2

3223 Palabras
Una luz cegadora entra por el ventanal a través de las cortinas traslúcidas. Una respiración suave me acaricia la nuca y unos brazos me envuelven por completo. Abro los ojos de sopetón, parpadeo varias veces y sonrío. Me vuelvo despacio para no despertar a Izan que esta acostado al lado mío, pero cuando lo hago unos ojos ya abiertos me miran amorosos. Vuelvo a sonreír bobalicona. -Hola -murmura él, desperezándose a mi lado. Me encanta despertarme con él por las mañanas. ¿Por qué será? Ah, ya por la vista. -Hola -le digo a mi vez. -¿Has dormido bien? -me pregunta con ojos risueño. Dios santo ¿cómo puede estar tan guapo por las mañanas? -Sí. ¿Y tú has dormido bien? -Sí. Contigo siempre duermo perfectamente -dice y esboza una de sus radiantes sonrisas mañaneras. Oh. -Gracias -musito. Me inclino y le doy un tierno beso en los labios, no pudiéndome resistir. Izan me abraza e inspira en mi cabello. Al rato me dice. -Hueles muy bien. -Tú también hueles muy bien. -No tanto como tú -se remueve y me besa- Venga arriba -se incorpora en la cama y sale de ella, solo con sus bóxer negros. Oh. ¿Cómo? Yo quería estar más tiempo en la cama. Me levanto de mala gana. -Tengo que ir al baño -murmuro casi enojada. ¿Con quién? ¿con él? ¿conmigo misma? -Vale. Te espero a bajo -me dice mientras se planta unos pantalones de pijama azul y se lo ata a la cadera. Una vez salgo del baño, emprendo camino a la cocina. Bajando las escaleras, empiezo a escuchar ¿música? No la distingo muy bien, pero conforme me voy acercando, oigo la preciosa voz de una mujer. No me suena en absoluto. Cuando llego veo a Izan preparando café. La barra del desayuno está toda dispuesta para desayunar. Hay un par de platos, con tostadas, beicon y huevos. Y dos vasos de zumo de naranja. -Eh, ya estás aquí -murmura cuando me ve- ¿Qué clase de café te gusta? -añade. Me acomodo en uno de los taburetes de la isleta antes de responder. -Volluto. Asiente y se gira para prepararlo. -Lo puedo hacer yo, si quieres -le comento, porque no me gusta estar sin hacer nada. -No, tu quédate ahí -replica. Baja la música y ahora suena en modo ambiente. Hago una mueca de desacuerdo, pero me quedo sentada. -¿Quién canta? -le pregunto para distraerme. -Emeli Sande. -Tiene una voz impresionante. -Sí. Izan rodea la barra, me entrega mi taza de café, y ocupa un taburete a mi lado. -¿Te va bien el desayuno? -Sí, gracias. Eres un amor -murmuro con cariño. Sus labios sonríen satisfechos. Se inclina y me besa en la mejilla. -Un placer, Beth. Ya lo sabes -dice irguiéndose y coge su taza de café. -Mañana vienen mis amigos de Bronx, Alex y Daniel -le cuento. -¿Ah, sí? -Izan frunce el ceño, suelta la taza y me mira atentamente. -Sí. Hace semanas que no los veo y Nora ha estado de vacaciones... He quedado con ellos para tomar algo después del trabajo. Espero que no le moleste. Entorna la mirada. -Ajá. -¿Vendrás a conocerlos? -le pregunto rápidamente, porque su expresión no me ha resultado buena. Ladea la cabeza y me mira. Pero su mirada no me revela nada. j***r. -No lo sé, mañana por la tarde tengo una reunión importante. No sé cuánto nos llevará -responde con sequedad. Arrugo la frente. ¿Qué tiene? ¿Estará celoso? No, claro que no. Desecho esa idea inmediatamente fuera de mi cabeza. Me humedezco los labios. -Bueno... te enviaré un mensaje con el sitio, por si terminas y te puedes pasar luego. ¿vale? -Bien -se limita a contestarme, obviamente zanjado el tema. Luego coge el tenedor y empieza a comer. ¡Maldición! ¿En que momento se volvió tan áspera la conversación? En el mismo momento en que saque el tema de que vendrían mis amigos. Dios, este hombre es bastante raro. Suspiro y me pongo a comer yo también, y mientras lo hago mis pensamientos se sumergen y me llevan al viernes pasado, cuando Nora conoció a Izan.                                                                                     *** Hace un día que Nora ha vuelto de sus vacaciones en Santa Mónica. Estoy tan contenta. La he echado en falta, empezaba a sentirme sola en el piso. Aunque tengo a Izan, con quién lo paso genial, por supuesto, pero necesitaba compañía femenina, las típicas charlas de chicas, a mi mejor amiga. Llaman a la puerta y voy abrir. Ese debe ser Izan. Quiere invitarme a cenar esta noche. Sonrió. Cuando abro me encuentro con Miguel. -Hola, Beth. ¡Vaya que guapa estás! -me saluda y me echa un piropo, inesperado. Yo me pongo más o menos del color de mi vestido y le sonrío. -Gracias. Pasa, Nora se está arreglando. Nora y Miguel van a ir al cine a ver el hombre de acero. Por lo visto dicen que está bastante bien y no solo, por la película, si no por el actor. Cierro la puerta y ella sale casi corriendo de su habitación. Viste sencilla, pero va perfecta. Camiseta blanca, vaqueros rotos, plataformas marrones y bolso a juego. Con el pelo liso y suelto. Nora se echa a los brazos de Miguel y ambos se besan apasionadamente. Yo me siento incomoda por la efusividad mutua y como sobro, me escabullo a mi habitación, a seguir preparando mi maleta de fin de semana para dormir en casa de Izan. Una vez termino me doy un rápido vistazo en el espejo de pie que hay justo a la cómoda. Llevo puesto un vestido de gasa corto por las rodillas, color rojo. Un capricho que me he permitido con mi primer sueldo en Glam. Espero que le guste a Izan. A los tres minutos se oye el timbre de la puerta de nuevo. Izan. Me doy unos cuantos toques en el pelo, agarro la maleta y salgo de la habitación. Cuando llego Nora ya le ha abierto la puerta. -Tú debes de ser Izan, ¿no? -le pregunta. Su tono de voz resuma ilusión. Oh, Nora. -Así es -responde él y fija la vista en mí. -Hola, cariño. Estás preciosa -esboza su pícara sonrisa que hace que me derrita entera. Lleva camisa blanca y pantalones de traje grises. Está guapísimo. Le sonrío tímidamente. -Por fin conozco al hombre que ha encandilado a Beth -interrumpe Nora. Dios, solo le falta dar saltitos como una cría. Le doy un disimulado codazo y ella me mira y sonríe descarada. En ese momento Miguel sale de la cocina y viene hacia nosotros. -Izan... él es Miguel el novio de Nora. Estos dos se miran y diría que se evalúan. -Encantado -le dice tendiéndole la mano. Miguel se la estrecha afable. -Igualmente, tío. Izan sonríe y me mira. -¿Lista cariño? Asiento.                                                                                           *** -Beth -Izan chasquea los dedos y eso me hace regresar de golpe al aquí y ahora. Parpadeo y lo miro. -Beth, te estoy hablando -se queja. -Perdona. No te he estado escuchando. -Es evidente -resopla. -¿Qué me decías? -le pregunto. Por favor, que susceptible esta hoy. Pero pasa un breve tiempo hasta que dice. -El jueves tengo programado un vuelo a Chicago. Oh. Me lo quedo mirando. -Creí que iría tu padre -digo al final. Izan, frunce los labios. -En un principio así era, pero tiene asuntos que tratar aquí - se encoge de hombros. No muy contento respecto al asunto. -¿Cuántos días? -Dos. Jueves y viernes -responde y