Capitulo XVI

1648 Palabras
Ignacio Duque. 12 de marzo de 2009, 08:00 am. Había conseguido un chofer, por lo menos antes de irme de viaje con Samanta, me pareció ser un hombre responsable, aunque, voy a ver como es verdaderamente. Al ser hoy mi ida a Inglaterra, pasamos buscando a mi novia en su departamento, no lleva mucho equipaje sólo dos maletas. A pesar de que aún no le he dado lo que compré para ella, lo llevo en el auto para indicarle lo que puede usar, quizás le guste, me costó coincidir lo que a ella le puede gustar, e incluso el collar que lo llevo en el bolsillo de mi saco, espero que le llegué a agradar. Sé que las mujeres cambian constantemente de opinión hasta en la última hora, era lo que me decía mi padre, posiblemente así sea ella. -Déjame ayudarla señorita – le dice mi chofer a Samanta, colocando sus maletas en el maletero. - ¿Cómo te sientes? ¿Emocionada? -Sí, me siento emocionada – me sonríe. -¿Cómo te fue en la entrevista? -Mal, rechazaron mi obra – estira los labios – sólo me queda llegar a tener suerte en Inglaterra. -Bueno, es la única opción que te queda por hacer. -Ya podemos irnos jefe – me dice el chofer. -Bien, vámonos – tomo de la mano de Samanta. El viaje con ella no simplemente será diferente, mientras que disfrutas de su compañía, siempre busca la forma de conocerte aún más e incluso de verte y hacerte feliz, suena muy sencillo de hacer, la cuestión es que no todo el mundo lo hace, más por una mujer que es vanidosa con el dinero, tengo la mayor suerte de todos al estar con mi novia. -Las damas primero – la hago pasar primero al auto. -Me gusta cuando eres así – ella entra al auto. -Más si soy yo quien lo estoy haciendo – entro con ella. Sé que ella se siente mal por la entrevista que tuvo ayer, creo que tengo la posibilidad de ayudarla, pero sé que Samanta no lo aceparía, como me había comentado antes “quiero hacerlo por mis propios medios” de esa forma no podré colaborar y si llega a enterar de que tuve algo que ver con el patrocinio de su libro, sé que nunca me perdonaría. -¿En qué piensas? – me dice ella. -Ah, en lo hermosa que eres – separo las rodillas. -¿Y esperas a que yo te crea eso? – me arquea una ceja. -¡Ja! No me lo esperaba – me río de mí mismo. > Al llegar al aeropuerto no fue inevitable la aparición de ciertos periodistas, nos tomaban fotos en todos los ángulos posibles, lo único que me molesta son las típicas preguntas que creo que no les concierne, pero entiendo que es su trabajo. Me bajo del auto, siendo escoltados por mi chofer, que lo por menos cumple doble función y por eso le di el trabajo. -¡Doctor Duque! ¿Ella es su pareja? – un periodista posiciona su micrófono en mi cara. > -Ella es mi novia, con quien estoy pensando pasar el resto de mi vida – digo. Quise reírme en estos momentos, porque de seguro Samanta debe de estar colorida de pies a cabeza, tendré que hacerlo después. -¿Qué nos puede decir de ello? – ahora le pregunta a Samanta. -Bueno, es el hombre de quien me siento a gusto – le sonríe. -¿Cómo se conocieron? – vuelve a preguntar. -Nos conocimos desde cuando éramos adolecentes, hasta éramos compañeros de clases en la preparatoria – añado. -Oh, un amor joven y romántico – se conmueve – entonces, ya que están en el aeropuerto ¿A dónde se irán? > -Bueno, nos iremos a Inglaterra – agarro de la mano a Samanta – que tengan un buen día todos. Llevo a Samanta hacia adentro del establecimiento, el vuelo nos esperaba y los periodistas nos quitaban el tiempo, por lo menos no nos siguieron gracias a los vigilantes del aeropuerto, ya que por ellos duraríamos todo el día haciéndonos preguntas. -Son tan curiosos – dice con sarcasmo. -Son sus trabajos, una labor muy buena, pero a veces creo que se pasan de la raya. -Bueno, al haber ellos preguntado sobre nuestra relación ¿Lo consideras de esa forma? – se cruza de brazos. -Eh, no, ¿Qué dices? Me refiero que en ciertas ocasiones lo hacen, no en está. Dejamos nuestro equipaje con los botones del hotel y pasamos por el detector de metales, después nos dirigimos rápidamente