Cuando llegamos a mi apartamento me sorprende ver que Nora no está. Seguramente ya esté acostada. Son la 2:40 de la madrugada. Con pasos sigilosos Izan y yo entramos en mi dormitorio.
Dejo el bolso en la cómoda, me quito el vestido y saco mi pijama de culotes y camiseta del armario, entonces me vuelvo hacia Izan, él está terminando de zafarse de los pantalones. Después lo dobla perfectamente y lo deja sobre la mesita del escritorio, junto con la camisa y la chaqueta y sus otras pertenencias; el reloj, las llaves y la cartera.
Me mira.
-¿Puedes desabrocharme el colgante, por favor? -le pido.
-Claro -me dice y viene hacía mí. Yo me doy media vuelta y me recojo el pelo con las manos.
-¿Te ha gustado? -me susurra al oído.
Ese gesto hace que se me pongan los pelos de punta. Me desabrocha el carísimos colgante y me hace volverme para mirarlo.
Lo miro.
-Sí, es precioso. Solo que...
Izan me interrumpe con un beso.
-Solo que nada -musita pegado a mis labios- Está hecho para ti.
Sonrío de oreja a oreja.
-Venga a la cama -me pide con dulzura.
Y eso mismo hago, me meto en la cama mientras él guarda el colgante en la cajita burdeos que deja sobre la cómoda y apaga la luz del techo.
La habitación se queda a oscuras. Pasan unos segundos hasta que mis ojos se adaptan a dicha oscuridad. Izan se zambulle bajo la colcha azul y me abraza. Con ese cariñoso gesto me abandono al sueño.
La alarma del despertador me despierta, me remuevo en la cama y la apago de un manotazo. Cuando abro mis ojos lo primero que veo es a un hombre hermoso acostado junto a mí. Al que no le hace falta ni una fracción de segundo para abrir sus ojos.
-Hola.
-Hola -susurra adormilado al igual que yo. Se estira a mi lado y se despereza- ¿Qué hora es?
Me doy la vuelta en la cama y miro el reloj del despertador.
-Son las ocho y tres minutos.
Sonríe.
-Bien -dice.
Me acomodo de lado y lo miro.
-¿No, tienes que levantarte temprano para ir trabajar? ¿Alguna reunión de negocios, tal vez?
Izan se ríe. Y su risa es encantadora a esta hora de la mañana.
-No, tan temprano en la mañana.
Ah.
-Pues, yo sí. Y si no lo hago ya voy a llegar tarde -le digo mientras me incorporo. Izan me agarra y me tumba a su lado, me rodea con sus brazos y me achucha.
Oh. Me encanta estar entre sus brazos.
-Voy a llegar tarde -protesto dulcemente.
-No.
-Tengo que ducharme.
-Te prepararé el desayuno, mientras te duchas.
Sonrío. ¿No es encantador?
-Vale -cedo.
Huele tan bien como siempre.
Él me da un beso en el pelo e inhala.
-¿Entonces no volveré a verte hasta el sábado? -le pregunto.
Se queda callado un instante.
-Por desgracia, no -susurra contra mi pelo.
Alzo la cabeza y lo miro.
-¿Ni siquiera un ratito esta tarde?
Sonríe.
-Eres insistente ¿eh? -y empieza a hacerme cosquillas. Cosquillas insoportables.
-¡No! ¡Ya! -le digo riendo.
Izan se ríe conmigo, mientras yo trato de zafarme de él. Retorciéndome por sus cosquillas, bajo su cuerpo.
-¡Izan, para!
-Me encanta oírte reír -sonríe ampliamente como un niño y no deja de hacerme cosquillas.
Resoplo.
-Vale.... pero. ¡Para!
De repente cesa y me mira desde arriba suspirando bruscamente. Ambos respiramos con dificultad por el momento de risas y forcejeos. Se ve tan guapo todo despeinado y sofocado, y sé que es el mismo aspecto que debo tener yo. Toda despeinada y sofocada.
-Entonces, ¿qué? -le digo tragando saliva con dificultad.
Me mira confuso.
-¿Qué?
-¿Que si nos veremos esta tarde aunque sea solo un rato?
Se me quita de encima y se coloca de lado apoyándose en un codo. Me mira y me observa atentamente pensativo.
Este hombre es indescifrable.
-¿A qué hora llegan tus amigos? -pregunta al final.
-A las seis y media.
-Bien. Envíame un mensaje y me pasaré por dónde estéis.
Lo miro sin creerlo.
-¿En serio vendrás?
-Sí -asegura decidido.
¡Ahhh! Me abalanzo sobre él y lo tumbo en la cama. Izan se carcajea.
-Gracias -le digo contentísima. Por lo menos lo veré antes de que se vaya a su viaje de negocios.
-¿Tan importante era? -me pregunta sonriente.
-Sí, mi novio se va de viaje y no lo volveré a ver hasta dentro de dos días.
-Cierto.
Se me queda mirando fijamente. ¿Qué?
-¿Creo que no me has dado un beso de buenos días o estoy equivocado? -me dice cambiando de tema mientras me tumba y se coloca él encima, otra vez.
