Si Anthoni fuera ese ángel

3149 Palabras
«¡Dios mío! ¿Qué es lo que está pasando?» Pienso recostada de la puerta de la casa. Mi respiración es acelerada, mantengo los ojos cerrados para dejar pasar la sensación del temor y al mismo tiempo como una especie de emoción que se despertó en mí. El cuerpo me tiembla de manera inexplicable, mi corazón late descontrolado. Recibir ese beso, el primero, me tomó por sorpresa. De entrada, no supe cómo reaccionar, tampoco era que tuviera muchas opciones o la posibilidad de rechazarlo como efecto inmediato. Apenas lo vi la noche anterior y no solo me sorprende con su presencia, me la impuso así no más, sino que también su voluntad y además invadió mi espacio personal, mi intimidad, de esta manera tan abusiva. En ese momento, solo pensé en Rodrigo y los hombres que de incognito están ahí al acecho de lo que hago. Temí que hubieran hecho acto de presencia y se produjera un enfrentamiento entre ellos y los hombres de él, Anthoni. Así dijo que se llamaba. Es un hombre atrevido, un poco misterioso, hasta abusivo. Presiento que no solo tendré a Rodrigo detrás de mí, este hombre prácticamente acaba de sentenciarme al decirme que desde anoche soy suya. «¿Qué pasa conmigo?» Me pregunto nerviosa. —Ana, hija —La voz de mi madre me obliga a abrir los ojos de golpe—. ¿Qué te sucedió? ¿Viste a ese hombre? —Me inquiere acercándose más a mí. Se le ve preocupada. —No, madre, no, nada, solo me agoté en la subida —Le miento, no puedo seguirla preocupando más de lo que ya se encuentra con la ausencia de Gael y saberlo en manos del demonio de Rodrigo. —¡Ay Dios! —Exclama llevándose una mano al pecho—. Debo calmarme, últimamente estoy muy nerviosa. En este momento es que pude ver el nivel de tensión que mi madre tiene a raíz de todo lo que nos ha pasado. La seguridad que ha venido mostrando se derrumbó. De repente comenzó a llorar con sentimiento. —Mamii —Le digo en un susurro y la abrazo para llevarla hacia la sala de estar. Tomamos asiento una al lado de la otra en el sofá, la mantuve abrazada mientras mermaba su llanto. Sentí mucho pesar por verla en este estado. «Sí pudiera hacer algo para evitarte tanto sufrimiento» Digo en mi cabeza apretándola en mis brazos. Es mucha la presión que hemos tenido en estos últimos años y durante todo este tiempo ella se ha mantenido firme, no nos ha permitido verla débil, a diferencia de mí que si me he caído varias veces. No ha sido fácil, pero su apoyo ha sido fundamental para que yo pueda superar las malas experiencias que me ha tocado vivir. Con un nudo en la garganta, me toco endurecerme para no terminar uniéndomele en su desahogo. —Disculpa mi amor —Me dice separándose y al mismo tiempo se le escapa un sollozo—. No sé qué me pasa. —No te disculpes mami, es normal. Hemos pasado por mucho —Le digo para darle tranquilidad—. Has sido demasiado fuerte. —Extraño mucho a Gael, no sé por qué nos sucede todo esto. Hemos sido buenas personas, religiosas, respetuosas del prójimo —Escuchar a mi madre quejarse es la muestra de que está en su limite de paciencia, de aceptación de las situaciones en las que la vida nos ha puesto—. Tu padre y yo hicimos todo por cuidarte, debimos haberte sacado del país a tiempo. De no haber sido tan tercos, no te hubiéramos puesto en esta pesadilla que parce nunca acabar… —Ya mami —Le pido sintiéndome mal de solo escuchar cómo se culpa—. No te tortures de esa manera. A veces no es suficiente con que una persona huya de las situaciones. Sin uno buscarlas ellas nos persiguen —Le digo con tristeza. En seguida me devolví mentalmente a una hora atrás, donde ese destino que me lleva en una carrera constante, parece volverme a poner de frente a otro hombre intenso, tanto o peor que Rodrigo. Anthoni, no parece un hombre fácil y en su mirada hace unos minutos atrás pude ver la determinación. De solo recordarlo, siento temor de lo que puede suceder más adelante. —Ven, vamos a tomar algo calientito, no creas que no me siento mal, extraño a Gael a morir, y por él voy a hacer lo que esté a mi alcance, hasta la imposible —Le digo y extiendo mis manos para