1: Una luz en la oscuridad

1448 Palabras
Tiempo después, perspectiva de Colette. Me encontraba sentada en el borde de la cama, una simple tarea que, desde que me quedé inválida, había aprendido a valorar. Los cambios en mi vida tras el accidente me parecían abrumadores. Nunca imaginé el daño que alguien tan cercano, como quien me trajo al mundo, podría causarme. Afortunadamente, contaba con el apoyo incondicional de mi padre y mi hermano. —Hola, cariña —entró Finn moviendo las caderas de un lado a otro —. Estoy aquí para tu baño de burbujas. —Hola, Finn — sonreí mientras él me levantaba en sus brazos —. Hoy prefiero solo una ducha. —¿Estás triste, cariña? Eso no es típico en ti. Deberías sonreírle a la vida. El día es hermoso para disfrutar en el jardín. —Me siento un poco deprimida. Después de bañarme, solo quiero quedarme en la cama. —Entonces veremos películas, cariña. No podemos saltarnos tu terapia. Finn me llevó al baño y me desnudé, una rutina que ya conocía demasiado bien. A lo largo del tiempo, había cuidado más de mí de lo que podría expresar. A pesar de eso, a veces notaba su nerviosismo y llegué a pensar que le causaba repulsión mi situación, después de todo, él es gay. —Finn, ¿puedo preguntarte algo? —le miré —. ¿Te incomoda mi presencia? A veces pareces nervioso, y entiendo que para ti, ver el cuerpo de una mujer no es lo más cómodo. —¡No, por favor, Colette! No es eso en absoluto. Es solo que me pongo nervioso a tu alrededor. —¿Por qué? Lo entendería si fueras heterosexual, pero no lo eres. ¿Verdad? —¡Claro que no lo soy! — se llevó la mano al pecho dramáticamente —¡Además, muerte a los heterosexuales! —¡Hey! Recuerda que mi hermano es heterosexual y está felizmente casado con una mujer maravillosa que lo adora, y me dio una sobrina a la que amodoro. —¿La amodoras? —Finn arqueó una ceja —. A ver, explícame eso porque estoy completamente perdido. —La amo y la adoro —reímos juntos —. Ahora, vamos a ducharme antes de que termine resfriada. Finn me ayudó a ducharme, tratando de no mirar demasiado, pero al final le pedí que me dejara sola. —No te preocupes, puedo manejarlo sola. Estoy inútil de las piernas, no de los brazos. Ve preparando las películas y las palomitas. En el baño, tenía todo lo necesario para ducharme sin problemas, aunque Finn venía conmigo por insistencia de Víctor, quien temía que pudiera caerme. —Está bien, iré preparando todo. Si necesitas ayuda, solo llámame. Finn se fue y terminé mi ducha. Al regresar a mi habitación, todo estaba listo para un día de películas, cortesía de mi dedicado fisioterapeuta, quien siempre encontraba formas de levantarme el ánimo cuando prefería quedarme en casa. —Tu ropa está ahí. Cuando te vistas, te secaré las piernas. Finn cumplió su palabra, y después de la terapia, comenzamos a ver películas. La tenue luz de la lámpara creaba una atmósfera cálida mientras compartimos la cama, viendo una película romántica en la televisión. Yo estaba en mi silla de ruedas, y Finn se acomodó a mi lado, sumergiéndonos en la trama. La escena se volvió emotiva en la pantalla, y un breve intercambio de miradas entre Finn y yo creó una extraña tensión. ¿Había algo más en su expresión, o solo era mi imaginación? Intenté romper el hielo con una risa nerviosa. —¿Te das cuenta de lo cliché que es esto? Una película romántica y nosotros aquí solos —comenté un poco nerviosa—y lo peor es que eres gay. Finn sonrió, pero sus ojos mostraron algo más. La conexión entre nosotros se intensificó, y traté de relajarme apretando el control remoto en mi mano. De repente, el control remoto se deslizó de mi agarre y cayó entre nosotros en la cama. Ambos nos inclinamos para recogerlo, y en el breve contacto de nuestras manos, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Retiró su mano rápidamente, pero el momento había dejado una huella en mi piel. —Lo siento, no fue mi intención — murmuré, sintiendo una extraña mezcla de nerviosismo y emoción. Finn, tratando de aligerar la situación, rio suavemente. —No te preocupes, fue solo un pequeño