CAPÍTULO 13

1049 Palabras
Con Tahe y su amigo en la calle, Antonio y ella se sientan en el sofá intentando tranquilizarse un poco. Ester coge su teléfono y se da cuenta de que no tiene nada de batería, ni luz con la que poder recárgale. Eso la hace cabrearse aún más y, para descargar toda la energía negativa que tiene acumulada sobre ella, se pone en pie y comienza a caminar en el mismo salón. Dando vueltas de lado a lado, como si se tratase de una leona enjaulada, Antonio no es capaz de dejar de mirarla. —¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? —pregunta acercándose a Antonio, cuando se da cuenta de que la está mirando más de lo que ella está acostumbrada. —Pues cariño que te lo dije —responde emocionadísimo. —¿Qué dijiste el que? —inquiere, esperando una respuesta coherente por su parte. —Que el giri tiene razón, estás muy buena y tienes un culo tremendamente precioso —comenta cogiéndola por la cintura, dándola una pequeña cachetada en el trasero y echándola sobre él, como si fuese una muñequita. Cuando Ester logra recobrar el equilibrio, le da un bofetón a Antonio, después se pone de pie y le coge por los pelos para sacarle a la calle con los giris. Para ella todo lo que la está pasando es una desgracia y su novio parece que se lo está tomando a broma. Una semana después... Antonio sigue en la calle, cada día que pasa junto a los hipies se parece más a ellos. Ester le mira por la ventana día tras día, en realidad le hecha mucho de menos, pero entiende que le tiene que dar una buena lección. Por otro lado, Ester ya ha conseguido que su compañía eléctrica le instale la luz de nuevo, y ahora está en búsqueda de empleo activa a través de su móvil ya que su pc no está en ningún lado de la casa. Para asegurarse de no tener ningún intruso más en su casa, también ha cambiado la cerradura. Sus padres la han tenido que prestar también algo de dinero, mientras que encuentra algo de trabajo y se instala de nuevo en su casa e intenta recuperar su vida. La está costando mucho trabajo, pero ya casi lo tiene conseguido, en el pueblo en donde vive hay una fábrica en la que se selecciona la fruta que llevan los agricultores y por suerte para ella el jefe es amigo de su padre. Por lo que puede ayudarla mucho para conseguir ese empleo. Después de darse una ducha, Ester se viste y va a la fábrica para entregar un curriculum, y al llegar a su casa se encuentra a Antonio fumando en una cac'himba. Pasa por su lado sin decir nada, pero mientras que abre la puerta de casa no deja de mirarle. En realidad, su vida sin él se ha quedado muy vacía, pero a él parece no importarle demasiado, Antonio simplemente ha dejado de ser el mismo. Perdida en sus pensamientos, Ester se sienta en el salón, enciende la tele y busca algo para ver. Sin saber que más hacer por el aburrimiento que tiene, se asoma a la venta y ve que su novio está de lo más feliz de la vida, abrazando a una chica que no es ella. Se trata de una rubia de pelo liso y muy largo, que llegó en la misma caravana que el amigo de Tahe. «¿Serán pareja?», piensa para ella. Sin dejar que sus dudas le atraviesen el corazón, busca algo fresquito que ponerse y encuentra uno de sus bikinis favoritos, ya que el día que echó a Antonio a la calle, este la devolvió toda su ropa. Con una toalla en sus manos y solo con el bikini y unas chanclas, sale a la calle y se tumba a tomar el sol en su jardín. No pasan apenas cinco minutos cuando Antonio se acerca a ella y se tumba a su lado boca arriba mirando al cielo, con un ramo de margaritas recién cortadas. —¿Qué quieres Antonio? —intenta averiguar Ester, mirando el ramo de flores. —¿Quiero que me perdones? —responde casi entre suplicas, mientras coloca las flores entre los pechos de Ester. En ese momento a Ester se la nubla la mente, coge el las flores con fuerza, le mira seriamente y mientras le da con ellas dice: —No te perdono, y... soy... alérgica... a las... flores. —Perdona mi amor, lo siento —responde quitándola las flores para que no le pegue más—. Ester no te vayas —reclama de rodillas en el suelo intentando sujetarla por las piernas. Mientras Ester entra en casa enfurecida, como alma que lleva el diablo, los amigos nuevos de Antonio se ríen de la pareja desde lo lejos. Al parecer lo que fuman en la cac'himba es algo más fuerte, ya que hasta Antonio sin darse cuenta deja de lloriquear para reír con ellos. Después de unas horas, y sin saber qué más puede hacer cuando se le pasa el efecto, se acerca a la puerta y comienza a llamar a Ester con intenciones de que le perdone esta vez. —Vete, no quiero saber más de ti. Además, la rubia te está esperando —contesta muy cabreada. —¿Qué rubia? ¿Estás hablando de Lily? —inquiere con una ceja arqueada, desde la calle—. Mi amor, ella es la pareja de Steven y lo único que ha hecho ha sido darme consuelo todos estos días —La explica intentando quitar hierro al asunto. —¿Lily? ¿Steven? —pregunta asombrada—. ¿Ya te sabes sus nombres? Te felicito, pero quiero que os vayáis todos de mi casa, incluido tú. He visto como la miras y te abrazas a ella. —Ester cariño esta también es mi casa, yo también pago la hipoteca —reclama desde la puerta, intentando abrirla desde fuera, al ver que ella no va a dar su brazo a torcer, y mucho menos estando tan cabreada. Tras ver la negativa de Ester, Antonio vuelve con su grupo de amigos nuevos, los cuales le ayudan a celebrar con una pequeña fiesta, su nueva vida de soltero.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR