Departamento de Emma Spencer, New York, Estados Unidos El sonido de su respiración agitada, el ruido que hacía cuando sus cuerpos chocaban, el olor a vainilla que desprendía la piel de Emma, lo estaban volviendo adicto. Entró y salió de su interior de manera impecable, mientras que al mismo tiempo, los pechos bailaban, la posición que había encontrado donde la fricción era más intensa, la repitió volviéndola a llevar a su cuarto orgasmo. Sintió como su cuerpo tembló al llegar a su propio clímax al mismo tiempo que ella. El aire sintió que se escapaba, tomó con esfuerzo otra bocanada de aire y se dejó caer a lado de ella, totalmente desnudos. Ambos respiraban agitados y sudados, como si hubiesen corrido un gran maratón. —Eso ha sido…—apenas podía hablar Max.—Lo mejor de lo mejor. —Emma e

