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Mi historia no es tan conocida como quizá es de las demás mujeres que han escrito nuestro destino como humanidad, algunos me llamaron santa mientras que otros me llamaron despiadada por las cosas que tuve que hacer a lo largo de mi vida
Irene fue el nombre que mi padre tuvo en mente una noche de verano del 752, dos meses antes de mi nacimiento mientras paseaba por la terraza en compañía de mi madre la señora Helena, hija del rey Leoncio de Atenas, mis padres nacieron bajo la fe cristiana uniendo su amor en el año 750.
Nuestra hija se llamará Julia— dijo mi madre mirando el Mediterráneo desde su alcoba— en cambio si es varón lo llamaremos Leoncio, como mi padre
He visto su nombre en sueño— contestó mi padre colocando las manos sobre el balcón de la habitación— su nombre será Irene, estoy seguro que Dios tendrá planes maravillosos para ella, si es varón se que será lo que Atenas necesita para regresar a la gloriosa época de oro griega
¡Que así sea!— exclamó mi madre tocando su vientre—¡Oh, mi querido hijo!, una vida gloriosa y poderosa te aguarda y aún no has nacido— sonrío poniéndose de pie para caminar hacia mi padre que la aguardaba en la terraza
Adriano conoció a mi madre en una visita a Creta, ella caminaba con gracia desprendiendo felicidad a su paso, vestía una túnica larga en color azul celeste, cubierta por un manto en color rojo el cual cubría de su cabeza hasta los pies los cuales calzaban una botas de cuero en color n***o, su piel blanca y de cabello n***o como la noche fue así que se decidió a enamorarla para que fuera su esposa sin saber que era la preciosa señora Helena de Atenas
[...]
¡Mi señora!— exclamó la partera— debe pujar con más fuerza, la cabeza comienza a coronar, y usted no ha parado de sangrar
¡Dios!— exclamó mirando la bóveda de la habitación pintada en azul obscuro y pequeños detalles en dorado asemejando las estrellas relucientes por la noche de verano— permíteme alumbrar a mi hija— dijo jadeante— después toma mi vida si así lo deseas, pero no permitas que muera mi hija— lágrimas caían de su rostro
Mi madre pujo con todas sus fuerzas, Helena dió todo de su parte para que yo viniera a este mundo. Mi padre decía que era la mujer más hermosa que sus ojos habían visto, pues contaban las historias que ella parecía tan hermosa como quizá fue la misma Helena de Esparta
Mi pequeña Irene— dijo jadeante mientras me sostenía en sus brazos— mi vida ha concluido con tu nacimiento, deseaba cuidarte y criarte para hacerte una mujer de bien— suspiro jadeante— desde el cielo pediré por ti y tu camino en este mundo
Mi padre entro en la habitación donde yo había nacido para encontrar a mi madre agonizando, fue a prisa a ella dónde acariciando su rostro podía ver qué esos hermosos ojos azules estaban perdiendo el brillo de la vida que alguna vez lo enamoro como ninguna mujer
¡Helena!— exclamó de rodillas tomando la mano libre de su mujer— Vas a estar bien mi amor— beso su mano
Mira Adriano— me tomo en brazos para entregarme a mi padre— es una hermosa niña, y se llamará como tú lo pediste— comenzó a jadear de nuevo miraba la bóveda azul nocturno de la habitación—ella será una digna gobernante de Atenas, cuidala y dale todo el amor que yo no podré darle, ella no tiene la culpa de muerte, así lo decidió nuestro señor
Helena, no me dejes no creo lograr criarla yo solo, te amo— dijo con lágrimas en los ojos
Es momento de irme, ya he cumplido con el plan divino, no olvides cuánto los amo a los dos— cerró sus ojos para dar el último suspiro de vida
Helena— dijo mi padre levantándose del piso—¡Helena!— ¡Mi amor!— comenzó a llorar con tanta desesperación recordando que me tenía en brazos
Mi madre había fallecido desangrada, en antaño no se conocía el acomodo del bebé en el vientre dado que no estaba en la postura correcta durante el parto fue mayor el esfuerzo de mi madre por darme la vida que yo le había arrebatado, yo Irene de Atenas había quedado huérfana tan solo con unos minutos de vida.
