellos que pudieran, o más bien, solo supieran hablar y que lo hacían por medio de gestos. No importaba la cantidad. Ya había sido pagada y aquí estaba a punto de vivir la más trágica experiencia de toda mi vida. Y nadie podría hacer nada para impedirlo. De no ser que él quisiera negarse y dejarme ir sin hacer nada y sin preocuparse de la perdida de su dinero. —Ven, siéntate aquí conmigo, preciosa. Obedecí, porque desobedecer no era una opción. Sentí su mano en mi cintura mientras me jalaba hacia él. El olor a alcohol y tabaco era tan fuerte que me daban náuseas. —¿Tienes miedo? —susurró en mi oído, su aliento cálido choca contra mi piel. Asentí, incapaz de hablar. Él rio como si mi respuesta hubiera sido un buen chiste. —Me gustan las chicas asustadas. Pero tranquila, esta noche será inolvidable para los dos. Prometo que te trataré muy bien, como una reina. De repente, el sonido de música y risas que venía de la fiesta se detuvo abruptamente. Un grito ahogado resonó desde afuera de la habitación, seguido de un ruido seco. —¿Qué demonios está pasando? —gruñó La Rata, poniéndose de pie de un salto y haciendo que yo también me apurara en ponerme de pie antes de caer al suelo por su reacción. La puerta se abrió de golpe, y uno de sus hombres entró apresurado. —¡Es el FBI! Están entrando al lugar. ¡Tenemos que irnos ahora! Todo sucedió en un instante. La Rata maldijo en voz alta y arrojó su vaso contra la pared, haciéndolo pedazos. Sus guardaespaldas lo rodearon de inmediato, y antes de que pudiera reaccionar, sentí unas manos fuertes sujetándome para que no pudiera irme. —Llévenla también. No podemos dejar ningún cabo suelto. Además, pagué mucho dinero por ella, y no pienso perderlo —ordenó La Rata. Intenté resistirme, pero fue inútil. Uno de los hombres me levantó como si fuera un saco de papas y me llevó hacia una salida trasera. Mi corazón estaba a punto de explotar mientras escuchaba gritos y disparos en el lugar. No dejo de llorar y de temblar por el miedo. Más no hay nada que hacer. El destino me había puesto en este camino, y no había marcha atrás. —¡Déjenme ir! —grité, pataleando, pero nadie parecía escucharme. Subieron a toda prisa a una camioneta negra que estaba esperándonos en un callejón cercano. Me arrojaron dentro junto con La Rata, quien se encendió otro puro como si nada hubiera pasado. —Tranquila, muñeca. Esto es solo un contratiempo —dijo con una sonrisa fría mientras la camioneta arrancaba a toda velocidad. Yo temblaba, con el terror, apoderándose de cada fibra de mi ser. ¿Qué sería de mí ahora? ¿Qué planeaba hacer conmigo este hombre que parecía estar por encima de la ley y del mundo?

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