-Mmm...
Niega con la cabeza y me besa lánguidamente.
-¿Qué hora es? -pregunto ahora que me va dando tiernos besos por el cuello.
Resopla contra mi piel, se mueve de mala gana y mira el despertador.
-Son las... Ocho y veinticinco.
¡Dios, voy a llegar tarde!
Lo empujo y salto de la cama como un rayo. Abro el cajón, cojo mi ropa interior y del armario lo primero que pillo. Izan sonríe, se está divirtiendo por el espectáculo que le estoy mostrando, moviéndome de un lado para otro como una loca.
-No te rías de mí, Todo es por tu culpa -le riño tratando de parecer convincente con la actitud adoptada. Él levanta las manos a modo de defensa, pero sonríe de oreja a oreja.
Es tan encantadora su sonrisa. Ahhgg.
Cojo los zapatos de tacón y antes de salir del dormitorio escucho decir a Izan.
-Te prepararé el desayuno en lo que estás en la ducha.
Asiento y meto en el cuarto de baño como una centella. Me ducho en unos cinco minutos y me visto en tres. Blusa azul, pantalones negros y zapatos de este mismo color. Me recojo el pelo en una coleta alta, me pongo el reloj y listo. Salgo a la cocina dónde me encuentro a Izan completamente vestido, -camisa blanca y pantalones de vestir- está haciendo café. En la mesita hay un tazón con yogur y avena.
Frunzo el ceño.
Izan se vuelve y me mira.
-Tu amiga se acaba de marchar -comenta.
Ah.
-¿Te ha dicho algo?
-Solo, hasta luego -se gira con dos tazas humeantes en las manos- Si no te sientas a comer llegarás tarde -me recuerda.
Dios, es verdad. Me he quedado parada como una idiota en medio de la cocina.
-Eh... sí -me muevo y tomo asiento a la mesa. Izan se queda de pie apoyado en la encimera de la cocina con su taza de café en la mano.
-¿Tu no desayunas? -le pregunto.
-Solo café.
Hago una mueca y empiezo a comer.
Sonia me da los buenos días cuando paso a toda prisa por recepción. Yo la saludo agitando una mano. Gracias a dios, sólo llego diez minutos tarde. Cuando llego a mi mesa suspiro de alivio.
-¿Se te han pegado las sabanas? -inquiere Andrew.
-Me he quedado dormida -miento.
-Ya veo - me dice arrascándose la barbilla.
Lo miro y me mira con sus ojos miel. ¿Qué quiere?
-¿Te puedo ayudar en algo? -está parado frente a mi mesa.
Él sonríe arrogante.
-No -sacude la cabeza- Solo venía a darte los buenos días, Beth.
¿Eh?
-Pero ya me voy. Tengo trabajo -dice. Me guiña un ojo, se gira y se dirige a su escritorio pausadamente con una sonrisa en los labios.
Me quedo observándolo durante un instante. ¿Se puede ser más raro? Yo creo que no. En fin... me siento, y enciendo el Mac. Mientras espero a que este se encienda reviso mi agenda. Cuando estoy en ello, mi móvil empieza a sonar. Es Nora.
-¡Hola!
-¡Hola! ¿Pasa algo?
Es extraño que me llame al trabajo.
-No. Solo mis ganas de saber que paso anoche. ¡He visto que se quedó en casa!
Oh. El entusiasmo de Nora me sobresalta. Río.
-Sí. Pero no puedo contarte ahora. Más tarde hablamos ¿vale?
-Está bien. Adiós.
-Adiós.
Cuelga.
¡Qué cotilla es a veces! Muy típico de Nora Swallow. Suspiro y me pongo a trabajar, inmediatamente.
-¿Qué os parece otra ronda? -nos pregunta Dani levantándose de su asiento. Está encantador. He echado de menos sus bromas al igual que también he echado de menos a Alex. Los dos están guapísimos.
Todos asentimos. Estamos en un bar bebiendo cervezas mientras charlamos, tranquilamente. Dani le hace una seña a un camarero.
-¿Y cómo estás? -me pregunta Alex con su gran sonrisa de chico americano.
-Muy bien. Contenta de teneros aquí.
Él asiente.
-¿Vas enserio con ese tío... ¿Cómo has dicho que se llama?
-Izan. Se llama Izan Clark.
-Ah, sí -da un último buche a su botellín de cerveza.
-¿Y tú? ¿Tienes a alguna mujer que te pretenda?
Se ríe con ganas.
-No.
Entorno la mirada.
-No me lo creo. Seguro que sí -le doy un codazo.
Aunque sólo siento amistad por él. Reconozco que Alex es muy guapo; Alto, moreno de ojos grises intensos y musculado. Todo un partidazo.
-No. Créeme -me dice risueño.
Sonrío.
Un camarero llega a toda prisa deja las cervezas en la mesa metálica y se lleva las botellas vacías. Lo hace tan ligero como puede. El bar esta atestado de jóvenes.
-¿Vendrá ahora?
Frunzo un poco el ceño.
-Tu novio -me aclara.
-Eh... sí -me miro el reloj- De hecho ya tiene que estar al llegar.
Le mande un mensaje a Izan en cuanto supe a qué bar íbamos a ir. Estoy ansiosa por verle. No llevo nada bien estar sin él unas horas. Y ahora que se va de viaje de negocios, más nerviosa e impaciente por verlo estoy.
-Vamos, un segundo brindis -comenta Nora alzando su botella de Budvar- Porque a todos nos vaya bien.
Entrechocamos las cervezas.
Con esa segunda ronda Dani nos cuenta hazañas del laboratorio en el que trabaja. Se graduó en biología y ahora hace sus prácticas en un laboratorio investigando todo tipo de animalillos. Todos lo escuchamos atentamente.
De repente mi sexto sentido me hace mirar hacia la puerta del bar y... Ahí está mí hermoso y esplendido novio, con su atuendo de hombre de negocios. Traje azul oscuro y corbata gris. Sonrío abiertamente. Nuestras miradas se encuentra y él sonríe radiante mientras se próxima. Me levanto para recibirlo.
-Hola -me dice bajito.
-Hola. Estaba deseando verte.
Él me dedica una sonrisa complacida, se inclina y me besa.
-Yo también -murmura irguiéndose.
Giro la cabeza y los demás nos miran expectantes.
-Eh... esto... -hago las presentaciones correspondientes.- A Nora y a Miguel ya los conoces. Estos son Alex y Daniel.
Izan mira al primer nombrado y luego al segundo, después esboza una sonrisa cordial. Le tiende la mano a Alex.
-Encantado -le dice formal.
-Igualmente -le responde esté qué lo examina mientras le estrecha la mano.
Saluda a Dani y seguidamente a Miguel con un nuevo estrechamiento de mano. A Nora con dos besos.
-Vamos arrímate un taburete -le anima ésta. Siempre es la voz cantante del grupo.
Cuando está sentado a mi lado le hace una seña a una camarera. Ésta se acerca y enseguida se sonroja.
-¿Sí? -le pregunta con voz trémula.
Es joven, creo que de mi edad. Esbelta, delgada y rubia de pelo escalado.
-Una Brooklyn, por favor -le pide Izan.
-En seguida -balbucea y sale casi corriendo hacia la barra.
A los dos minutos está de vuelta con la cerveza en las manos.
-Aquí tienes, señor.
-Gracias -le agradece Izan, pero me doy cuenta de que él me está mirando a mí. No me había dado cuenta de que he estado con la vista puesta en ella.
La joven aletea sus negras pestañas y se retira de nuevo a la barra.
¡Vaya! Ya van cuatro veces que ocurre esto. Y tengo que decir que no me extraña absoluto. A mí misma me paso cuando lo conocí. Parece que haya paso siglo de aquello. Es normal, tengo un novio guapísimo. Aunque reconozco que me inquieta un poco este tipo de situaciones.
-¿Acabas de salir de la oficina? -le pegunto.
-Sí.
Sonrío feliz de que haya venido.
Izan y los chicos se caen bien. Hablan entre otras cosas de deporte dónde también entra en juego Nora. Es una experta. Claro, trabaja en un periódico deportivo. Yo me quedo callada mientras los escucho conversar y pensando; ¿Me presentará algún día Izan a sus amigos? Dice que casi todos están casados y con hijos. Bueno, eso no me impide conocerlos, y ¡me encantan los niños! Hacia de canguro cuando vivía en Bronx, cuidando a los hijos de mi vecina -para ganarme un dinerito- y se me da bastante bien. Nora me saca de mi absorción.
-Acompáñame al baño.
Asiento y la sigo hasta el baño.
Cuando regresamos, Alex y Dani se tiene que marchar ya. Los despido con un fuerte abrazo a ambos.
-Espero que nos podamos ver más seguido -le digo a Dani.
-Está claro, Beth -sonríe.
Abrazo a Alex y él me responde con un candoroso abrazo.
-¡Y a ti también!
-Claro que sí. ¿Eh? -concede sonriente.
-Hey, tío, un placer conocerte -le dice Daniel a Izan.
Este choca la mano y asiente.
-Lo mismo digo -se gira hacia Alex y le estrecha la mano también. Pero le noto un poco reticente con él.
-Un placer -se despide y me rodea la cintura con un brazo. Ese gesto me choca por un momento.
-Ídem, amigo -le responde Alex.
Y entonces se despiden de Nora y Miguel y se van.
-Nosotros nos marchamos también -comenta Miguel, qué hace ojitos a Nora.
Esta asiente con una risita tonta. La miro con el ceño fruncido.
-Vale -la abrazo- Nos vemos luego en casa.
-Sí -me dice y se agarra a Miguel.
-Hasta luego
-Hasta luego. Qué se divirtáis.
Ya sé yo como se divertirán estos dos. Los veo alejarse y desaparecer entre el bullicio de peatones de las calles de Manhattan. Me vuelvo hacia Izan que está con las manos en los bolsillos y mirando en la misma dirección que yo segundos antes.
-¿Y ahora qué? -le pregunto. Él baja sus ojos hacia mí.