Mi padre me tomo en sus brazos con fuerza, bajo la tela que cubría mi rostro para darme un beso en la frente, el lograba ver en mi pequeño rostro al amor de su vida y que como toda madre se había sacrificado por su hijo, me llevo frente a la imagen de la virgen María para pedirle su intercesión ante su hijo Jesucristo y su padre Dios
Que tú vida sea tan larga y hermosa como tú, mi pequeña Irene— dijo con lágrimas en los ojos
Perdió a la mujer que más había amado durante toda su vida, ahora debía cumplir con lo prometido a su esposa en el lecho de muerte, el cuerpo de mi madre fue embalsamado con esencias de flores y lavanda para después ser depositada en la urna familiar.
Mi abuelo Leoncio murió del dolor a los pocos meses de haber perdido a su única hija y fue así que mi padre fue nombrado rey de Atenas volviéndose a casar en segundas nupcias con la señora Sofía de Tebas, prima hermana de mi madre la cual le dió dos hijos más a mi padre, Aurelius de quince años y Drusila de dice
[...]
Atenas, 16 años después
¡Irene!— exclamó mi nodriza— tu padre desea veros
Nana, estoy ocupada— dije dando de comer a las totolas que estaban sobre la terraza— decidle a mi padre que iré a verle después— sonreí mirándola rápidamente para regresar mi vista a una de las totolas que comía de. mi mano
¡Niña!— dijo pesadamente— tu y tus totolas— rodó los ojos dando la vuelta para salir de la terraza— así nunca te casarás
No es mi deseo hacerlo— repliqué— no deseo ser esposa de nadie— toque con la yema de mis dedos una pequeña totola que se había pasado en la palma de mi mano
De eso quieren hablarte vuestros padres— dijo seriamente— baja con ellos, tus totolas tendrán que esperar— movió bruscamente las manos haciendo que se echaran a volar a prisa
La miré enfadada, negué con la cabeza y suspiré pesadamente
¿Mis padres?— dije angustiada— no deseo verlos ahora, y mucho menos a mi hermano Aurelius — Cruze los brazos sobre mi pecho— desde que...— Flavia me hizo callar
No debes juzgar a tus padres, además Aurelius no ha vuelto de la Galia— frunció el entrecejo y nego con la cabeza— hay veces que me preguntó si yo te he criado mal
Me giré para entrar a la habitación, tomé asiento acomodando mi vestido azul celeste con bordados en oro, mi cabello rubio como el sol peinado en dos trenzas largas,cayó frente a mi pecho cubierto por cuentas de perla finamente trenzados a mi cabello
No creo que...— fui interrumpida por la voz de mi padre
Cada vez te pareces más a vuestra madre— no cabe duda que ante mi veo a mi preciosa Helena— camino hacia mi haciendo que me pusiera de pie a toda prisa
Padre...— dije juntando las manos sobre mi regazo a la vez de hacer una reverencia inclinando mi cabeza— quiero decir mi señor
Adriano levantó mi rostro, sus ojos verdes se cruzaron con mis ojos grises, acarició con el dorso de su mano derecha mi frente
Helena estaría orgullosa de ver la mujer tan preciosa que se ha formado desde que partió— beso mi frente
Me hubiera encantado conocerla— suspiré inclinando la cabeza pesadamente— murió por mi culpa
¡No vuelvas a decir eso!— exclamó molesto— no fue tu culpa, Jesucristo nuestro señor así lo quiso— suspiro abrazándome con fuerza
¿De qué cosa queréis hablar padre mío?— pregunté aún en su abrazo— Flavia me ha dicho que solicitabas mi presencia ante la vuestra
Hablaremos de eso en la cena, vuestra segunda madre— suspiro corrigiendo— tercera, desea veros después de su viaje a Constantinopla— beso mi frente para después separarse de mi
¿Sofía ha vuelto?— pregunté sonriente— ¿Dónde esta?, deseo verla lo antes posible, me gustaría saber sobre la moda bizantina— dije emocionada contemplando como mi padre se iba acercando a la puerta para salir
