Era ese mismo hombre con el que había tenido dos altercados en el trabajo. ¿De todo los hombres que habitaban en la tierra, tenia que ser él? No me vio porque retrocedí unos cuantos pasos y me coloqué de manera que Addison y Jake me cubrirán, estaba claro que no quería que me viera.
Éste se aproximo a nosotros.
-Garret, te presento al señor Webster.
Garret estrecho la mano de papá y saludo.
-Encantado señor.
Llevaba el cabello rubio engominado para atrás y lucia un traje de tres piezas de color n***o con zapatos Oxford. Se veía elegante y pulcro.
-Ella es su mujer Amber, sus hijas y su yerno -le siguió comentando, McDermott. Garret saludo a estos tres y si no hubiera sido por la agudísima corrección de Amber a lo mejor me hubiera librado de aquello.
-Ella es mi hija, Alyssa.
Inexorablemente alcé la cabeza que mantenía agachada y sonreí tanto como pude, no podía hacer otra cosa. Él se echó para tras al verme y sonrió también. Su sonrisa era tan falsa como la mía.
-Un gusto, señorita Alyssa -le tendí la mano y me beso en los nudillos sin apartar sus clarísimos ojos de mí. Sentí sus labios suaves contra mi piel y retiré la mano tan pronto como me permitió.
-Lo mismo digo -le dije yo, no quería ser grosera, de hecho no había sido yo quien lo había tratado de manera impertinente y soez.
No volvimos a cruzar palabras, pero si miradas, sentía sus ojos constantemente sobre mí. El colmo fue cuando al sentarnos en la mesa que nos correspondía, también estaban incluidos ellos, además de tres personas más, antiguas amistades de papá.
Yo esquivaba su mirada tanto como podía, pero a veces me era difícil. Tenerlo frente por frente no me dejaba otra opción que mirarlo, cuando levantaba la cabeza ¡zas! Ya lo había vuelto a mirar otra vez.
Me sentí soberanamente bien cuando éste se disculpó ante los comensales y se largó. Después de aquello empecé a sentirme relajada por primera vez en la noche, pude bajar la guardia, y disfrutar pasando el rato con la familia, excluyendo el entorno donde me encontraba.
Habíamos terminado de comer, la gente empezó a levantarse, a dirigirse a la barra libre y a la sala de baile que había al otro lado del salón. Una banda de música comenzó a tocar, era música disco, me encantaba la música disco, así que me acerqué a papá y le animé a que bailara conmigo. Acepto enseguida, papá era tan bailongo como yo.
Addison y Jake también bailaron y Amber acompañando al señor McDermott. El señor McDermott tenia mucha marcha, no cabía duda de que se conservaba estupendamente para su edad.
Baile con él al igual que con el novio de mi hermana y más tarde cansada de tanto baile y con la boca seca, me dirigí hacia la barra de bar situada al otro extremo de la sala. Había un hombre maduro y atractivo sirviendo a los invitados que se arremolinaban, para pedir sus bebidas sumamente alcohólicas.
Cuando llegó mi turno, pedí agradecida de que la cola se hubiese disipado rápidamente.
-Un cosmo, por favor.
El Barman asintió con una grata sonrisa, que yo le devolví encantada.
Me dispuse a echar un vistazo al móvil mientras esperaba mi bebida, tenia diez llamadas perdidas de Chase, y un mensaje, después de aquello, nada más. Suspiré pesadamente y tamborileé sobre la barra. Me hallaba sobre un dilema, abrir y leer el mensaje o borrarlo directamente.
Chris mi compañero y amigo me lo hubiera hecho borrar, incluso yo misma también, pero en el fondo, tenia curiosidad por saber que ponía en el. Al final ganó el dejarlo para otro momento, ya tendría tiempo de leerlo si me decidía hacerlo en algún momento.
Garret Heller.
Supe que se encontraba a dos pasos de mí, porque lo vi por el rabillo del ojo.
Vino hacia donde yo estaba y luego se apoyo sobre la barra como si tal cosa.
-Un Dry Rob Roy, cuando puedas – le pidió a otro Barman que se encontraba atareado batiendo la mezcla de una bebida en la coctelera.
