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2608 Palabras
                                                                                           Katherine   Días después de mi gran decepción romántica decidí que era momento de ordenar mis porquerías, en especial mis documentos de la universidad. Josh me miraba en silencio cuando yo revisaba cada carpeta y usaba post-it de diferentes colores para no confundir nada. En cuestión de horas comprendí que mi espectáculo de autocompasión y apariencia andrajosa no me llevaría a ningún lado así que ese día en particular opté por probar algo nuevo. Me veía impecable de pies a cabeza, ignoré el frío porque para algo tenía vestidos de invierno y dejé de creer que el clima estaba acoplado a mi corazón. —¿A dónde vas, cariño? —A la universidad. Tuve una conversación con el director de la carrera y dijo que podía ofrecerme una especie de beca. No puedo seguir perdiendo meses de mi vida—Josh asintió con escepticismo y me encogí de hombros—. ¿Cómo me veo? —Como un rayo de sol en invierno—corrí hasta él y lo abracé—. Estoy tan feliz de que salieras de tu cuarto. Al fin podremos desinfectarlo. —Si, las polillas y el drama nunca han sido de mi gusto. Subí al auto y conduje hasta la universidad. No quería llegar atrasada y dar una mala impresión porque en serio necesitaba otra oportunidad académica, más ahora que era elemental distraerme. Debía estudiar si o si, era buena en eso, aunque no supiera qué camino tomar ahora. Durante la reunión, el director me recordó que toda mi familia había estudiado ahí, la misma carrera que yo estaba abandonando definitivamente. Traté de parecer atenta a sus opiniones, pero ya no necesitaba saber sobre la línea laboral de mi familia. No engañaría a nadie a esas alturas en que todos sabían que mis ausencias no se debían a una infección o problemas de movilización. Él consideró que, ante no tener una opción clara sobre mi próxima carrera, debía buscar orientación especial. Al recibir la tarjeta jamás pensé que mi orientadora seria Rose Haughman, la misma chica que tanto me gustaba en mi adolescencia. Sabía que trabajaba en la universidad, pero su oficina no estaba en mi antigua facultad así que tampoco quería ir en su búsqueda. Opté por quedarme en el auto y mirar el número en mi celular. Cuando marqué no respondió y lo agradecí, pero tuve que dejar un vergonzoso mensaje en que le decía mi nombre completo e identificación universitaria para que luego ella respondiera, de forma tan casual, que pasaría por mi casa. Así que ahí estaba, mirando hacia el patio mientras dejaba mi celular a un lado. Mis hermanos jugaban con Sparks y mamá podaba el jardín por millonésima vez en la semana. Era una buena vista la de mi balcón, había descubierto que tenía potencial para ser mi lugar favorito en el mundo si tan solo no hubiese conocido la sensación de estar en la cama de Devora. Esos recuerdos me hacían odiarla más ¿Cómo podía estar con otra ahora? Después de todo lo que pasamos juntas, todas las promesas e intimidad ¿Para qué? ¿Para volver con la ex que, aparentemente, la había lastimado tanto? La explicación de Teresa no me parecía entendible, tener historia con Allison no era suficiente como para olvidar lo que nosotras habíamos forjado. Pero ¿Qué eran unos cuantos meses en comparación a un hijo en común? Había perdido la carrera mucho antes de empezar a correr. Afirmándome en mi poca importancia, me preparé para la llegada de Rose. Agradecí que mis padres no hicieran un gran alboroto al ver a una chica abiertamente lesbiana visitándome, así que no tardé en salir y sonreírle mientras bajaba de su auto. —Hola, Katy ¿Cómo estás? Sonreí esperando que eso disimulara mis nervios y le estiré mi mano pensando que era una buena forma de saludarnos. —Bien—sostuvo mi mano y, antes de que pudiera decir algo más, besó mi mejilla—. ¿Cómo estás? —Genial, pocas veces tengo llamadas tan interesantes. Volví a sonreír, pero esta vez no tenía nada que ver con los nervios.   Al subir a su auto pensé en la palabra “interesante”. ¿Por qué las chicas creían eso de mí? Era tan aburrida como una roca y lo demostré durante todo el camino hasta el restaurante y una vez ahí. Me había hecho muy silenciosa luego de las cordialidades del saludo así que no supe qué decir por largos minutos. Finalmente ella rompió el silencio incómodo y lo agradecí. —Entonces ¿Quieres reingresar a Northwestern? —Si. Ya no me gusta Derecho. Aunque, para ser honesta, jamás me gustó—ella asintió y le dio un sorbo a su copa—. Quisiera empezar algo nuevo. El mesero llegó a nuestra mesa para llevarse nuestra orden y yo me quedé pensando en mi último deseo. Me refería a la carrera, por supuesto, pero si traía una nueva vida bajo la manga de su chaqueta, yo la quería. Para cuando volvió a ponerme atención, fue directa. —¿Te gusta algo en particular? —No estoy segura. —Algo debe gustarte. Nómbrame