2: Propuestas indecorosas

1413 Palabras
Miré que Finn se encontraba tenso mientras veía al doctor Romano. ¿O eran simples ideas mías? —¿Acaso se conocen? —Algo así, digamos que nuestros padres son amigos. Pero pensé que una familia como la de usted estaba buscando a alguien del mismo género y no a un hombre. Ahora podía entender todo, así que Finn no había salido del clóset o al menos no todo mundo sabía esto. Por eso su postura era rígida y para nada femenina. —Sí, lo que sucede es que ninguna de las fisioterapeutas y las enfermeras pudo dar la talla. Se necesita la fuerza de un hombre en este caso. —Oh, ya veo. Bueno, Finn es un buen enfermero y fisioterapeuta —su tono era sarcástico —. ¿O no, Mirallegro? —Así es —Finn contestó con voz masculina —el mejor de la generación. —Lástima que te quedaste ahí y no fuiste un doctor, en fin, para gustos colores. —No me gusta el tono que está utilizando, doctor Romano. Creo que todos necesitan de todos y usted no es quien para juzgar las profesiones que se estudian. —Señorita Sandemetrio, usted… —No me interesa saber sus motivos, espero que no vuelva a tratar a Finn de esa manera porque él es muy querido para mí y por ende para mi familia. Perspectiva de Alessandro. Miré cómo Colette se fue con su padre y Finn, esta mujer me intrigaba lo suficiente. Ninguna otra se había atrevido a responder y más aún sabiendo que en mis manos se encontraba la posibilidad de que volviera a caminar. —Si tan solo no hubiera aparecido Valentina antes, en definitiva te miraría a ti. Hablando de ella, decidí ir a buscarla. Ella se encontraba en el área de descanso del personal, me acerqué y le di un beso en la mejilla. —Aprovecha, querido, porque es lo único que vas a poder besarme. —¿Por qué dices eso? —Porque no has sido lo suficientemente convincente —ella movió sus dedos imitando que contaba dinero —, así que ni modo, tener a una mujer como yo a tu lado es muy costoso. —Pero Valentina, sabes bien que vengo de una familia con mucho dinero. —Pero no has heredado y tengo entendido que el director, o sea tu padre, aún no te quiere dar la dirección. —Verás qué va a ser dentro de poco, mi papá bien sabe que soy un excelente médico y más ahora que la hija de los Sandemetrio se encuentra en mis manos. —¿Colette Sandemetrio? —Ella preguntó con interés —¿Acaso no iba a venir después? —Sí, pero un paciente falleció y sus hijos cancelaron la cita, obviamente. —Pues qué bien que ese paciente estiró la pata. Porque casualmente había estado pensando en algo que seguramente te va a dar el capital que tanto necesitas para tenerme a tu lado. —Por comenzar, no quiero que te refieras a ese paciente de esta manera. Lo otro es que quiero que me expliques a qué te refieres. —Bueno, vamos a lo importante —pudo ver una chispa de entusiasmo en los ojos de Valentina —. Verás, tengo entendido que la hija del viejo Sandemetrio se encuentra bien asegurada tanto por su padre como por su hermano. Ellos le han dejado una herencia en caso de que pueda sucederles algo y también un fideicomiso con una cantidad tan exagerada que vamos a tener dinero a manos llenas. —No entiendo adónde quieres llegar con todo esto. —Quiero que seduzcas a la hija del viejo Sandemetrio y te quedes con su fortuna, tienes que matar a su padre y ya después de que ella cobre el fideicomiso es que la vas a operar. Dirás que falleció en el quirófano y podrás quedarte con toda esa fortuna, pero debes asegurarte de que ella te ceda todo su dinero. —¿Acaso es una broma? ¿Eres consciente de qué me estás pidiendo que cometa un delito? —No te pongas tan sensible, ten por seguro que todo esto va a valer la pena. Además, no es la primera vez que seduces a alguien y le sacas algo de provecho, ¿O acaso tengo que recordarte de dónde sacaste tu coche? —Pero eso es diferente, Valentina. Aquí estamos hablando de un delito que me condenaría a varios años de prisión. —Eso sucederá si no tienes cuidado —ella se levantó y se puso delante de mí —. Además, si no haces lo que te estoy diciendo, pues seguirás siendo el mismo perdedor y no podrás disfrutar de estas bellezas. Valentina se desabrochó la blusa y me mostró sus pechos. Ella se sentó en mi regazo con las piernas abiertas. —¿Qué dices? ¿Quieres estar conmigo o no? —Sí, quiero. En el momento en que intenté tocar uno de sus senos, ella se levantó y movió su dedo de un lado al otro. —Ya has tenido suficiente con esto, ahora ya sabes lo que tienes que hacer si es que quieres tenerlos. Justo en ese momento la puerta se abrió y mi papá entró, miró a Valentina con total desprecio. —Por favor, doctora Bianchi, quiero que se cubra eso. La próxima vez que se ponga a hacer estas cosas, le voy a enviar un memorándum —mi papá me miró y alzó el dedo —. Tú, ven aquí de una vez que necesito hablar seriamente contigo. Tuve que irme y lo último que miré fue a Valentina abrochando su blusa mientras me mostraba una de las orillas de su pecho. Ella me guiñó el ojo y luego sonrió. —¡Deja de ver a la doctora Bianchi! —Mi padre me jaló de la oreja —. Tienes serios problemas, jovencito. —¿Ahora qué hice? —En mi oficina, en mi oficina. Corría de un lado al otro tratando de evadir las cosas que mi papá me lanzaba; él se veía enojado por algo que no sabía. De repente me lanzó uno de sus títulos y logró hacer que me fuera de boca en la mesita de café que mi mamá le había obsequiado por sus 25 años de matrimonio. —¡No puede ser! Me has dañado la mesita —miré el hueco donde mis dientes dieron —genial, espero que tu madre no se enfade y se levante de la tumba por lo que hiciste. —Papá, quiero que me digas qué demonios hice ahora para que volvieras a lanzarme uno de tus títulos. —Por comenzar trataste mal a Finn —mi papá recogió su título y lo sacudió con cuidado —el señor Sandemetrio se comunicó conmigo para informarme lo que hiciste y lo enojada que se encuentra su hija por tu pedantería. —No dije nada que no fuera cierto, Finn fue un idiota al no saber aprovechar la oferta que su abuelo le hacía con pagarle la carrera de medicina en una de las mejores universidades que hay. —Eso no es asunto tuyo, sinceramente me da rabia ver que eres tan malo con Finn. Ustedes eran buenos amigos cuando niños y tú cambiaste, tanto que si no hubiera visto con mis propios ojos el hecho de que se llevaron bien una temporada, juraría que son enemigos a muerte de toda su vida. —¿Y qué esperabas que sucediera si el abuelo de Finn te trato tan mal? Por culpa de él no pudiste ser feliz al lado de… —¡Basta! Ya eso pasó y no tienes que vivir recordando algo que ni siquiera te afectó a ti, además conocí a tu madre y fuimos felices por 25 años hasta que esa maldita enfermedad me la arrebato. —Papá, si a ti te afecta, a mí también. No puedo creer que aquel viejo le obligará a su hija a casarse con un infeliz poco hombre que fue capaz de dejarla en la calle a la menor oportunidad y todo por una mujer más joven. —Ya, más bien tienes que aprender de los espejos grandes. A pesar de que no es tu situación, soy consciente de que Valentina se encuentra interesada en ti solo por tu dinero y siendo sincero, justo por eso es que no quiero darte la dirección del hospital que con tanto esfuerzo levanté al lado de tu mamá.
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