CAPITULO 14 - SAUL. Salgo de la cafetería con el papel arrugado en el bolsillo y el pulso todavía como si hubiese corrido una carrera. Me llamo Saúl y desde que vi su cara en aquella pantalla nunca he sabido descansar del todo. Cinco años han pasado desde que Laura cayó en coma y mi vida se ha reducido a rutinas que contienen a tres pequeños: Izan, Quique y Ashier. Pero en cuanto alguien me da una pista, por ínfima que sea, dejo de ser el padre que distrae a sus hijos con cuentos y vuelvo a ser el hombre con la libreta, el que marca horas y señales como si fuese un mapa de caza. La dirección que me dieron está en el polígono industrial de las afueras. No es el tipo de lugar donde esperaría encontrar a alguien que huyera del mundo; fábricas cerradas, naves con persianas metálicas, el olor