las cosas que más amas hacer y yo te nombraré carreras—comencé a pensar, pero ella me apuntó con el tenedor sonriendo—. Keith me mostró tus fotografías, son muy buenas. Hay una de una arboleda…. De inmediato perdí la vista en mi copa de agua. Esa era la calle que llevaba hasta el departamento de Devora. A primera vista era un simple sendero considerando el verdadero tamaño de las calles de Chicago, pero esta era innegablemente superior con sus árboles de costado y la sensación de volver a casa. Recordaba haber tomado la foto y el esfuerzo que puse en editarla para recrear las palomitas de maíz que volaron cuando me llevó por primera vez. El resultado solo existía en mi cuenta de i********: y en dos impresiones especiales; una para Keith y otra que reposaba en el escritorio de Devora, justo al lado del cuaderno en donde dibujó lo mismo.   Cuando el silencio volvió a esparcirse en la mesa me obligué a retomar la conversación y olvidar lo mucho que la recordaba. —Lo siento. Si, me gusta la fotografía, pero no lo sé. Yo solo tomo fotos, no sé nada más. Me sonrió con dulzura y se encogió de hombros. —No seas presumida, Keith siempre presume las fotos que le tomas. Él es guapo, pero la fotógrafa saca a relucir eso—Rose pasó por alto lo tímida que me ponían los halagos y continuó—. ¿Algo más en lo que seas buena? —No—sonreí y no me llevó más de cinco segundos imaginarme viviendo lo que siempre fantaseaba—. Pero tienes razón. La fotografía si es lo mío. Durante la comida hubo uno que otro silencio incómodo en el que solo me pregunté ¿Por qué todos eran tan aburridos? Tal vez era culpa de Devora y su calidez que no daba espacio a que se extendiera cualquier tipo de silencio. Aun así, Rose ignoró cualquier protocolo y caminó junto conmigo por los museos y las exposiciones de fotógrafos en ascenso. Me contó sobre su vida como orientadora de la universidad y la comodidad que sentía en general. Pocas personas parecían tan en paz con su entorno y con ellos mismos. Era envidiable. —Keith mencionó que estabas soltera—me sorprendí por unos segundos, pero asentí de todos modos—. Sé cómo se siente, Katherine. Rápidamente atrajo mi atención con eso y la miré. No quería hablar sobre Devora, parecía un tema reservado solo a mis mejores amigos, pero ahí estaba, con deseos de sacarla a colación y así, de alguna forma, sentirla más cerca. —¿Qué exactamente? —Ser dejada por tu primer amor—asentí con la cabeza y continuó—. Es una porquería, pero por algo pasan las cosas. Esa chica en particular no parece una buena opción. De repente Rose no me agradaba tanto y mucho menos la libertad que se adjudicaba a la hora de tocar una herida que seguía abierta. —No, no sé lo que se siente porque no fui dejada. Yo la dejé a ella—me volteé a mirarla de frente tratando de decir algo más, pero solo dije lo que estaba pensando—. Tú no la conoces. No sabía por qué le defendía. Se suponía que a esa altura debía hablar mal de ella, pero no era esa clase de persona que hablaba porquerías de alguien que, independiente del final, le hizo tanto bien. Yo era muy distinta a ese tipo de ex. De hecho, detestaba que hablaran mal de ella afirmándose solo en lo que habían escuchado en los chismes del bar. —Todos conocen a Devora Wigmore, Tatuajes, motocicletas y ropa negra. Me sorprende que tú cayeras por ese exterior y te dedicaras a ver el interior. Había algo en la manera en que hablaba y se sentía como una espina en mi pie. Era un tono tan afilado que podría jurar que tenía argumentos como para mantener su creencia, pero no tenía deseos de contraargumentar, no en el estado emocional en que estaba. —Cállate. Ella se permitió lucir un poco sorprendida después de mi advertencia. Aun así, continuó. —Como sea, no deberías defenderla. De seguro la entrada al bar sigue viniendo con un revolcón gratis con su mayor atracción. Me detuve en seco y la miré sin ningún ánimo de ser tímida y ofendida. Ya no era una niña y ella no era la dueña de la verdad solo por ser un par de años mayor que yo. —Tú no la conoces y definitivamente no me conoces a mí. Si dejé de ser la niña insegura que era antes se lo debo a ella. No voy a permitir que la insultes porque, de algún modo, también me insultas a mí. Finalmente mantuvo silencio y, al pasar lo segundos, sonrió al ver que no estaba cediendo. —Tengo muy claro que ya no eres esa niña, Katherine—un escalofrió corrió por mi espalda cuando su mirada se quedó en mi más tiempo del debido y más al notar su intensidad—. Pero dudo que se lo debas a esa. —Le debo la vida a esa chica. —Si, bueno, ahora no la tienes y no por eso estás muerta—estaba lista para darme la vuelta e irme, pero ella sostuvo mi muñeca—. Si eso crees, demuéstrame que sigues con vida. Detuve mi escape y me permití varios segundos de análisis a mi actitud, pero en especial a la suya. Estaba demasiado sensible y agresiva al mismo tiempo, pero ella lo entendió y solo me indicó el camino por el pasillo de los paisajes invernales de Europa.    