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2486 Palabras
Izan me hace girar al ritmo de la maravillosa música -cantada por Jeff y acompasada por su orquesta-, alrededor de los muchos invitados de la boda de Sara e Isaac. Hay una enorme pérgola blanca colocada en el precioso jardín de la mansión Davidson, los padres de Marina. Todo es alucinante, realmente hermoso, de ensueño: Flores por todas partes, que desprenden un aroma exquisito, farolillos de papel blanco que cuelgan del techo de la carpa, y sumen a la sala en una luz tenue, suave y, delicada. Invitados vestidos glamurosos e impecables, incluso algún que otro famoso, buena música, un sin fin de delicatesen y un ánimo que genera una atmósfera agradable. Llevo un vestido de satén en tono dorado claro, con zapatos de tacón alto de Jimmy Choo. Un regalo o a decir verdad regalazo de Izan. Al principio no me hizo mucha gracia que me comprara un vestido y unos zapatos a juego, pero luego lo pensé mejor y fue un detalle muy bonito por su parte. De no ser de aquella manera, habría tenido que pedirle otro vestido prestado a Nora. ¡Por cierto, Nora! Ya ha regresado de sus vacaciones en Santa Mónica. La he echado mucho de menos en estas dos semanas, pero ya está en casa, súper ñoña con Miguel. Cosa que comprendo a la perfección a mí me pasa lo mismo con Izan. Miguel se queda los fines de semana en el apartamento, cuando yo me voy a casa de Izan. Como acordamos solo me quedo con él los fines de semanas. Estás dos últimas semanas hemos estado los dos muy liados con el trabajo y casi no hemos tenido tiempo para estar juntos. Lo he extrañado horrores... Izan me trae de vuelta al presente. -¿En qué piensas? -me pregunta mientras me hace girar bajo su brazo, para después estrecharme contra él. Noto su fuerte cuerpo contra el mío. Le sonrío abiertamente. -En ti -respondo con actitud coqueta. Él frunce el ceño y forma esa sonrisa de medio lado, que tanto me gusta. Mi favorita. -¿Y qué es lo que piensas de mí? -Mmm... -ronroneo divertida. Su sonrisa se ensancha y entonces inesperadamente, me reclina hacia tras y yo chillo y río a la vez por la sorpresa, mientras me mantiene en esa postura, entre sus brazos. -¿Qué es lo que piensas de mí? -repite socarrón. -Mmm... -vuelvo a ronronear. Sonríe con buen humor. -¿Sabes? podemos estar así toda la noche si quieres -dice frotando su nariz con la mía. -¡Ay no! -protesto, pero no puedo evitar sonreír. Izan se incorpora con elegancia y me arrastra con él, dejándome en pie. -¿Entonces? -pregunta. Me lo quedo mirando fija a sus hermosos ojos grises, perdiéndome en ellos, mientras él hace lo mismo y los dos nos perdemos en nuestras miradas. -Te quiero -le digo con voz susurrante, como un suspiro. Él esboza una gran sonrisa de hombre satisfecho y sus ojos brillan intensos y emocionados. -Eso era lo que pensaba -contesto a su pregunta formulada anteriormente. -Yo también te quiero -susurra, y me da un beso casto en los labios. De pronto nuestras palabras se ven interrumpidas por Jeff, el cantante, cuando cesa la canción con un gran final. -¿Qué os parece si damos caña a la noche con una canción más movida? -pide el joven Jeff. Los asistentes irrumpen alto, con un ¡SI! y este de inmediato chasquea los dedos y una nueva canción inunda el aire. En ese momento, Izan me coge de la mano y me lleva afuera, al jardín. -¿A dónde vamos? -le pregunto. -A dar un paseo ¿Te apetece? -Sí. Izan se para y se quita la chaqueta negra del traje, acto seguido me envuelve con ella. Está muy calentita y huele divinamente, a él, mi olor favorito en el mundo entero. -Ven -me dice, y me toma de la mano. Paseamos tranquilamente por el jardín, dónde la noche es fresca y la luna está oculta, no hay ni un mínimo rastro de ella. En el cielo oscuro apenas hay estrellas que lo iluminan. Pero aun así la noche es preciosa. El jardín de la mansión Davidson es un impresionante terreno con flores y altos árboles frondosos. No muy lejos de mi hay un puente iluminado por bombillas tenues que se encienden y se apagan mecánicamente y, una gran charca, donde habitan una familia de patos, adormecidos. Izan me lleva hasta un columpio de madera sujeto por dos árboles. Alejados de la carpa y el gentío. Aunque se escucha el eco de la voz de Jeff y su orquesta. Están tocando ¨Just the way you are¨ -¿Estás bien, así? -me pregunta Izan cuando nos sentamos en el columpio. -Sí -contesto. Me rodea con sus brazos y yo me acurruco junto a él. Y los dos nos recostamos sobre el respaldo del columpio y empezamos a mecerlo a un ritmo suave y relajante. -Solía pasarme horas