evalúa mi reacción. Me vuelvo y me quedo callada mirando el plato vació que tengo delante. No sé qué decir. Dos días sin él. ¿Podré soportarlo? ¿Podré aguantar sin verle? Bueno la semana pasada no nos vimos mucho rato a decir verdad. Sin embargo pasar dos días en otra cuidad es diferente. Estará ¿a cuántos kilómetros? -Beth -me coge de la barbilla y me hace mirarlo. Lo hago. Miro sus preciosos ojos grises que me miran preocupados. -¿Qué? -Solo dos días, nena y estaré de vuelta -musita. Suspiro. -Te echaré de menos. Mucho -le digo. Me observa con ternura y sonríe por primera vez desde... -Yo también, cariño. Pero no pensemos ahora en ello, todavía faltan algunos días. Asiento de acuerdo. Vale, prometo no pensar en ello. Y él se inclina y deposita un cariñoso beso en mis labios. -Termínate el desayuno -dice cuando se incorpora. -Vale. -¿Te gustaría dar un paseo luego? -me pregunta. Él se a terminado su desayuno y aparta el plato vacío. -Claro -acepto encantada. ¿Una vueltecita con Izan? Por supuesto. Son las nueve menos dos minutos de la noche cuando Izan aparca frente a mi edificio. -Ya hemos llegado -murmuro con pesar. No quiero separarme de él. Y ya estamos otra vez. Es una rueda que siempre esta en marcha. Y la culpa es mía. -Sí, te acompaño a la puerta -me dice y seguido sale del coche. Lo veo rodearlo y abrirme la puerta. Me tiende la mano y me ayuda a salir. -Gracias - le digo. Cogidos de la mano caminamos hacia el portal. -¿Nos veremos mañana? -le pregunto nostálgica. -Sí. Le abrazo fuerte y apoyo la cabeza en su pecho. Inspiro hondo su olor. Siempre huele tan bien. Izan me estrecha contra su cuerpo y hunde su cara en mi cuello. Nos quedamos así por unos minutos, no sabría decir cuántos. Pero es agradable. -Mañana me pondré en contacto contigo -me susurra bajito al oído. Sentir su aliento me hace estremecer. Siempre crea esa reacción en mi, en mi cuerpo. -Vale. -¿Pensaras en mi mientras duermes? Le sonrió y noto que él también lo hace. Espera paciente mi respuesta. -Lo intentaré -le dijo en broma. Izan se aparta un poco y arquea una ceja inquisidora. Y luego... ¡Pone morritos! Me echo a reír. Él sonríe y me envuelve con sus brazos. Por un momento esa nostalgia que siento en lo más profundo de mi queda relegada. -Bueno, algo es algo. Me separo y lo miro directamente a los ojos. -Por supuesto que pensaré en ti, ¿acaso lo dudas? -entorno los ojos. -A veces sí, pero muy pocas -masculla con buen humor y sé que está devolviéndome la jugada. -Oh -pongo cara de ofendida y al parecer lo consigo. Izan se inclina y me besa en la nariz, apresurándose a decir. -No, no lo dudo, nena -está serio, realmente serio y yo aprovecho la ocasión y le suelto. -Ahh. ¡Era broma! Le sonrió con dulzura. Izan abre mucho sus ojos grises y sonríe de medio lado mientras menea la cabeza, lentamente y, de repente sin apenas darme cuenta, me encuentro reclinada hacia atrás entre sus brazos. Me agarro a ellos en un acto reflejo. Madre mía... -¿Así que una broma? -me pregunta. Sus ojos chispean divertidos. -Sí -balbuceo como puedo- Levántame. -No, no señorita. Esta es mi broma para usted. Frunzo el ceño. -¿No te gustan las bromas? Esboza una pícara sonrisa misteriosa. -Beth, me encantan las bromas, pero solo si las hago yo. ¡Oh! Lo miro estupefacta. ¿Si las hace él? Qué considerado por su parte, pienso con ironía. -Ya, levántame -me quejo. Y en vez de eso, me besa profunda y apasionadamente. Y yo me pierdo en ese beso, en él, en nosotros. Uau. Un poco después, me deja en