8- Ella lo sabe

1318 Palabras
La risa, ciertamente, es necesaria. Un tipo alto, moreno y ocurrente. Parece bastante irónico que el magnate del vino de Italia estuviera enamorado del camarero de su sala de Champán y no de ella. Las cosas están a punto de ponerse interesantes. Una expresión de suficiencia arruga mi frente y no puedo negarla, al igual que no puedo negar que la mirada que ella me está dando es un gesto de desdén sangrante. —Tenemos que hablar— dice furiosa. El camarero prácticamente sale corriendo por la puerta y quedamos tres. —¿Yo? — pregunto señalándome. Ella entrecierra los ojos. —Si, tú y yo tenemos que hablar— Apoyándome en la pared, cruzo los brazos. —No me voy a ir a ningún lado si eso es lo que te preocupa. Al menos no hasta que averigüe que es lo que está pasando. Hay un ceño fruncido en sus labios carnosos que encuentro adorable porque ahora se de quien es el pene alrededor del cual nunca estuvo envuelto. Todo en ella se suaviza cuando desvía su atención hacia un lado. hacia él. El idiota que se dirige hacia ella. —Cariño— dice suavemente, colocando la mano sobre su camisa. —te alcanzaré más tarde— ¿Cariño?. Se me erizan los pelos de la nuca cuando le susurra algo al oído. De hecho, toda la interacción me hace apretar los dientes y sentir un nudo en el estómago. Cuando pasa a mi lado, lo hace como si yo ni siquiera estuviera en la habitación y luego simplemente entra al club. Creo que tal vez gruño. Odio que el comparta con ella una conexión que yo ya no tengo. El pasado es el pasado. No hay vuelta atrás. ¿pero podría haberla? En cuanto estamos solos, vuelvo a la realidad. —Entonces— digo burlonamente, —Tu vida s****l debe ser fantástica— —Que te jodan— me responde ella, parpadeando con esos ojos exuberantes y llenos de pestañas. —Ya quisieras— me retracto. Ella niega con la cabeza. —No has cambiado nada, ¿verdad? — Eso dolió. Picó. Sentí como si me hubieran apuñalado con un cuchillo porque he cambiado. Gasté mucho tiempo y dinero en asegurarme de no terminar como mi viejo. Absteniéndome de responder con otro golpe, me froto la nuca, sintiendo como si me doliera la cabeza. Quiero decir: “Mira, ya he crecido” pero en vez de eso digo: —En realidad, sí. Ahora soy mucho más grande— y me pregunto si sueno tan adulto. Ella hace un ruido de disgusto. —Realmente no me importa lo grande que seas— —Solías hacerlo— —Solía, es la palabra clave— Deseando tener una botella en mi mano, levanto la vista justo a tiempo para verla alisándose el vestido sobre sus ligeras curvas. Es una reacción que conozco muy bien. Imito lo que ella hace y luego reflexiono: —Nerviosa— No es una pregunta. Sus mejillas se ponen rojas de ira. —Ni siquiera te atrevas a intentar actuar como si me conocieras porque no es así— resopla. El calor me está afectando. Me siento acalorado y molesto. Me arremango la camisa y la miro fijamente. —No, tienes razón, no te conozco. Pero sé que este espectáculo que estabas dando ahí afuera era para mí. Al igual que sé que estas fingiendo estar enamorada y ni siquiera intentes negarlo— Como si le divirtiera, se agarra a los bordes de la mesa de descanso a la que se había acercado y se apoya en ella. la extensión de su piel suave y sedosa me hace agua la boca. —Está bien, genial, me has pillado. ¿Y ahora qué? — Saco el pecho. —¿Qué tal si comienzas diciéndome porque tienes un novio imaginario? — Cruza el tobillo sobre el otro y siento que mi pene se endurece en mis pantalones. >. —No lo creo. Dijiste que empezara, ¿Qué sigue? — no hay sonrisa. Ninguna risa. Solo odio sangrando a través de cada una de sus palabras. Me aparto de la pared y, por segunda vez esta noche, le doy la espalda. —Me voy— digo y troto hacia la puerta. —Deja de ser un cobarde, Andréi— dice con un tono mordaz. Con mis manos apretadas, miro por encima del hombro. —¿Cómo me acabas de llamar? — Eso labios rojos y sensuales sonríen como el diablo. —Un cobarde— —Sabes que eso no es verdad. Ni ahora ni entonces— Frunce los labios. —¿Lo sé? — Mis dedos aprietan el metal. —Lo siento Frances, pero no voy a jugar contigo— Ella se pone de pie, derecha y alta. Todo cabello canela, piernas largas y un atractivo s****l que resulta fascinante. —Eso es lo que pensé— espeta y luego se da la vuelta y balancea su delicioso trasero mientras camina hacia la puerta por la que entró. Hechizo. Instantáneo. Roto. De ninguna manera va a alejarse otra vez. Al diablo con eso. Me lanzo hacia adelante, mis pasos se hacen cada vez más rápidos a medida que me acerco a ella. Justo cuando está a punto de cerrarme la puerta en la cara, me acerco a ella y la agarro de la muñeca. De cerca puedo ver en que autentica belleza se ha convertido, y por un momento me pierdo en ella. Esa masa de exuberantes ondas color canela oscuro que le llegan hasta la espalda. Esas pecas que salpican su piel de porcelana. Esa perfecta nariz respingada y esos labios carnosos. Francamente, me he vuelto loco por que lo siguiente que se es que la estoy acorralando contra la pared y frotando lentamente mi cuerpo contra el suyo. —No irás a ninguna parte. Aún no hemos terminado— logro decir. Después de esta noche, me pregunto si alguna vez terminaremos. Provocándome con el sabor de sus labios, acerca su boca a mi oído y susurra: —Oh, ¿en serio? ¿No hemos terminado? Pensé que lo habíamos hecho… hace mucho tiempo— Ese tono de insolencia realmente hace que la adrenalina corra por mis venas. Necesitando tomar el control, me presiono contra su ombligo, asegurándome de llamar su atención. —Deja el pasado en el pasado— Su cabeza se sacude. Tengo que ignorar todo eso. —Hay algo de lo que tenemos que hablar ahora— No puedo creer que voy a abrir la caja de Pandora. Una sonrisa le atraviesa los labios y arquea la espalda mientras se pone de puntillas. — ¿No crees que deberías arrodillarte primero? — Arqueo una ceja y me aparto, un poco sorprendido de que ella pueda coquetear tan fácilmente. —Di por favor y tal vez lo haga— bromeo, volviendo a la forma en que solían ser las cosas con ella mucho más fácil de lo que debería haber sido posible. Se muerde el labio inferior con los dientes, suspira y arruga la nariz. —No creo que sea la manera de como esto debería ser— Juegos. Mas con los juegos. Odio esos malditos juegos y los amo al mismo tiempo. Sintiendo curiosidad por su declaración, la rodeo con mis brazos y, con mis labios cerca de los suyos, le pregunto: —Por qué no me dices de que estás hablando ¿uh? — Se da un golpecito en la barbilla. —Es sobre una rodilla, ¿verdad? Eso es todo, se supone que debes arrodillarte sobre una rodilla, no sobre ambas— Recupero el equilibrio y tengo que esforzarme para mantener la calma, lo cual es muy difícil de hacer debido a la sensación de que el suelo se está desmoronando bajo mis pies. Ella lo sabe. Ella ya conoce el plan que yo nunca tuve la intención de ejecutar. Maldita Lavinia.
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