columpiándome aquí cuando era un niño -comenta al cabo de un rato. -Es normal, yo también lo habría hecho. Tus abuelos tienen una casa maravillosa. -Sí. Por cierto, ¿Qué tal con mi abuela? Todavía no puedo olvidarme del comentario tan inapropiado que hizo -dice con un toque de fastidio en la voz. -Solo la cogió por sorpresa, lógico. Ella esperaba a Amanda cogida de tu brazo -digo- Me ha pedido disculpas y yo se las he aceptado. -¿Cuándo paso eso? -se remueve y me mira. -Cuando bailabas con Sara. -Ah, bien -se vuelve a recostar y me abraza fuerte otra vez. -Me gustaría saber si Amanda se ha vuelto a poner en contacto contigo -mi voz es muy baja, dudosa de que no quiera hablar del tema. Noto como sus brazos se tensan alrededor de mí. -No. Alzo la mirada a su rostro. -¿No? -No -vuelve a decir. -Bien -intento usar un tono de voz natural y lo consigo, para mi sorpresa. Me alegra mucho saber que esa mujer lo ha dejado en paz de una buena vez. Era insistente con sus llamadas de teléfono constantes. Más tarde despedimos a los recién casados, que se van de luna de miel, y al rato nos marchamos nosotros, no sin antes despedirnos de los padres y los abuelos de Izan. Izan me guía por los invitados a golpeados en la carpa hasta dónde se encuentran sus padres. -Beth, ha sido un encanto volver a verte. Cuídate querida -me dice Marina amablemente con dos besos, efusivos. -Claro -sonrío. -Mamá -Izan besa a su madre en ambas mejillas. -Un placer volver a verle, señor Clark. -Llámame Leonard y el placer ha sido mío, Beth - y me da un cariñoso abrazo. Tras habernos despedido con simpatía y agrado del resto, nos acomodamos en el asiento trasero del Mercedes Benz n***o, para que el chófer de los abuelos de Izan, Terry, nos lleve de regreso a la Fifth Avenue. -¿Te lo has pasado bien? -me pregunta nada más sentarnos. -Sí, me lo he pasado muy bien. Él me coge la mano, se la lleva a los labios, y me deposita un suave beso en los nudillos. -Me alegro mucho -dice cuando se incorpora. -¿Y tú? ¿Te lo has pasado bien? -De maravilla -responde con una sonrisa en los labios- Baila usted fenomenal, señorita. Ha sido todo un placer acompañarla. Suelto una risita. Sus ojos centellean especiales. -Yo solo me he dejado llevar, señor -le digo con coquetería, acompañado de un aleteo de pestañas. -Oh, y lo has hecho genial -asegura con actitud divertida. -Gracias -le sonrío alegremente. Terry -el chófer- se instala en el asiento del conductor y se adentra en el sendero que lleva a la salida de la mansión. Es un hombre alto, de un metro noventa, aproximadamente. Pelo moreno, ojos marrones y viste traje con gorra a juego. Debe tener unos treinta y tanto, o eso me parece. Miro por la ventanilla del Mercedes Benz sin ver nada más que la panorámica de altos e iluminados árboles por las fluorescentes luces de las farolas. Mis pensamientos se trasportan al sábado pasado cuando fuimos de visita a Bronx, para presentarles a Izan, a mamá y a Tom.                                                                                     *** Mamá y Tom nos esperan en la puerta cuando llegamos a la que ha sido mi casa durante nueve años de mi vida. Estoy tan contenta de estar aquí, se respira tranquilidad y paz, no agobios ni estrés, como ocurre en la gran manzana. Bajamos del Ferrari, y lo primero que veo es a mi madre con la boca abierta. Con total descaro. Y no sé si la causa es por Izan o por el coche. Posiblemente sea por ambas cosas. Rodeo este y me acerco a Izan que me da la mano mientras avanzamos hacia la puerta de entrada. Le noto un pelín nervioso, algo completamente lógico. Yo estuve peor al conocer a los suyos. Yo los conocí inesperadamente en el aniversario de Glam. -Hola, cielo -mamá me da un abrazo de oso en cuanto llego. -Elisabeth -Tom me da otro gran abrazo. Y yo les presento a Izan. -Encantado de conocerla señora Thompson. Mamá se queda impresionada al fijar la vista en él. A los segundos reacciona. -Oh, llámame Aurora, señora me hace sentir mayor -comenta con buen humor. Izan sonríe. -Claro, Aurora- Y le da dos besos- He traído esto para la cena -le tiende una botella de Pinot Noir metida en una cajita de madera. ¿Cómo no? -Ah, no te hubieras molestado, Izan. Pero gracias -le agradece mamá y sonríe Parece muy contenta. -Señor Thompson -le tiende la mano y Tom se la estrecha. -Un placer conocerte joven -dice- Bueno, no nos quedemos aquí, vamos dentro. El tiempo no está hoy para muchas ceremonias. Reímos y entramos en casa. -¿Y cómo os conocisteis? -nos pregunta Tom. Izan y yo estamos sentados en el sofá verde oliva y mamá y Tom en los sillones del mismo color. -Bueno, fue un encuentro inesperado. Nos conocimos cuando fui hacer mis entrevistas a Manhattan -les cuento. Los dos se quedan de piedra, creo que por no haberles dicho nada anteriormente. -Oh, bien -mamá sonríe encantada- Beth me ha comentado que tienes tu propia empresa -añade. Yo la miro directamente a los ojos, y entorno la mirada para que no sea tan indiscreta y me lo vaya a espantar. Mamá me guiña un ojo cómplice y sonríe. No puedo evitar sonreír también. -Sí, la empresa era de mi abuelo. Ahora la llevamos mi padre y yo -responde Izan. Está irresistible con vaqueros oscuros y polo azul. Pero claro, a él todo le sienta bien. -¿Y a qué se dedica? -inquiere Tom. -Ecología -respondo rápidamente. -Oh, ayudar al mundo, eso es fantástico -comenta mamá. De pronto oímos el timbre del horno avisando que lo que quiera que haya dentro, ya está. -Ahora mismo vuelvo -se disculpa y se encamina a la cocina. Tom retoma la conversación. -Así que ecológica. -Sí, trabajamos en distintos campos...- le cuenta. Tom se queda sorprendido y carraspea. Mamá regresa de la cocina al poco tiempo. -La cena está lista -informa- ¿Pasamos al comedor? Mamá ha preparado su delicioso pastel de pollo, acompañado con patatas asadas y ensalada. Qué va muy bien con el Pinot Noir, por cierto. Le insistí a Izan que no hacía falta que trajera nada, pero él se empeñó en hacerlo. Parece que hayan pasado siglo desde que estuve aquí por última vez. Solo han pasado unas semanas desde que me mude a Manhattan. Todo sigue igual. Lámpara ventilador de techo, mesa rectangular de madera oscura, sillas a conjunto y cuadros de la familia repartidos por las paredes ocres. -¿Qué tal se vive en Manhattan? -me pregunta Tom. -Oh, bueno es... estresante -refunfuño en broma. Todos ríen por mi comentario. -¿Más ensalada? -le pregunta mamá a Izan. -No. Gracias, Aurora. -¿Te gusta el baloncesto, Izan? -le pregunta ahora Tom. -Soy más de béisbol, señor. Pero sí, también lo veo -afirma esbozando una sonrisa. -Oh, llámame Tom, muchacho -le pide modesto. Mientras Izan y Tom conversan sobre deporte -típico de hombres-, yo y mamá hablamos de nuestras cosas. -¿Qué tal el trabajo? -Bien. Exigente pero bien -murmuro entretanto voy comiendo. -¿Y cómo esta Nora después de su viaje? -Fantástica. Ha cogido mucho color en Santa Mónica -aseguro. -Oh, sí. A ella le sienta muy bien el moreno -apunta cogiendo su copa de vino. Un rato después mamá y yo vamos a la cocina a por los postres, dejando a Izan y a Tom charlar animadamente. Parece que sean caído bastante bien, y eso me alegra mucho. -Es muy guapo, cielo -me susurra mamá nada más entrar en la cocina. Sonrío radiante. Es mucho más que guapo, es deslumbrante.                                                                                           *** -Cariño -Izan me llama cuando Terry aparca frente a su alto edificio. No me he dado ni cuenta de haberme quedado dormida. Me espabilo y Terry me abre la puerta para que baje del vehículo. Una vez fuera nos despedimos cortésmente de él. Es un hombre serio, pero simpático. Izan me coge de la cintura y entramos en el edificio. -Te ves agotada -murmura cuando abre la puerta de su apartamento, dejándome entrar a mi primero. -Lo estoy -contesto reprimiendo un bostezo. Estoy realmente cansada ha sido un día muy largo, y también maravilloso. -Déjame quitarte los zapatos -me dice. Y antes de que pueda articular una palabra, ya se ha agachado y me ha quitado los zapatos. Luego se yergue con los zapatos de Jimmy Choo en las manos. -Vamos. Me da la mano y me conduce por el pasillo hasta las escaleras. En la habitación me quito el costoso vestido y lo dejo sobre el sillón dorado que hay junto a la cama. Me planto el pijama de tirantes y culotes y entro en el baño. Cuando salgo Izan está cerrando las cortinas, se ha quitado el traje y solo lleva unos bóxer negros. Se gira y me mira. -Vamos, a la cama -enfatiza con un gesto de la cabeza. Me acerco a la cama, destapo la corcha blanca y me meto dentro. Izan se aproxima y se para junto a mí, se inclina y deposita un beso en mis labios. -Duérmete -me dice. -¿Tú no duermes? -le pregunto y estoy a punto de hacer un mohín. ¿Adónde irá en bóxer? -Sí, voy al baño y regreso. -Vale. Izan apaga la luz del techo y entra al baño. Cierro los ojos que me pesan agotados y me voy quedando dormida, al poco siento como se hunde la cama, me rodean con los brazos, y me acurrucan sobre un cuerpo calentito. Esa noche sueño con bailes, ramos de flores por los aires y novios que saben besar bien.
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