pie y suspira profundamente. -Nos vemos mañana. -Sí -es lo único que consigo que salga de mi boca. Me cuesta respirar. Vaya. Sonríe glorioso, como el gran jugador que es. -Vamos entra -exige sonriente y me da una palmada en el trasero. ¡Eh! Me separo y busco las llaves en el bolso. Las encuentro y abro la puerta del portal. -Ten cuidado, por favor -le suplico. No quiero que le ocurra nada en la carretera. Ya lo pase muy mal una vez, no quiero volver a revivirlo. Me sonríe con cariño. -Lo tendré, nena. Entra -ordena esta vez. -Te quiero. -Y yo a ti. -Dilo. Frunce el ceño. -¿El qué? -Las dos palabras, dilas. En sus labios refulge una amplia sonrisa. -Te quiero. Ahora entra -insiste. Sonrío ampliamente, feliz y hago lo que me dice, camino por el vestíbulo hacía mi piso, el 1º B. Al llegar al apartamento me encuentro sola. Nora andará todavía con Miguel. Les va fenomenal juntos y yo me alegro como una buena amiga. Me pongo al pijama, me lavo los dientes y me sumerjo entre las sabanas. Miro al techo y suspiro. Me pongo a procesar en mi cabeza los acontecimientos de la última semana. Días intensos y emocionantes. La boda de Sara e Isaac ha sido maravillosa y pasar todo el fin de semana con Izan también. Estamos muy bien, en algún momento tenemos nuestros más y nuestros menos, pero ¿eso es normal en las parejas, no? Y con esa pregunta rondando en mi cabeza, me quedo profunda, relajada y felizmente dormida. A la mañana siguiente cuando llego al trabajo, Andrew me recibe con una enorme sonrisa en el rostro, yo lo miro con el ceño fruncido. Ha estado muy pesadito durante estos días atrás. No le he dicho nada a Izan porque sé cómo se va a poner con él. Debo gestionarlo sola. -Buenos días, Beth. ¿El fin de semana, bien? -me habla desde su mesa de trabajo a unos cuantos pasos de la mía. Me acomodo en mi escritorio y lo miro. Hoy viste más formal de lo que yo le he visto en el poco tiempo que llevo trabajando aquí. Camisa gris y pantalones negros. Sus ojos miel me miran intensos y ese gesto me intimidad un poco. Yo le doy uno de los más simples saludos. -Buenos días. Sí, genial. Gracias Andrew. Dicho eso le aparto la mirada y lo dejo a él sonreír por no sé qué cosa. Me pongo a trabajar. Tengo que contrastar informaciones así que dedico la mañana a ello. Cuando me da por apartar la mirada del ordenador veo que estoy sola en la sala con dos chicas jóvenes, que hablan animadamente mientras almuerzan. Miro la hora y veo que son 12:30. Dios, no he echado ni cuenta de la hora. Saco mi móvil del bolso y miro si he recibido alguna llamada o mensaje de Izan, pero cuando lo hago una decepción me cala hondo. Izan dijo que se pondría en contacto conmigo pero no lo ha hecho. En fin tendré que ir a almorzar sola, y la verdad es que no me apetece comer. Ordeno mi mesa, cojo el bolso y salgo a la calle. En una tienda no muy lejos de la oficina me compro un Bagel de queso y me lo como. Con esto si que puedo. De vuelta en Glam, me centro en el trabajo para no pensar en nada. Y al mediodía, en un momento de inactividad, dudo si mandarle un mensaje a Izan, lo más seguro es que este muy liado. Cabeceo y le escribo rápidamente. Lunes 1 de Julio de 2013 16: 06 PM Mensaje. *Hola, ¿cómo estás? No he recibido nada de ti hoy. Espero que estés bien. Te quiero.