Estaba siendo un invierno muy largo. Llevaba casi dos meses llorando a una chica que ya estaba con alguien más. Era la misma chica que jamás dejaba de sorprenderme, para bien o para mal e intentar odiarla era inútil después de que me hizo amar absolutamente todo de ella. A través de las imágenes pude notar que no todo era en blanco y n***o y que incluso el invierno tenía colores. Durante el verano, Devora no solo me dejó conocerla, sino que también me hizo conocerme a mí misma y para cuando llegó la primavera yo me había dejado atrás, para bien o para mal. Ya no quería perder los mejores años de mi vida encerrada en un cuarto, viendo las estaciones pasando por mi jardín y la vida de otros a través de fotografías. Al perder a Devora volví a ser esa chica luego de prometerme que no volvería a ocultarme. Ahora, meses después, sentía que era capaz de quedarme con lo bueno. La tarde se hizo muy corta y caminamos por las calles cuando casi era de noche. No volvimos a hablar sobre Devora, ni sobre lo que yo solía ser, pero si sobre lo que era en ese momento, calle abajo y a su lado. Supe de la música que le gustaba y también de las películas que veía más de una vez y ella escuchó lo que yo tenía para compartir. Cuando me dejó en casa le entregué su bufanda a pesar de que ahora olía más a mí que a ella. —Lamento haber sido tan explosiva. Estar encerrada me hizo perder mis modales y conductas sociales—sonrió al mismo tiempo en que la luz de la entrada se encendió avisándome que mis padres estaban espiando en algún lugar—. Muchas gracias por esta tarde. Ella asintió y me volteé para entrar. —¿Qué vas a hacer mañana? La miré por encima del hombro intentando no sonreír. Llevaba toda la tarde haciéndolo y era como delatar lo bien que la había pasado y cómo quería que se repitiera. —No tengo nada planeado para todos los mañanas que vienen. Su sonrisa se hizo más amplia y prometió llamar antes de subir a su auto e irse. Cerré la puerta de la entrada con la mayor delicadeza que pude y me recosté en ella para analizar lo que estaba pasando y cuan lista estaba para dejar que siguiera así. No fue un dilema muy largo porque mamá se cruzó en mi campo visual. —Hasta que saliste de tu cuarto—dijo fríamente. Yo guardé silencio—. No te odio. —Pero tú no me has hablado desde...esa noche—miró hacia la chimenea y vi el fuego reflejándose en sus ojos—. ¿Crees que un día podrás hablarme como si fuera tu hija? Cerró los ojos y noté que estaba resistiendo las lágrimas. En silencio, me le uní y recordé todo lo que dijo esa noche solo que ahora entendía el trasfondo, en especial cuando comenzó a contarme algo de lo que jamás hablaba. Mi padre biológico. —Jamás lo sospeché. Las chicas lo adoraban y él siempre estaba coqueteándoles. Era el mejor amigo de Dulce, la madre de Devora—tragué saliva y asentí. No quería que el tema se fuera en esa dirección—. De hecho, cuando yo estaba embarazada de ti me la encontré en el supermercado. Ella se la pasaba viajando a su país natal y no la veía hace años, pero bueno, surgió el tema de la secundaria y ella me contó que Ronan siempre fue gay. Mi padre se llamaba Ronan y fue sorprendente saberlo de esa forma, luego de años en que ni siquiera podía darle un rostro. Aun así, me enfoqué en mamá y sostuve su mano. —Ella… ¿Por qué no te lo dijo antes? —No sabía que yo estaba con él. Cuando quedé embarazada de Kevin mis padres me sacaron de la escuela y Ronan la dejó para trabajar. Dulce también estuvo embarazada durante el mismo periodo así que todos cortamos relación. —¿Qué hiciste cuando ella te lo dijo? —Regresé a casa antes de lo planeado. Le iba a contar lo que dijo Dulce, esperaba que lo negara y nos riéramos al respecto, pero cuando llegué él estaba con nuestro vecino. Puedes imaginarlo. Solo asentí y guardé silencio mientras ella lloraba y tomaba respiros para volver a empezar. —Ahora entiendes por qué reaccioné así. No fue tu culpa, Katherine. Una experiencia así te deja demonios y rencores, confunden, pero debes saber que yo jamás quise lastimarte—sentí su mano en mi mejilla y levanté la mirada para encontrarme con la suya—. Eres mi nenita, no volveré a discriminarte por esto. Todo ese tiempo había estado presionada contra dos paredes, sin poder escapar ni respirar y ni siquiera me había dado cuenta. En ese momento, cuando mamá se puso de mi lado, destruyó todo lo que me estaba matando lenta y silenciosamente. No podía dejar que el momento pasara y se perdiera así que la abracé y nos quedamos así. Siempre creí que mamá no volvería a hablarme y que con los años me convertiría en una desconocida para ella, pero en mis mejores sueños, me apoyaba. Así que si, lo que estaba pasando en ese preciso instante era mejor que mis sueños porque al fin era mi realidad. 
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