NUESTRO BEBÉ 1
—Ahora que he descubierto que estás embarazada de mi hijo, lo mejor será que te cases conmigo.
—Yo. . . No puedo casarme contigo.
ENCUENTRO.
ELY.
Mi día transcurre entre llamadas, mails y papeles, un día como todos siendo la secretaria de gerencia, hasta que las puertas del ascensor se abren mostrando a Alexander Black, el rubio más atractivo que jamás haya visto, desde que lo vi la última vez en la casa de los Williams donde lo conocí después de chocar con él, fue muy vergonzoso además de que la chica tímida que hay en mí, salió a flote, en fin ese día recordé que no debo pensar en imposibles, él es millonario y socio de la compañía donde trabajo y yo soy una simple secretaria, así que elimine cualquier pensamiento referente a él, bueno hasta hoy, que observo como entra a paso seguro, como si fuera dueño del mundo, me quedo muda hasta que llega a mi oficina y sonríe, con esa sonrisa tan cautivadora.
—Buenas tardes, Elizabeth, ¿cierto? —pregunta entrecerrando los ojos.
Recuerda mi nombre, creo que los latidos de mi corazón están fuera de control en este instante, entonces seguro no soy tan invisible como lo creo.
—Buenas tardes, si, si Elizabeth, permítame lo anuncio con la señora Williams —hago un gran esfuerzo por intentar hablar fluidamente este hombre frente a mí, me pone nerviosa, tomo el teléfono y hablo con Aithana, la cual pide de inmediato que le haga pasar, se ve que es importante para ella, pero no llego a entender lo que está sucediendo y pienso que tampoco es algo de mi incumbencia.
—Adelante —digo caminando en dirección a la puerta, la abro y él sigue, asiente en mi dirección, pero se ve sorprendido por el jardín de rosas que el esposo de mi jefa le envió esta mañana, fue un momento tan romántico, el señor Black por un segundo se queda inmóvil, esto solo me hace pensar que él siente algo por Aithana, por supuesto que tendría sentimientos, ella es la mujer mejor, dulce, amable que haya conocido además de que es hermosa.
—Pasa Alex, por favor —pide mi jefa mirando al recién llegado, el cual sale de sus pensamientos, mientras que ella con un gesto y articulando diciendo “por favor” en silencio me muestra un vaso de cristal vacío y no tiene que decir nada, porque he entendido su petición.
Asiento, cierro la puerta y me encuentro con una de las chicas quien me pide los planos de los nuevos proyectos que serán revisados por los ingenieros y el arquitecto de la compañía, tardo un poco en encontrarlos, cuando finalmente lo hago se los entrego, pero son muchos así que la acompaño a la sala de juntas para ayudarle, finalmente y cuando todo está en orden, camino a la cafetería del piso con el fin de organizar la jarra con agua para mi jefa, ella es muy saludable y el agua no puede faltar en su oficina, cuando lleno la jarra y pongo en la bandeja dos nuevos vasos, camino con cuidado a la oficina, no quiero hacer un desastre y aunque hablar con personas diferentes todo el día me ha hecho alguien más segura, no dejo de ser un poco torpe, al llegar a la puerta tomo la bandeja con una mano y con la otra arreglo mejor las cosas para equilibrarlas; sin embargo, no alcanzo a hacerlo debido a que la puerta se abre y choco con alguien, la jarra se derrama sobre ambos, quedo empapada, me apresuro a ver si es mi jefa a quien le ha caído el agua encima, pero me quedo de piedra al ver que, Alexander Black es quien está empapado de la cintura para abajo, me sonrojo violentamente, parece que mi destino últimamente es chocar con él, el señor Black se mueve rápido y sostiene la bandeja junto a la jarra para que no caigan de mis manos, los vasos no corren con esa suerte.
—Lo-lo lamento —apenas puedo articular mientras sacudo mi camisa de botones blanca.
El hombre frente a mi mira su traje gris con corbata azul mojado, no sé cuál de los dos está menos empapado.
—Ely ve a casa y te cambias, ¿está bien?, ya solo faltan unos cuantos minutos para salir, regresa mañana —Mi jefa habla tomando la bandeja de las manos del señor Black.
—Si señora, gracias —respondo apenada y me preparo para dar la vuela e ir por mis cosas, hasta que su voz grave y varonil detiene mis intenciones.
—Yo te llevo —menciona y no estaba preparada para escuchar algo como eso, ¿él quiere llevarme a mí?, ¿a mí? Me falto poco para formular la pregunta a viva voz, sin embargo, mi mente trabaja rápido y me hace ver que lo hace por cortesía, así que prefiero negarme, puedo llegar en autobús a casa, seguro me secaré en el camino.
—Oh, pero no quiero molestar —intento rechazar su ofrecimiento, ya que seguramente debe tener muchas cosas mejores que hacer que llevarme al otro lado de la ciudad.
—No te preocupes, vamos —Apunta el camino y mi jefa asiente apoyando la idea del señor Black.
Sin más remedio giro mis pasos hacia mi escritorio para tomar mis cosas mientras él me espera mirando su reloj, camino para salir y él permanece a mi lado, por alguna razón no me siento cómoda al lado de este imponente hombre, o será porque todas las mujeres de la oficina lo ven como si fuera el santo grial, seguro no debe ser ningún santo, pienso y evito reír del pensamiento, así que ahogo la risa y continuo mi camino, notando que él no repara en ninguna de ellas, lo sé, debe estar muy enamorado de mi jefa quien está casada y profundamente enamorada de su esposo, puedo llegar a imaginar lo que él está sintiendo, hace un par de años me enamore de alguien y no fui correspondida.
Llegamos al ascensor y un gran silencio nos rodea, me siento un poco cohibida, contrario de él, que exuda una seguridad de envidiar, miro al frente como si hubiera algo muy interesante ahí, las paredes en espejo me hacen ver mi reflejo, mi ropa empapada y mis mejillas en un tono carmesí, por supuesto que se les ocurre ponerme en evidencia, para mi fortuna o será poca fortuna mi acompañante no repara en mí, su mirada me dice que su mente no está aquí y tiene un gesto sombrío en sus facciones, como si algo le molestara de gran manera y a la vez veo cierto rastro de dolor en sus ojos, ¿será posible que se haya arrepentido de llevarme?, o piensa que perderá el tiempo al llevarme a casa, el sonido del elevador llegando al primer piso hace que los dos veamos en dirección a las puertas que se abren en ese instante, camino a su lado queriendo decirle que no debe hacerlo, no debe llevarme a casa. Llegamos a su auto que está estacionado justo en frente.
—Yo… no debe hacerlo, puedo volver a casa por mi cuenta, no quiero causarle molestias, debe tener asuntos realmente importantes que resolver —pronuncio presionando las tiras de mi cartera con nerviosismo, su ceño se frunce mientras me observa, me siento algo intimidada, por su mirada clavada en mí y no puedo evitar la tensión en mi cuerpo al ver que no musita palabra alguna, se muestra pensativo y creo que está haciendo un recuento en su mente.
—No, Elizabeth —responde con seguridad —, no tengo nada más relevante que hacer que llevarte a casa y evitar que la ropa empapada te produzca un resfriado o algo peor —afirma, haciendo que me muerda el labio al escuchar mi nombre en los suyos.
—Pero usted… —apunto a su pantalón mojado, con mi pequeño dedo.
—Ponte esto —dice al tiempo que retira el saco de su traje y lo pone sobre mis hombros creo que el saco se salvo, casi de forma automática, mi mirada registra como su camisa se ajusta perfectamente a sus músculos, además percibir su agradable perfume —. Sube, por favor —su voz atrae mi atención, abre la puerta del auto y señala el camino.
Sin decir una sola palabra entro al auto y tomo asiento en el lugar que me corresponde, el señor Black cierra la puerta y camina por el frente para llegar a su lugar mientras me impresiona lo lujoso que es el auto por dentro, aun más que los de mi jefa.