¿Estás vistiendo la túnica que te he bordado?— pregunté sonriendo— fue para vuestro cuadragésimo tercer cumpleaños, padre mío
Adriano se giró sobre sus talones,solo se logró escuchar el chirrido del cuero n***o con el que fueron confeccionadas sus botas sobre el mosaico azul indigo de mi habitación
Si, mi querida Irene— sonrío de lado acariciando su túnica en color azul intenso— es la misma que me regalaste hace un año
Os queda de maravilla, mi señor— sonreí alegremente— seguro estáis ansioso por ver vuestro regalo de este año— me sentía animada viendo a mi padre feliz
Adriano ya no era tan jóven, más sin embargo aún conservaba la galanura con la cual conquistó a mi madre hace dieciocho años, el contaba con veinticinco y mi madre con dieciocho cuando se conocieron en Creta
En verdad deseo saber que me regalará mi bella Irene en unas lunas más, mi señora me retiro nos vemos a la hora Nona para cenar— se inclino haciendo una pequeña reverencia y así salió de la habitación
Miré a Flavia para caminar hacia mi terraza contemplando el mar y como el sol se ocultaba en el horizonte
Flavia— dije hablándole— ven conmigo— sonreí dándole golpecitos a la borda de piedra de la terraza
Era mí nodriza desde que mi madre había muerto, así que era mi segunda madre, la pobre había tenido una vida difícil pues meses antes de cuidarme había perdido a su hijo por un brote de peste que asoló Atenas y gran parte de Grecia, al momento que ella llegó contaba con veinte años
¿Qué sucede?, mi pequeña Irene— se poso a mi lado mirando el horizonte
Sus ojos de color café ahora lucían más cansados que de costumbre
Mi querida nana— caminé a su lado— mereces un largo descanso, le pediré a mi padre que te mandé a Patras— tomé sus manos— tu ciudad, ahí donde está tu familia
Ella suspiro pesadamente, bajo sus manos y entro a la habitación, la miré de reojo sentarse en mi lecho pensé que era porque estaba cansada por lo cual decidí seguir mirando el horizonte
La noche tomo la ciudad más antigua del mundo, a lo lejos miraba como poco a poco las casas comenzaban a ser iluminadas por el fuego el cual en épocas antiguas para Atenas había sido sagrado pues la diosa Hestia era su protectora, me giré para entrar a la habitación y ahí permanecí de pie mirando a mi Nana llorar
¿Qué sucede?— pregunté casi corriendo para quedar de rodillas frente a mi nana— ¿Porqué lloras?
Levantó la vista, sus lágrimas me partían el alma, era como si viese llorar a mi madre
¿Me vas a separar de tu lado?— preguntó afligida
Estaba conmocionada ante su pregunta, por lo cual limpie sus lágrimas con la yema de mis dedos y negué con la cabeza
¿Porqué me preguntas eso Flavia?
Tu dijiste que me mandaras de regreso a Patras— comenzó a llorar de nuevo
Heche un vistazo rápido a lo que había dicho, tomé sus manos y la hice que me mirara a los ojos
Pensaba mandarte a Patras para que descanses, te hace falta— sonreí
No quiero irme— exhaló pesadamente— quiero estar contigo mi niña, aún me necesitas...eres tan joven aún— sus ojos permanecieron cristalinos
Tu, te quedarás conmigo toda la vida— sonreí— y si me caso— rodé los ojos— vendrás conmigo,no te irás de mi lado
Estaba un tanto cansada ya, y aún no era la hora de la cena
¿Quieres repasar tus clases de poesía?— sonrío
No, deseo llevar clases de política y estrategia— sonreí— para ser una buena gobernante
Sabes que esas clases solo se dan a los hombres, por ejemplo Aurelius está en la Galia aprendiendo sobre el tema con los mejores maestros— acomodo mi lecho dejando un poco de lavanda y romero
Aurelius— dije enfadada— es un idiota— bufé rodando los ojos
Es tu hermano— los he cuidado a ambos como mis propios hijos, debemos marcharnos— sonrío— es casi hora de la cena y debes estar ya en la mesa con tus padres
[...]