que se ponga de pie. Nos fuimos hacia la cocina, y aunque distraída, recordando el encuentro con Anthoni, preparé un café para ambas. Ya había dispuesto las tazas e iba con la jarra de la cafetera para servir en cada una de ellas cuando mi teléfono comenzó a vibrar, lo tengo aun en el bolsillo del sweater, por lo extensa de la vibración asumí que es una llamada. Le entrego la jarra a mi mamá y sacó el aparato de mi bolsillo. El corazón se me paralizó y sentí un escalofrío repentino al ver que la llamada proviene del numero de Rodrigo. «Gael» Fue lo primero en lo que pensé. —¿Qué sucede Ana? —Pregunta mi madre. —Es Rodrigo —Le contesto en voz baja. —Contesta, puede que le esté sucediendo algo a Gael —Presupone mi madre y me hace seña para que conteste la llamada. Respiro profundo y presiono la tecla de aceptar la llamada. Llevo el teléfono a mi oído. —Di…, dime —Es mi forma de responderle siempre que me llama. —Veo que has hecho avances —Escucho su repugnante voz al otro lado de la línea—. Te felicito —Me dice aumentando el tono de su voz, pudiera pensar que lo dice celebrando algo que hasta ahora no termino de comprender. —¿Y Gael? —Le pregunto ignorando su comentario. No me interesa nada de él, menos lo que le dé felicidad, porque de sobra sé que lo que a él pueda darle felicidad está representado en el sufrimiento de alguien. Rodrigo no es de hacer bien, no del bien que busque el bienestar, sino el que satisface su ego, su alma oscura. —Veo que estás escalando, has aprendido lo que es seguir a un maestro —Sigue hablando lo que considero incoherencias, sin responderme lo que realmente me interesa—. Dime ¿Cómo le hiciste? No le respondo, al entender que no tiene pensado responder de inmediato a mis interrogantes, decido guardar silencio y esperar que él se decida a terminar cuando le dé la gana de decir toda la sarta de estupideces que pretende sacar de su sucia boca. Pasaron solo unos segundos, cuando supongo comprendió que no estoy del mismo humor que él, n pretendo hacerme eco de sus tonterías. —Ese mocoso está con la mujer que lo cuida —Me responde tosco, tal como es él—. Por cierto, lo tienes bien amañado. Un hijo mío no debería ser tan mañosito. Voy a aprovechar el tiempo que tardes en obedecerme para ver si lo puedo corregir. Si es un Montenegro debe ser un machito. —A mi hijo déjalo como es, es solo un niño —Le digo apretando los dientes de la impotencia que siento de solo escuchar que pretenda hacerle algo y más si con ello lo hará sufrir. —Tú no estás en posición de exigir nada, solo obedecerme. Tienes que hacer todo lo que yo te pida. Si no se te hubiera ocurrido la pendeja idea de abandonarme, no estuviera tan emputado como estoy contigo —Me advierte—. A ver ¿Cómo le hiciste para tener a Calgari como lo tienes? —¿Calgari? —Pregunto sin saber a qué se está refiriendo. Miro a mi madre que está atenta a cada palabra que le digo a Rodrigo —No te hagas la mosquita muerta —Típico de él, me maltrata con sus palabras—. Anthoni Calgari, uno de los lavaperros de Aleskey Sánchez. Tan sorprendida quedo ante la descripción tan cercana de la realidad que hace del hombre que casi media hora atrás estuvo en la puerta de mi casa y me besó con propiedad dos veces. Al recordar esto último me asusto, pienso en Gael, quien pudiera sufrir las consecuencias de lo que no he buscado. Siento que una vez más la vida se pone en mi contra. —Sigue pegada ahí —Aduce serio—. Me gusta lo que hace un poquito de presión —Se sonríe con malicia—. Bastó que me trajera al mocosito para verte reaccionar. Seguiste al pie de la letra la orden que te di de meterte entre ellos —Se vuelve a sonreír—. ¿Sabes? Te subestimé —Escucho que me dice con arrogancia en la voz. No le respondo, no pongo atención a todas sus palabras y más cuando pretenden minimizarme—. Te veo tan poquitica que jamás te creí capaz de llegar tan lejos. Mantente ahí con el desgraciado ese, y ojo, ni se te ocurra meterte en su cama. Si eso llega a suceder será porque yo lo autorizo, de resto quiero pruebas, información. De ti depende que Gael esté bien. Hasta ahora lo tengo como