Me giré dándole la espalda y hice como que no lo había visto, no me interesaba en absoluto tratar con un personajillo, de tal calibre y alimaña. Ya había tenido suficiente por esa noche. Al segundo sentí un golpecito en el hombro y supe de inmediato que era él, lo ignoré completamente.
-Te he visto, y se que tú a mi también -susurró muy cerca de mi oído.
¿Pero... ¿por qué tenia que molestarme? Parecía que quería sacarme de quicio.
Volví a sentir otra vez ese golpeteo sobre mi hombro pasado dos segundos y su aliento caliente sobre mi piel.
-Me gusta tu vestido.
¡¿Qué cojones?! ¿Estaba desquiciado?
Cerré los ojos un segundo y suspiré contado hasta diez, esperando que se marchará por donde había venido.
-¿Qué puedo decir?
-¿Nada? Eso te quedaría bien- no puede evitar señalar.
Note esta vez su aliento en la nuca, tenia el pelo recogido en un elegante moño con algunos mechones sueltos, por lo que mi nuca estaba completamente expuesta para él.
-Muy amable -contestó con un deje amargo en la voz. Esa voz que me resultaba estúpidamente atractiva por ilógico que pudiera parecer.
¿Cómo podía tener tan poca vergüenza? Me giré hacia él, con la rabia incrustada en la cara.
-Oh, ¿me tomas el pelo?
Él arqueo ambas cejas y reprimió una sonrisa al morderse su labio inferior. Fue un momento fugaz pero fue sexy.
Entonces me fijé en él.
Llevaba la chaqueta desabrochada y se había quitado la corbata. Tenia el cuello de la camisa entreabierta, lo que me dejaba ver su piel bronceada.
-¿Disculpa? -se encogió de hombro al decir aquello.
Casi me carcajeé de la risa.
-Uau. ¿Esa es tu forma de pedir disculpas? Es impresionante.
Él sonrió sin perder su chulería ordinaria. Cerro los ojos agachando un poco la cabeza y luego murmuró.
-Creo que empezamos con mal pie.
Lo corregí, porque no pude evitarlo.
-Oh, no. Tú, empezaste con mal pie.
Sus ojos sonrieron divertidos cuando me enfocaron de nuevo.
-De acuerdo – se rindió aparentemente -Metí la pata.
-Dos veces, además – añadí yo, observando su reacción, la cuál se exasperó un pelín.
-Vale, metí la pata dos veces. ¿Me perdonas?
Me encontré pensado por un momento. ¿Qué había cambiado para que tuviera que hacer esto? ¿Seria porque era hija de un viejo amigo de su padrastro podrido en dinero o porque no era solo una simple e insulsa recepcionista de hotel?
-¿Qué ha cambiado para que ahora te comportes así? -le pregunté escudriñándole con la mirada.
No es que me importara demasiado, pero quería saberlo, ya que estaba pidiendo mis disculpas.
Arrugo la nariz, razonando mis palabras.
-Creo que me comporte mal.
Llevé mis ojos a las alturas y negué. ¿En serio solo lo creía? No comprendí el porque, pero me sentí decepcionada.
-¿Lo crees o de verdad lo piensas?
Sus labios se curvaron en una insolente sonrisa arrogante. Sin duda alguna se estaba quedando conmigo, me estaba viendo la cara de idiota, el muy gilipollas.
-¿Te burlas de mí? -lo agucé con la mirada.
-No -respondió, pero sus ojos decían lo contrario.
Ahhgg.
-Claro que lo haces. ¡Lo haces todo el tiempo! -exploté muy enfadada, y me di media vuelta dispuesta a marcharme sin esperar siquiera a mi bebida.
De repente, sentí una fuerte y cálida mano que me agarraba por el brazo y luego me vi arrastrada hacia fuera de la sala. Lo que fue bastante fácil, porque estábamos próximos a la puerta de salida.
Me llevo a trompicones por el pasillo, -extraordinariamente desierto- y a continuación abrió una puerta y me empotró contra la pared, invadiendo mi espacio vital. Pude haberlo parado, pude haber gritado y en tan solo un chasquido lo hubiera alejado de mí, pero no lo hice.
-¿Lo haces para que te vuelva a pedir perdón? -lo oí decir, la habitación donde nos encontrábamos permanecía oscura y en silencio, salvo por mi respiración jadeante, me hallaba sofocada.
-Lo hago porque no me lo pides desde el corazón- solté sin ni siquiera pensarlo.
Él soltó un gruñido, y empotró sus manos contra la pared a cada lado de mi cabeza. No lo veía, pero podía recordar esa mirada de cabreo que le había visto en otra ocasión.
Su boca casi rosaba la mía y su olor impregnaba mis fosas nasales. Olía a mentol y al aroma de su perfume. Extraordinariamente exquisito.
-Lo siento, ¿vale? Eso me pasa cuando me pongo nervioso.
-¿Ah, sí? Pues vaya, eres un c*****o cuando te pones nervioso.
Garret gruño más alto y me aprisionó con más fuerza contra la pared, colocando una mano en mi nuca y la otra en mi cadera. No podía moverme, me tenia inmovilizada.
-Si no te callas, tendré que hacerte callar – entonces junto su boca con la mía.
Aquello también pude haberlo parado, pero no quise, apreté su cuerpo con las manos en su espalda ancha y varonil y me deje llevar por su ritmo mientras me saqueaba la boca.
Saboreé sus besos hasta que lo empujé al darme cuenta de lo que estaba ocurriendo.
-¿Qué narices haces? -le reproché jadeante.
-Exactamente esto -me volvió a besar engulléndome con su cuerpo, y con su boca. Elevé mis manos hasta tocar su pelo engominado y lo agarré entre mis dedos, apretándome más. ¿Qué estaba haciendo? No lo sabia, no era consiente de mis actos.
Cuando hice eso él soltó un gruñido, aplastando su cadera contra la mía. Sentí su erección viva sobre mi vientre, punzante y caliente. Sentí sus manos por todo mi cuerpo hasta que las paró sobre mi trasero, solté un gemido cuando lo agarró y empezó a frotar su erección contra mi sexo.
-¿Me deseas? -me dijo en un ronco jadeo.
-No -exhalé una buena bocanada de aire, a punto del asfixie.
Dios, sí, sí, sí. Si lo deseaba, ¿pero como podía yo desear a ese c*****o?
-Mentirosa. Sé cuando una mujer está excitada, y créeme lo estás.
Me quedé pasmada y arqueé una ceja aun sabiendo que no me vería. Realmente era un verdadero c*****o.
-Ah, claro. Seguro te has beneficiado a muchas mujeres ¿no?
-A unas pocas -se burló de mí.
¡PERO!
-¡Serás gilipollas!
-Me lo has puesto en bandeja, muñeca.
-¡No soy una muñeca!
Me colocó ambas manos en el cuello y me hizo alzar la cabeza. Su respiración llegó cálida a mis labios. Intenté zafarme, pero me mantuvo contra él.
-Me encanta cuando te pones así. Me gustan leonas.
Solté un bufido, ¿Realmente me veía así?
-De pequeño tuviste que haberte dado un buen golpe en la cabeza y quedaste así, ¿verdad? -mascullé con mala leche.
-Oh, gracias. Pero de pequeño hice muchas cosas y esa no fue una de ellas.
Se estaba divirtiendo a mi costa, el muy cabrón se reía constantemente de mí.
Me tenia aprisionada contra la pared y me engullía con su cuerpo alto y en forma.
Pero sorprendente me atraía. ¿Tendría una parte masoca?
Hacia unas tres semanas que lo había dejado con mi exnovio Chase, un completo cabronazo que me había engañado dos veces, que yo supiera, claro, y que ahora me acribillaba a llamadas y me enviaba mensajes que no quería ver.
¿Me encontraba dispuesta a soportar a un tío de similar calaña?
-Larguémonos de esta fiesta -presionó sus labios contra los míos, otra vez, en contra de mi voluntad, por supuesto.
-¿Yo contigo? ¡Ni lo sueñes!
Una pequeña risa salió de su boca.
-Lo estás deseando, muñeca.
En cierto modo llevaba razón. ¿Qué me pasaba?
-¡Ya te he dicho que no me llames muñeca! Y no voy...
No me dejo decir más, porque nuevamente lo tenia sobre mí, sus labios estaban sobre los míos, y me impedían mover la cabeza con sus manos, intenté moverme para librarme de él, pero no pude, parecía que estaba anclado en el suelo, estaba tan duro como una piedra.
Garret intentó abriese paso con la lengua para penetrar en mi boca, por un momento me resistí, luego lo dejé y cuando fue a degustar mi boca lo mordí. Dejo escapar un gruñido y se apartó enseguida, con la voz sofocada.
-Oh, eres una chica mala.
-Y tú un cabronazo – le repliqué a mi vez. Si Amber hubiera escuchado mi vocabulario me habría hecho lavar la boca con jabón. Siempre había sido muy estricta con que sus hijas hablaran correctamente y si no lo hacíamos nos castigaba con no hacer lo que más nos gustaba.
-Seguro, pero vamos.
Me agarró por el brazo y me sacó de la oscuridad del cuartucho, debía de ser un cuarto de limpieza, a la luz del pasillo desierto como anteriormente, ¿Dónde estaba todo el mundo?
-¡Suéltame o voy a gritar! -farfullé, mirándole a esos ojos tan claros.
Garret se paró y reprimió una risita.
-Oh, yo quiero que grites, pero de otra manera, muñeca.
-Te he dicho que no me llames así. ¡¿Pero que te ocurre conmigo?!
-Atracción s****l.
Solté un bufido exagerado.
-En serio estás chalado de la cabeza, deberías míratelo. Pobre Sharon.
Se puso muy serio de repente. Sus facciones se volvieron duras y sus ojos penetrantes. Me quedé como una pasmarota viendo como apretaba la mandíbula.
-No vuelvas a mencionar ese nombre en mi presencia. Ahora vamos.
No sé como lo hizo, tal vez por mi atolondres, pero me arrastró hasta la puerta del hotel, luego pidió su coche, el cual le trajeron en varios minutos.
Era un Porsche gris metalizado, divino.
Hicimos la ruta a no sabía dónde, en sumo silencio, ni él dijo nada, ni yo mucho menos, cuando me di cuenta estábamos estacionados ante la puerta del hotel donde trabajaba, él se hospedaba allí, claro, que tonta había sido.
Steve mi compañero y amigo aparcacoches me abrió la puerta y al verme se sorprendió, obviamente yo también me hubiera sorprendido de haber sido al contrario. Era un tipo joven y agradable.
-Hola, Steve.
-Buenas noches, Alyssa. Qué sorpresa verte por aquí, fuera de tu horario de trabajo -me recorrió con la mirada- Estás preciosa.
Le obsequié con una pequeña sonrisa.
-Gracias, tú como siempre.
Garret apareció y le arrojo la llave que tenía en las manos, Steve las cogió al vuelo, estaba acostumbrado a que adinerados, chulos y arrogantes como Garret, le arrojaran las llaves de aquella manera. Me despedí de él, y luego Garret me cogió la mano y tiró de mi hacia dentro pasando por las puerta de cristal de la entrada, esquivando la giratoria. Vi a Charlotte, otra de mis compañeras sentada detrás del mostrador de recepción, la saludé con la mano que tenía libre y la perdí de vista, aunque más que fijarse en mí, estudio a Garret al detalle.
-¿Coqueteando con Steve? -me preguntó Garret con sorna.
Le hice una mueca, pese a que no me miró.
-Aunque así fuera, no es asunto tuyo.
Siguió andando hacia los ascensores sin decir una palabra, apretó el botón y la lucecita se encendió. El ascensor iba por la cuarta planta, por lo que tuvimos que esperar unos segundos cogidos de la mano frente él. Miré de reojo nuestras manos unidas, y me quede contemplándolas.
Mi mano se veía tan diminuta con la suya...
-¿Qué piensas?
-¿Qué? -alcé la cabeza y lo encontré sonriendo.
Su sonrisa era esplendida, seguro que así conquistaba a todas las mujeres, desplegando sus armas para luego llevárselas a la cama, fue tonto pensar aquello pero era justamente lo que pretendía hacer conmigo, ¿Lo dejaría? ¿No me impondría? Había dejado que me acosara con la mirada, que me sacar de la sala delante de los invitados, que me metiera en un cuartucho de limpieza y me acorralara contra la pared, que me sacará del hotel y me llevara a otro, ¿iba a dejar que me follará?
¿Me encontraba dispuesta? Después de lo de Chase, lo que menos quería era volver a las andadas, volver a caer en las garras de un c*****o. Irónico ya estaba en las garras de un c*****o, esperando a que llegara el ascensor, subir a su habitación y echar un polvo. Pero entonces, ¿por qué lo había dejado si no era para eso?
Tal vez debía utilizar la técnica de Chris, nada de sentimientos, solo sexo. Aquel era su lema, quizás me funcionara, aunque él me había aconsejado que no lo hiciera.
¿Y por qué le estaba dando tantas vueltas?
Una noche, uno rápido y para casa, a la mañana siguiente tenía que trabajar. Otra ironía, ya me encontraba en el establecimiento de mi puesto de trabajo, solo tenía que bajar de la Vip 302, y situarme detrás de la mesa de recepción, algo fácil y sencillo.
El ascensor abrió sus puertas y las personas que en ese mismo momentos lo ocupaba salieron a sus respectivos caminos. Garret tiró de mí hacia dentro, y presionó el botón, para subir.
-Estoy deseando llegar arriba –confesó atrayéndome por la cintura y enredando sus manos en ella.
Vislumbré en sus ojos un rastro de ilusión. ¿Ilusión por mí? Ilusa, trataría así a todas las mujeres.
-¿Quieres que te diga lo que quiero hacer contigo?
Me quedé quieta mientras lo miraba.
-Lo primero que quiero es quitarte este vestido tan fabuloso que llevas, luego tumbarte sobre la cama, - al decirme esto, sus ojos brillaban de excitación- Quiero follarte hasta que grites bien fuerte mi nombre.
Esbocé una sonrisa cuando acabo. Pero bueno, ¿quién se creía que era?
-Muy poético, Garret. Seguro que es un guion que les dices a todas.
Soltó un bufido.
-Ojala lo tuviera.
El ascensor abrió sus puertas y yo me quedé reflexionando sus palabras, a veces parecía tonta por cosas tan insignificantes, me condujo por el pasillo hasta la Vip 302. Una suite impresionante y sofisticada, las paredes eran crudas y el suelo de baldosas oscuras, los muebles de estilo vintage combinados en colores exquisitamente perfectos. También había cuadros y jarrones con infinidad de flores.
Garrett carraspeó, llevándose la mano cerrada en un puño a la boca.
-¿Vas a mirar la sala o vas a mirarme a mí?
Se encontraba en frente, a una distancia de diez pasos, era alto y la verdad es que me imponía un poco, sin embargo aquello no lo iba a admitir.
Me acerqué a él con una sonrisa en los labios, después de haber dejado el bolso sobre la mesa de centro, lo agarré por la solapas de la chaqueta y lo atraje.
-¿Siempre has sido así? Tan chulesco y procaz.
Él sonrió desvergonzado, como si no le importaran mis palabras.
-Desde que tengo memoria, sí. Pero no hemos venido aquí para decir lo que soy y lo que no -dijo mientras frotaba su nariz contra la mía- Ahora mantén tu boca cerrara a no ser que sea para chillar, ¿Vale?
Me recliné hacia atrás y arqueé mis cejas. Se sentía encantado con el juego que él mismo estaba creando.
-Eso habrá que verlo- le dije para enfurruñarlo un poco.
De pronto me cogió de la mano y camino hacia el dormitorio. Se paró a los pies de una cama gigante.
-Lo veremos. Desnúdate -me susurro en el oído, y me beso en el hombro. Luego se sentó.