La moda en Constantinopla es demasiado exuberante— dijo Sofía tomando un poco de vino— para la siguiente vez que acuda, tendrás que venir conmigo Irene— sonrío tomando mis manos
Miré a mi padre emocionada, asintió con la cabeza dando su aprobación
Si, deseo ir pronto a conocer Bizancio— sonreí ampliamente hasta que ví al arrogante de mi hermano entrar
Buena noche— dijo haciendo una pequeña reverencia— padre, señoras
Rodé los ojos y me dispuse a comer
Hermana mia— sonrío mirándome fijamente— Os he extrañado en mi viaje a Galia
No me inmute, seguí comiendo en verdad que su sola presencia era un dolor de muelas
Hermano— dijo Drusila— a caso¿No me vas a saludar?— preguntó sentada al otro lado de la mesa
Aurelius miró a Drusila para regalarle una sonrisa
Perdón hermosa hermana— fue a su lado para tomar asiento— ¿Cómo has estado?
Estoy bien hermano, deseo ir pronto con vos a la Galia— sonrío mirándome fijamente— ¿Verdad que lo extrañamos?
Habla por ti— contesté tomando vino de mi copa de oro— no lo he extrañado ni un poco
Hermana mía— Aurelius me miró pesadamente— en verdad que yo si os extrañe en demasía en mi viaje, volví solo para verte antes de tu partida a Bizancio
¿De qué hablas?— seguía comiendo sin mirar
Aurelius, ese es un tema del cual no hemos hablado con Irene— externo mi padre con severidad
¿Cuál tema?— pregunté levantando la vista— Padre, si vos me lo permitís deseo aprender sobre política y estrategias— sonreí animada
Todos me estaban mirando fijamente,podía sentirme un poco incómoda ante está situación, parecía que había pedido algo imposible de dar
¿Por qué deberías saber hacerlo?— preguntó Drusila mirandome extrañada— eres una mujer, esas cosas no nos importan
Rodé los ojos para seguir comiendo, discutir con mi hermana pequeña era una perdida de tiempo ya que ella pensaba ser una esposa modelo, trofeos diría yo pues no puedes opinar o decir algo ya que eres mujer y no debes hacerlo
¿Deseas saber de ello?— preguntó mi padre haciendo que levantará la vista para mirar sus ojos
Si, ya que seré Reina de Atenas debo...— la rosa de Aurelius y Drusila se dejó escuchar por todo el salón, gire mi cabeza-¿Que les ha hecho gracia?— pregunté molesta
Aurelius dejo de reír para mirar a mis padres, Sofía tomo mi mano haciendo que la mirara a ella
Dios tiene planes maravillosos para ti— sonrío alegremente
¿De qué planes hablas?— a este punto comencé a sentirme nerviosa
A qué no serás reina de Atenas así como de ningún reino pequeño— dijo mi padre sonriendo orgulloso— serás emperatriz de Bizancio
Lo miré sorprendida y asustada, me puse de pie alejándome del agarre de Sofía y del de mi padre, negué con la cabeza
No puedo creer que me habéis vendido como vil mercancía al mejor postor— dije entre lágrimas— ¡El trono de Atenas me pertenece por derecho de sangre y por herencia!— apreté los dientes
El trono no es para ti— exhaló mi padre cerrando los ojos— le pertenece a tu hermano Aurelius— abrió los ojos
¡Claro que no!— exclamé cabreada— yo soy hija de la gran señora Helena, primogénita del rey Leoncio, ese trono me pertenece
Tu abuelo si quería que fueras reina, pero— se puso de pie— entiende que es lo mejor para ti
Sofía tomo la mano de mi padre como si quisiera darle fuerzas por lo dicho, la rabia inundó mi ser, mire a mi hermano y negué con la cabeza para después echarme a correr a mi habitación, al entrar azote las puertas con fuerza, pegue mi espalda a la pared y así caí al piso de rodillas.
Ya mi niña— dijo mi nodriza llevándome a su pecho— se que no es lo que deseas pero yo sé que la vida te tiene deparado un plan enorme— beso mi frente— Ser esposa del emperador del mundo es un honor que no todas han logrado conseguir
Pero...— las lágrimas no me permitían hablar
Shh— dijo Flavia bajando la voz como si de un arrullo de cuna se tratase— el ser su esposa te dará la pauta sobre quién sea regente de Atenas
Levanté mi cabeza para mirarla sorprendida, limpie mis lágrimas y me puse de pie, ella hizo lo mismo
Pero yo no lo amo— dije sintiendo un nudo enorme en la garganta— no lo conozco, ¿Cómo podría ser yo su esposa?