accidente. Además, recuerda que soy gay — dijo, pero su mirada aún reflejaba algo más. Nos reincorporamos a la película, pero la atmósfera había cambiado. A medida que avanzaba la noche, compartimos risas y comentarios, pero mi mente no podía dejar de volver al fugaz roce. ¿Había despertado algo más profundo entre nosotros en aquel pequeño contacto accidental en mi cama? —Colette —tocaron la puerta de mi habitación —. Soy tu papá, ¿Puedo entrar? — ¡Claro, papá! —Le dije, y él entró con una sonrisa, besándome en la frente como saludo —¿Qué pasa? Pensé que estarías unos días en Noruega con Víctor y Cassandra. ¿O viniste a despedirte? —Eso puede esperar. Me enteré de que el Dr. Romano te verá mañana. Al parecer, alguien canceló su cita y quedaste como la siguiente en la lista. La emoción me invadió, aunque también sentí un ligero nerviosismo. Si el Dr. Romano no encontraba una solución para mí, todo el esfuerzo podría parecer inútil, y me resignaría a pasar el resto de mis días en una silla de ruedas. —Estaré lista a las 7 a. m. —le aseguré a mi padre —, no podemos perder esta oportunidad. — Estoy seguro de que todo saldrá bien —Finn me miró con amabilidad —solo mantén una actitud positiva. —Gracias, Finn —le di las gracias y, de repente, al tocar su mano, sentí una descarga eléctrica. Rápidamente, aparté la mano — No te preocupes, papá. Estaré lista a tiempo. Las paredes del hospital parecían cerrarse sobre mí mientras esperaba ansiosa la llegada del Dr. Alessandro Romano. Había oído hablar de él como un especialista en neurorehabilitación, mi última esperanza para encontrar una solución a mi situación. Cuando finalmente entró, su presencia irradiaba confianza y positividad, lo cual me dio un atisbo de esperanza. — Colette, estoy aquí para ayudarte — dijo con una sonrisa amable — ven aquí. Me condujo a su consulta, donde revisó meticulosamente mi historial médico y me sometió a algunas pruebas. Después de un momento de evaluación, pronunció unas palabras que resonaron en la habitación. —Tienes altas probabilidades de recuperar la movilidad, pero será un camino desafiante — explicó Alessandro, su voz firme, pero reconfortante —. Necesitarás comprometerte a un programa intensivo de fisioterapia y ejercicios específicos. La noticia me dejó aturdida, pero en sus ojos encontré una chispa de confianza que avivó mi determinación. —Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario — le aseguré, tratando de mantener la esperanza en mis palabras. Alessandro asintió con aprobación y continuó, —Además, sería beneficioso que bajes algunas libras antes de considerar la operación, puesto que esto va a acelerar tu proceso de recuperación. Me sentí tranquila al saber que tenía oportunidad de caminar. Aunque sinceramente me dolía la idea de que Finn se iba a ir de mi lado, supongo que ya estaba acostumbrada a él. —Vamos a hacerlo juntos, Colette. Te guiaré en cada paso del camino —aseguró, ofreciéndome su apoyo — elaboraré un plan específico para tus ejercicios y pérdida de peso. También necesitaré hablar con tu fisioterapeuta para coordinar todo. —De hecho, no es una mujer, sino un hombre. Y sí, está afuera con mi papá. Le pedí que me permitiera tener esta consulta a solas contigo. Ya sabes cómo son los padres sobre protectores cuando su única hija está en esta situación. —No te menosprecies así misma, Colette. Pronto podrás caminar — dijo con confianza — Iré a buscar a tu fisioterapeuta y a darle el nuevo plan que tendrás que seguir. — Si prefieres, puedo ir yo. No quiero que haga algo de lo que soy más que capaz. Salí del consultorio y vi a mi padre con Finn, quienes estaban junto a una máquina expendedora. Mi fisioterapeuta le estaba explicando a mi padre cómo usarla. —Solo empujas aquí con la cadera —le decía Finn a mi padre, y una vez que lo hizo, cayó un dulce —así de fácil. —Finn —los llamé con una sonrisa —el doctor quiere hablar contigo. —¿Finn? — el Dr. Romano lo miró sorprendido —¿Eres tú el fisioterapeuta de la señorita Sandemetrio?
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