* Pulso el botón de envió y espero todo lo paciente que consigo ser en este momento. Lunes 1 de Julio de 2013 16:20 PM Mensaje. *Lo siento, cariño. Estoy muy liado en el trabajo. Paso a recogerte. Tengo muchísimas ganas de verte. Te quiero. PD: ¿Dónde está mi beso? * Una sonrisa boba y estúpida aflora en mis labios. El desánimo de minutos antes se esfuma. Bueno, no del todo pero si gran parte. Lunes 1 de Julio de 2013 16:24 PM Mensaje. *Yo también tengo muchas ganas de verte. Xx B * Lunes 1 de Julio de Julio 16:28 PM Mensaje. *Luego nos vemos, nena. Xx I * Suspiro. Bueno, por lo menos lo veré luego. Sigo trabajando. A las siete menos veinticinco, salgo del edificio. Sonrió como una autentica idiota nada más verlo. Esta para comérselo, con un traje azul marino impecable y sin corbata. -le da un toque de lo más sexy- Me espera apoyado en su coche. -Hola. Sus ojos chispean jocosos. -Hola, ¿cómo estás? -dice atrayéndome hacia él. Le rodeo con mis brazos notando su cuerpo contra el mío. -Ahora bien. -Yo también. Me da un beso en la frente. -Te he echado de menos. Creí que te pondrías en contacto conmigo, que almorzaríamos juntos. Respira hondo. -Lo sé. Lo siento. A mí también me hubiera gustado, pero no he tenido tiempo. Ya sabes cómo son los negocios. Bueno, no lo sabes, pero exprimen. -¿Exprimen? -Exprimen -repite. Él sonríe deslumbrante y me da un beso fugaz en los labios. -¿Dónde tienes el coche? -me pregunta ahora. -En el parking. Izan me suelta. -Bien, te acompaño. -No, no hace falta. -No tardes, entonces -murmura exasperado. -No tardaré -le sonrío. Me vuelvo para marcharme y entonces me da un a***e en el trasero. Pero... -Hey. Lo miro con ojos fruncidos. -Lo siento, no me he podido resistir -comenta burlonamente, y se encoge de hombros como disculpa. -Tiene usted las manos muy sueltas últimamente -le reprocho, pero mi voz tiene un toque divertido. Le sonrío sin querer hacerlo. -No, sabes cuánto, cariño -sonríe con descaro. Le hago una mueca y me dirijo al parking dónde tengo aparcado mi pequeño. Una vez llego hasta el, abro la puerta del coche, y cuando me voy a montar, una mano de largos dedos se posa sobre mi hombro izquierdo. Doy un respingo y me vuelvo bruscamente para ver de quién se trata. -Dios, Andrew. Me has dado un susto de muerte -digo sin aliento, llevándome una mano al pecho. El corazón me va a mil por hora. Había pensado que era... -No pretendía asustarte -me dice con voz suave- ¿Te vas ya? -Eh... sí. Se humedece los labios lentamente, y mis ojos observan el movimiento distraídamente. Parpadeo y aparto la vista de su boca. Es perturbadora. -¿Podría invitarte a una copa? -Tengo planes -respondo. Se me queda mirando fijo, inquietante, sin embargo sus ojos tienen un matiz seductor. ¿Eh? -¿Sabes? Siempre me dices lo mismo. Empiezo a dudar que eso sea cierto, Beth -replica con sequedad y despliega su siempre sonrisa arrogante. Arrugo un poco más la frente. ¡Ese es tu problema, no el mío! Le grito desde mi fuero interno. -No, en serio, ya tengo que irme. Me están esperando. Buenas noches, Andrew -me despido algo nerviosa y entro a toda prisa en el Fiat. Cuando estoy dentro da un golpecito en el cristal. Doy un respingo. ¿Qué querrá ahora? Bajo la ventanilla y él se reclina sobre el coche. -¿Sí? -mi voz suena crispada. -¿Vas a quedar con tu novio? -masculla. Maldita sea. ¡Y a él que le importa! -Mira Andrew... La verdad... -Quizás, no deberías fiarte demasiado de él -dicho eso se yergue y se encamina a su coche, aparcado a dos plazas de la mía. Me deja con la boca abierta, estupefacta. Procesando en mi cabeza lo que ha dicho. ¨Quizás, no deberías fiarte demasiado de él¨ ¿Qué no me fíe de Izan?
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR