Quería creer en sus palabras, pero mi corazón lo tenía Jean, y mi agotado cerebro estaba a punto de apagarse por el viaje, y todas esas horas, sobre todo, porque quizás no podía amar a nadie más. Tal vez, lo que en realidad buscaba Marcos era tener un pretexto para que tuviéramos sexo... pero era una de esas contadas veces que no tenía ganas de nada. ―Abrime la puerta… ¿Querés? ―insistí, Marcos tuvo que desistir y la abrió. Por un largo rato me quedé afuera, respirando el frío y limpio aire, por algún motivo no dejaba de tener la sensación de que había sido demasiado cruel con Marcos, después de todo no me había hecho nada más que ayudarme. A pesar de que yo no tenía ganas de charlar con nadie me forcé a entrar a esa oficina. Marcos me miró sorprendido, por lo de antes, no se veía ofen