Me quedé por un par de minutos observándolo, se veía insolente y pretencioso, guapísimo y admirable. Estaba con las piernas separadas y un poco reclinado hacia tras, obviamente para tener un mejor enfoque de mi cuerpo. Nunca a mis veinticuatro años había hecho algo parecido, siempre había sido algo rápido. Quitarse la ropa rápidamente y derechos a la acción. Esto era distinto y me retraía ser acechada de aquella manera.
-Estoy esperando – enfoqué mis ojos en los de él. respiré hondo, tragué saliva y llevé mis manos hacia la cremallera lateral del vestido, la bajé lentamente mientras mis ojos lo miraban fijamente y los de él seguían el recorrido de la cremallera. Una vez estuvo bajada deslicé el vestido por mi cuerpo hasta que cayó como un manto de tela negra y quedo desparramada por el suelo.
Salí de entremedio de toda esa tela, y quedé ante él con solo un pequeño juego de braguitas y sujetador y por supuesto los zapatos de pedrería oscura.
Garret abrió la boca e inhaló hondo, a continuación tragó saliva.
-Date la vuelta- me pidió y así lo hice, me coloqué de espaldas hacia él, y no tardé en sentir sus manos alrededor de mi cintura. Di un respingo por el contraste de temperatura, de sus manos cálidas y de mi cuerpo frío.
-Eres preciosa -susurro mientras regaba mi cuello de pequeños y húmedos besos.
Me sorprendió que dijera aquello, y gemí ante sus atenciones. Ladeé un poco más la cabeza para que tuviera más acceso a mi cuello- Estoy deseoso por hacértelo -desplazó sus manos hasta mis caderas y empujo la suya contra la mía. Puede sentir su excitación de nuevo, igual que en el cuarto oscuro. Deseé poder palparla.
-Entonces entre que desnudarte- le dije. Al girarme su cara se topó con la mía. Se encontraba reclinado hacia delante de lo contrario me sacaba una cabeza.
-Hazlo -murmuró, antes de retroceder un paso.
Lo miré a esos ojos tan claros y profundos, y avancé un paso sin vacilar, yo también lo deseaba, aunque fuera un insolente y un petulante de mierda.
Llevé mis manos a las solapas de su chaqueta como anteriormente, las desplacé por ellas y las deslicé hacia atrás, arrastrando la chaqueta por sus hombros y dejándola caer al suelo, luego le quite la camisa, desabrochado cada botón con sumo esmero. Lo escuché inhalar varias veces y aunque no lo conocía, sabia por su aptitud que se moría porque fuera más rápido, aun así seguí a mi propio ritmo, a mi conveniencia.
Cuando me deshice de la camisa y los gemelos, alcé la vista hacia él antes de agarrarlo por la cinturilla de sus pantalones negros, sus maravillosos ojos abrasaban, quemaban, y yo me deleitaba con ellos.
Solo abrió la boca para suspirar una vez le baje los pantalones, me arrodillé ante él y le quite los zapatos y medias. Se le veía imponente desde donde yo me encontraba, arrodillada sobre el suelo de mármol blanco. Con sus ojos entrecerrados, su pelo ya no tan engominado y su esplendoroso y esculpido cuerpo que se alzaba ante mí.
Me levanté despacio mientras recorría su cuerpo con las manos, sus piernas atléticas y su vientre cincelado, tenía una figura increíble vestido y solo entonces pude ver como de fantástico era sin vestir.
-Mira lo que has provocado -susurro con voz ronca, cogiendo una de mis manos y apretándola sobre su bulto. Estaba hinchado y caliente bajo ese bóxer color n***o. Fascinada por lo que había provocado, lo parpé con las manos y comencé a masajearlo en círculos, mientras observaba su reacción. Inspiró y suspiró varias veces hasta que jadeó. Sonreí un poco.
-Para, no quiero correrme así -me agarró de la mano y me paralizó- Quiero metértela y para eso debemos deshacernos de este maravilloso conjunto -paseo los dedos por mi sujetador de encaje n***o y recorrió con el índice el borde de una las copas. Cuando mis pechos quedaron desnudos se inclinó y me los chupó por tiempos, alzándolos hacia arriba y poniéndolos duros.
-Túmbate sobre la cama -musito en mi oído.
Me estremecí por el rocé, le miré a los ojos y me deslicé por encima de la cama, sobre la colcha color miel que la cubría. Luego me puse boca arriba y me apoyé en los codos para verlo desde mi objetivo.
Lo encontré abriendo una cómoda y sacando una venda oscura. Abrí los ojos de par en par y la sonrisita que tenía en mi cara se borró de inmediato. ¿Qué iba a hacer con eso?
-Te voy a vendar los ojos. Será más placentero si no puedes verme -se aproximó a la cama, y se subió en ella- Abre las piernas.
Hice lo que me pidió y él se coló entremedio.
-Ahora te voy a vendar y esto te activara los demás sentidos.
Mi mundo se volvió oscuro en tan solo un segundo y mis sentidos se activaron de inmediato como bien me había dicho.
-¿Esto forma parte de algún tipo de juego extraño? -le pregunté pensando de que podía ser un tipo de estos sádicos y traumados.
Se movió sobre la cama.
-Si te refieres a sado, no, no es lo mío.
Suspiré, aliviaba por saberlo.
-¿Y qué es lo tuyo? -le pregunté curiosa.
-Otras cosas – comenzó a bajarme las minúsculas bragas por las piernas, cuando desaparecieron, noté como se levantaba de la cama. ¿Para hacer qué? ¿Quitarse su ropa interior?
Al poco lo sentí cerca, me hizo parparle el cuerpo con las manos antes de tumbarse sobre mí, luego me dejó paralizada por completo. Me había dejado claro que le gustaba ser dominante, pero no sabía que a mí también me gustaba aquello, aunque me dejara en un principio.
-¿Sabes cuánto te deseo?
-¿Cuánto?
-Mira -se llevó mi mano a su m*****o y me hizo tocarlo. Estaba duro, incluso más que antes y era enorme. Supe que sonrió porque lo noté en mi hombro, luego me dio un mordico y seguido me beso recompensando el daño – ¿Tomas algún tipo de anticonceptivo? -preguntó con un silbido, mientras yo seguía moviendo la mano por su m*****o.
-Sí, la píldora. Pero podemos utilizar condón, ya sabes por las enfermedades, aunque por mi parte todo está bien. ¿Por la tuya?
Más me valía prevenir que curar respecto a estos temas tan delicados. No quería que me contagiara nada como la gonorrea o la sífilis...
-Por la mía no hay problema.
Me aliviaba saberlo.
Me hizo soltar su m*****o y colocar las manos por encima de la cabeza.
-No quiero que las muevas de aquí ¿vale?
-¿Por qué? –pregunté desconcertada por las cosas que pedía hacer.
-Porque te quiero tener así, me excita tenerte así ¿de acuerdo?
Accedí a su petición, las cosas que tenía que hacer por echar un polvo. Era de locos.
-De acuerdo –asentí enfatizando con la cabeza.
-Abre más las piernas y álzalas.
Hice lo que me pidió, abrí las piernas y las levanté a cada lado de sus caderas, Garrett urjo entre ellas y antes de que me diera tiempo a respirar de un certero empujo se introdujo en mí, haciéndome chillar y arquearme sobre la cama. Se quedó suspendido sobre mí un instante y luego retrocedió a una lentitud exquisita, haciéndome gemí y hundir la cabeza en el colchón y sobre las sabanas crudas que vestían la cama.
-Eso es… así quiero escucharte – le oí jadea cuando se introdujo en mi de nuevo.
Se movía con parsimonia y con cada movimiento de sus benditas caderas me hacía jadear, pero no me conformaba con ello, necesitaba más, necesitaba mucho más, me gustaba, me estaba volviendo loca.
-Más, por favor.
-¿Quieres más?
Sentí de nuevo su sonrisa sobre mi hombro, pero dado el nivel de excitación, no me importó.
-Sí.
Garret retrocedió y volvió a colmarme.
-De acuerdo, muñeca, tú lo has querido.
Y empezó a moverse, a moverse sin parar...