un rey, comiendo y durmiendo como rey, pero un pequeño error tuyo y verás lo que es tratarlo como la nada. Me quedé sin aire en los pulmones al imaginar a mi hijo sufriendo en manos de este ser miserable. —Solo te llamaba para felicitarte y recordarte que sea lo que sea que hagas estoy ahí detrás de ti. Te llamaré luego para darte nuevas instrucciones. Como estás codeándote con uno de los que en realidad me interesa te llamaré luego de que piense qué hacer con ese maldito —Me dice y luego cuelga la llamada sin darme la oportunidad de preguntarle algo más de Gael. Desalentada me quito el teléfono del oído y me le quedo viendo como si el bendito aparato me fuera a dar la respuesta que está en mi cabeza. —¿Qué pasó? ¿Qué te dijo de Gael? —pregunta mi madre con los ojos humedecidos. Tardo en responderle porque la sensación que siento en el pecho me mantiene en shock. No entiendo nada de lo que dijo. «¿Qué interés puede tener él en Anthoni? ¡Dios mio! ¿Será que siempre voy a vivir esclava de ese hombre?» Pregunto a gritos en mi mente. —Ana, mi amor ¿Qué te dijo ese hombre de Gael? ¿Te dijo cómo está? —Me inquiere y al mismo tiempo se pone de pie para llegar a mi lado. —Dice que está bien, que hasta ahora él está bien —le digo distraída. —Pero ¿Qué más te dijo para dejarte en ese estado? —Pregunta preocupada. —Nada madre, más de lo mismo, solo me amenaza, quiere que busque información, pero no entiendo para qué, me obliga a hacer algo que no entiendo —le digo sintiéndome muy mal. —Ay amor, ¿No crees que es mejor no saber? —Pregunta mirándome con los ojos entrecerrados—. Mi amor, está visto que Rodrigo es todo, menos un hombre de bien, anda metido en cosas turbias, ahora pregúntate más bien, ¿Qué tan legales son los negocios de tus dos jefas que para él es conveniente que tu estés trabajando entre ellas? La interrogante curiosa que mi madre planteó me dejó un sin sabor amargo. No me atrevo a pensar mal de las abogadas Ingrid e Iliang, ambas son profesionales muy reconocidas, respetadas y hasta temidas, no veo nada malo en su forma de trabajar. Hasta ahora soy quien lleva todo el papeleo de su despacho. Solo yo tengo acceso a la información ellos casos que ellas llevan. Por lo que sé, todos sus clientes son personajes respetables, y por esa razón, han puesto su confianza en ellas. —No mamá, no em atrevo a dudar de ellas, si hay personas honorables en este país, esas son las doctoras Iliang Rangel e Ingrid Ojeda, busca información sobre ellas dos y verás que no encontraras sino buenas reseñas —Le digo con confianza. —Yo no estoy afirmando nada, hija. Solo te pido que abras más los ojos. No sabemos donde estás metida. Es mucha casualidad que de todos los lugares a donde hemos estado y Rodrigo sabia de ellos, sin hacérnoslo saber, él se haga presente solo para presionarte a meterte en una familia donde apenas eres una extraña, la secretaria —Me advierte mi madre. Mi madre tiene razón, esto no es normal, y que ahora quiera obligarme a mantenerme al lado de Anthoni es aún más extraño. No quiero imaginar lo peor, pero algo en mi subconsciente me advierte que esta llamada solo es el principio de una serie de pedidos que llegarán bien lejos, todo por lograr lo que sea se esté proponiendo. «¡Ay papito! Ayúdame a no seguirme metiendo en tantos problemas, tú bien sabes que no he buscado nada de esto», Imploro en mi mente a mi padre. Para no preocuparla, decido no contarle a mi madre sobre Anthoni hasta no tener certeza de qué papel juega él en la vida de las abogadas y del esposo de la abogada Iliang. Recuerdo que Rodrigo lo nombró y eso me llamó mucho la atención. —Vamos a tomarnos el café, de pronto me siento muy agotada, creo que trataré de descansar un poco, a ver si hoy logro conciliar el sueño —Le digo a mi madre tomando asiento en la silla que está al frente de la que ella venía ocupando. Me sirvo el café y luego el de ella, coloco a cada uno dos cucharaditas de azúcar, mientras que pensando en Gael, remuevo el azúcar para disolverla sin prestar mayor atención a lo que hago. —Ya, Ana, dame mi café —Pide mi madre. —Me dijo que