Por supuesto, aquí tienes una versión revisada del texto:
Suponía algo de lo que mi papá había dicho; después de todo, Valentina no era precisamente un modelo de virtud, y en parte lo comprendía, ya que en ocasiones había sobrepasado los límites.
—Papá, ella no…
—Ni siquiera intentes decirme que no es tan mala. Créeme, he tenido que soportarla porque es una excelente doctora y necesitamos su especialidad aquí en el hospital. Afortunadamente, intento mantener lo personal separado de lo laboral, de lo contrario, hace tiempo que habría dejado este lugar.
—Entiendo. Supongo que eso es todo lo que quieres decirme. Ahora, si me disculpas, debo ir a mi apartamento, ya no tengo más pacientes.
—No, eso no es todo. Le pedirás disculpas a Finn por lo que le dijiste y también le enviarás el programa para que inicie con las rehabilitaciones.
—¿Qué? No puedo creerlo. ¿Para qué necesito enemigos si te tengo a ti?
—No me provoques, sabes que puedo ser muy creativo con mis sanciones.
No pude negarme a cumplir lo que mi papá me había ordenado. Tomé mi celular y envié a Finn lo que necesitaba para comenzar la nueva terapia de Colette, acompañado de una simple palabra: “Disculpa”.
—¿Realmente piensas disculparte así? No puedo creerlo. Deberías hacerlo de una manera más adecuada.
—No especificaste cómo, así que tendrás que conformarte con eso.
**Perspectiva de Finn**
Estaba con Colette cuando escuché que mi celular sonaba. Sabía que no debía usarlo en el trabajo, pero la posibilidad de que fuera mi mamá me llenaba de inquietud.
—Puedes cogerlo, Finn. Sabes que nuestra relación va más allá de lo profesional. Eres un amigo muy querido para mí, y si alguna vez puedo volver a caminar, ten por seguro que te extrañaré demasiado.
No quería ni pensar en la posibilidad de que Colette se alejara de mí. Quizás era egoísta, pero era lo que sentía en ese momento.
—Ve, puedes contestar. No te quedes perdido en el tiempo y el espacio.
Solo pude sonreír y tomar mi celular del bolsillo. Encontré el nuevo plan que debía seguir para preparar a Colette para la cirugía.
—Pero, ¿qué demonios? Lo que más me sorprendió fue ver una simple palabra al final del mensaje. “Disculpa”.
—¿Qué pasa? —Ella me arrebató el celular —vaya, así que te ha pedido disculpas. Mi papá debe ser el responsable. Haría cualquier cosa por mí, es muy tierno.
—Bueno, entonces tengo que agradecerte tanto a ti como al señor Sandemetrio.
—Si quieres agradecerme con algo más que palabras, sería una buena idea que me contaras la historia del doctor Romano y la tuya.
—No es gran cosa. El padre de Alessandro y mi madre son amigos y nos presentaron cuando éramos niños. Con el tiempo, nuestra relación se distanció y tomamos caminos diferentes.
—Siento que hay algo más en esta historia.
—Bueno, digamos que el señor Romano y mi madre tuvieron un noviazgo en su juventud. Pero por razones fuera de su control, terminaron separándose. Él se casó con una mujer muy amable y ella se casó con mi padre.
—Mmm, no sé. Pero me conformo con lo que me has dicho. Supongo que es un tema delicado para ti.
—Algo así. Bueno, como puedes ver, ahora tenemos un nuevo plan de ejercicios y empezaremos mañana.
—Está bien. Por cierto, tu secreto estará a salvo conmigo. Si no estás listo para salir del armario, respetaré tu decisión.
—¿Qué has dicho? —Sacudí la cabeza —es cierto, gracias, mi ciela. No quiero que Alessandro se burle de mí. Espero que con el tiempo pueda gritar mi preferencia s****l a los cuatro vientos.
—Yo también lo espero —ella extendió su mano y acarició mi mejilla —eres un buen hombre, Finn. Cualquiera que esté a tu lado será feliz y afortunado.
“Afortunada”, pensé, viéndome a mí mismo al lado de Colette. Lo mejor sería olvidar esto; no quería que ella se viera perjudicada por una mentira que había inventado en un momento de necesidad.
—Bueno, es hora de irme. ¿Quieres quedarte aquí en el jardín o prefieres ir a dormir?
—Es un poco temprano para dormir, pero ya está empezando a refrescar, así que por favor, trae mi chal. Está en mi cama.
—Enseguida, mi ciela.
Fui por el chal; en cuanto entré en la habitación, lo vi y lo tomé en mis manos. Inconscientemente, lo llevé a mi nariz y respiré profundamente.
—¿Qué estás haciendo?
El señor Sandemetrio estaba parado en la entrada. Caminó hacia mí y me miró con curiosidad.
—Señor Sandemetrio —mi tono fue afeminado —solo estaba comprobando si este chal estaba limpio. Y ¿sabe qué? Está bastante sucio. Lo pondré en la cesta de la ropa sucia.
—Ah, entiendo. Pensé otra cosa, pero sé que es imposible para alguien con tus preferencias sexuales.
El señor Sandemetrio se fue y no tuve más opción que poner el chal perfectamente limpio en la cesta de la ropa sucia.
—Bueno, ahora a buscar otro chal.
Entré en el armario de Colette y empecé a buscar, con la mala suerte de encontrarme con lencería bastante provocativa.
—Vaya, vaya…
Miré el conjunto y toda mi piel se erizó; de repente, imaginé a Colette con eso y sentí algo crecer hasta el punto de doler.
—Finn, ¿dónde estás?
Colette entró en el armario y salí corriendo para cubrirme con una mesita que tenía varias joyas.
—¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás en mi armario y con mi lencería en tus manos? Para ser honesta, dudo que te quede bien.
En ese momento, ella no podía ver la erección que tenía; comenzaría a hacer preguntas y no sabía cómo responder.
—Pero, ¿qué demonios? ¿Estoy viendo bien o es una ilusión óptica de la estantería de joyas?
Fue entonces cuando me di cuenta de que el joyero era completamente de cristal y se podía ver todo perfectamente.
—Pero, Finn, vaya, estás bien dotado —ella se dio la vuelta y vi que estaba sonrojada —. Sería mejor que me vaya. Saldrás una vez que todo esté en orden. Por favor, no intentes ponerte ese conjunto, definitivamente no te queda bien.
Colette salió, y empecé a pensar en formas no sexuales de disminuir esta situación; tenía que pensar en algo completamente opuesto a lo que acababa de imaginar.
—¡Ya sé! Alessandro con este conjunto.
Solo esa idea me causó náuseas tremendas, y pronto la erección desapareció. La idea de Alessandro con ese conjunto definitivamente me daba asco. Pensar en sus pelos y todo… ¡Qué asco!
—Bueno, ahora estás de vuelta a la normalidad —Colette empezó a reír —. Solo espero no encontrar nada manchado dentro de mi armario.
—No te preocupes, mi ciela. Puedes estar segura de que ese santuario de armario está completamente limpio.
—Qué bien, de hecho, ni siquiera recordaba que ese tipo de ropa estaba en mi armario. Usé esa lencería hace mucho tiempo, cuando era una mujer completamente funcional y no estaba atada a esta silla de ruedas…