estaba bien, que lo está tratando como un rey —Expreso en voz alta aun distraída. —Supongo que te refieres a mi niño Gael —Asume mi madre llevándose la taza a los labios, ya para este momento reaccioné. —Sí, sí, a él. Rodrigo dijo que está bien. Dice que siempre yo cumpla con lo que me pide lo tratará como un rey —Le digo. —¿Qué te dijo para que le dijeras que es solo un niño que lo dejara tranquilo? Creo que eso fue lo que te escuché —Me pregunta. —Ah, ya sabes como es de bruto, seguro Gael ha llorado mucho por nosotros y se estaba quejando de él, ese no le hará nada si yo no me desvío de su objetivo —Le digo seguridad para no alarmarla. Hace unos minutos la vi doblarse de la tristeza, no voy a decirle algo más que la entristezca más, no puedo darme el lujo de verla enfermar por todo esto. Ella es mi bastón. Sin ella no creo poder continuar. —¿Has pensado por cuánto tiempo tendremos que seguir soportando a esa bestia? —Pregunta mi madre. —Todos los días desde que se llevó a Gael, pienso en ello —Respondo en un susurro pasando el dedo por el borde de la taza—. Quisiera hacer algo para sacarlo del camino madre. Ya no aguanto más. —Habla con las abogadas para ver en qué te pueden ayudar —Me sugiere. —También lo eh pensado, pero entiendo que mientras Gael esté en manos de esa porquería allá en Costa Rica no puedo hacer nada. Lo que sea que vaya a hacer en contra de él debe ser con la convicción de que Gale estará a salvo y esa es una garantía que por desgracia ahora no tengo —Reconozco con tristeza en la voz. —Algo debemos hacer, no podemos, mejor dicho, no puedes pasarte la vida sirviéndole a ese engendro del demonio —Me dice mi madre con un odio en el tono de su voz que jamás le había escuchado. —Calma, algo se me ocurrirá. Algo ha de salir, nos é todavía que vía tomar, pero algo habrá de suceder —Le digo para darle tranquilidad—. Sé que hemos tenido más desgracias que muestras de bondad de la vida, pero no pierdo la esperanza de que en la vida todos tenemos un ángel. Y el de nosotros aún no ha llegado. Justo en ese instante mi teléfono vibra sobre la mesa. Al ver que la pantalla que es un número que no tengo registrado, decido abrirlo. Rodrigo me lleva por la calle de la amargura y nerviosa. Asustada por pensar que en cualquier momento algo malo pudiera sucederle a Gael, acudo a contestar todas las llamadas que entran a mi móvil e igual sucede con los mensajes. Al abrirlo, veo que es Anthoni, no se identifica, pero por la palabra con la que suele llamarme en seguida lo identifiqué. Número Desconocido 6:45 p.m. Muñequita, apenas salga de esta vaina te llamo para ir a buscarte, quiero pasar un rato contigo. No te asustes, no te voy a hacer nada. Solo quiero cambiar esa imagen tan fea que tuviste de mí esta tarde. Así sin más, esto es todo lo que dice el mensaje. Igual a Rodrigo, no hay un por favor, un ¿Quieres ir? ¿Será que puedes?, ¿Te gustaría acompañarme a…? nada de eso. El mensaje es tan impositivo como lo es su presencia, tan abrumador como es su propia humanidad. «¡Por los Dioses! ¿Será este de verdad otra versión de Rodrigo?» Me pregunto asustada al desconocer el terreno donde estoy obligada a transitar, pues en seguida recordé la orden de Rodrigo de seguir ahí con Anthoni. ¿Haciendo qué? No sé, o no lo quiero aceptar. De solo imaginar cuál pudiera ser mi siguiente paso para complacerlo siento pánico. —¿Quién te escribió? —Pregunta mi madre curiosa. Sabiendo que quiera o no me tocará salir cuando Anthoni venga, me toca arriesgarme a no decirle la verdad. —Es la abogada Iliang, me está invitando a comer un helado con sus amigas. Odio decirle esto, pero mientras menso ella sepa, menos sufrirá, ya bastante tiene con la muerte de mi madre, mi ultraje, el secuestro de Gael como para enterarse que pareciera que a mi vida llegó otro hombre igual o peor que Rodrigo, una al que al mismo Rodrigo le conviene que esté en mi vida. «Si tan solo Anthoni fuera ese ángel que tanto necesitamos en nuestras vidas, pero sé que está muy lejos de serlo», Expreso con pesar en mi mente.
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