hacia el avión siendo todavía escoltados por los vigilantes, creo que han tomado ciertas fotografías con su celular por parte de las personas que hemos pasado al lado. Además, he sentido a Samanta algo neutra, normalmente esta es alegre, quizás sea por lo de su recién entrevista que tuvo con el director de la agencia editorial aquí en Sevilla. Nos ubicamos en la sección VIP del avión, estamos con algunos pasajeros, pero nos ubicamos en la parte superior. -Inglaterra nos espera, nueva instancia, nuevas oportunidades. Siempre lo considero así cada vez que viajo – me siento. -Quisiera verlo de esa forma – se sienta a mi lado. > -Bueno, tenlo en cuenta. *** Después de varias horas de viaje, me dirigí al mismo hotel donde siempre me hospedo, pero en esta ocasión había pedido dos habitaciones en un solo departamento, ya que, creo que los dos no podemos estar durmiendo en la misma cama con ella. Aunque, la percibo feliz por estar en un sitio nuevo, sé que Inglaterra es también un país rico en literatura, y creo que Samanta visitaría primero es a la biblioteca, de eso estoy seguro. Al cambio, yo tengo que reunirme con el grupo de médicos que conforma el país, en referendo a los especialistas en cardiología, por la aparición de pacientes con dificultad de un diagnóstico claro. Al entrar al sitio, me deje caer sobre el sofá, al igual que Samanta sobre mí y aproveche en abrazarla fuerte. Me imaginé como sería nuestra vidas ya de casados, supongo que sería muy fantástico, es lo que siempre he querido, pero todo a su tiempo. -¿Ya te vas a reunir con tus amigos? – me pregunta ella. -Sí, vuelvo después. -Ah, entonces, me quedaré aquí, guardando reposo – se levanta. -Me parece bien, tomate las cosas con calma. -¿Dónde dormiré? -Ya te ubico – me levanto del sofá. > La distancia entre las dos habitaciones es tan sólo cinco metros, por medio de un pasillo de entre los dos. Sé que las habitaciones de este hotel son lujosas, creo que Samanta le gustará la que había escogido por ella, espero coincidir de nuevo. Además, de las cosas de que traje de Sevilla para ella, sería como anotar dos puntos en una sola ocasión. -Te he comprado algunas cosas – estoy de espalda de ellas. > -Ah, ¿Sí? ¿Qué me has comprado? -Bueno, te había comprado algo de ropa, quizás te guste – me meto las manos sobre los bolsillos. -¿Ropa? Yo tengo la mía, ¿Por qué lo has hecho? – arquea una ceja. -Pues, quise comportarme bien contigo, así que, se me ocurrió comprarte ropa bonita y algunos accesorios. -Ah, no era necesario, creo que simplemente estando juntos eso me basta – levanta los hombros. > -Aunque, sólo es un regalo que te quiero hacer, se dice que no se niegan – la miro irónicamente. -Tienes razón, ya debo de ir pensando el tuyo. -Ah, no es necesario a que lo hagas – abro la puerta de la habitación. -Entonces, ¿El tuyo si es necesario a que lo hagas? – me sonríe, nunca se le escapa nada. -Está bien, puedes regalarme un beso ahora mismo – me acerco a ella. Pude darle un pequeño beso en sus finos labios, me subió la felicidad al haberlo hecho, como la mayoría de las veces. -Esto es más rico que una taza de chocolate caliente – me dice ella. -Entonces, ¿Mis labios son más ricos que el chocolate? – levanto las cejas a un ritmo rápido. -Quizás, tendría que volver a probar. Me impresioné de este momento con ella, porque por su personalidad serena y tierna, pero esta vez se volvió más atrevida y coqueta, subió sus piernas sobre mi cintura y la atrape con mis brazos. Oh ¡Dios! No me lo imaginé, se sujetó de mis hombros para darme un beso fuerte, de esta forma, me pudiese quedar sin labios. Se aumentó la tensión que había y Samanta me hacía envolverme en la lujuria y la pasión del momento, así que, tuve que detenerla, no podía estar haciendo esto con ella, no le beneficiaria para nada. -¿Qué ocurre? – observa mi expresión. -Mejor no lo hagamos – la quito de encima. -¿Por qué?... ¿No te gusto? – se cruza de brazos. -No es eso, sólo que estás delicada de salud y no podemos hacerlo, ya me entiendes… -Mejor, iré a descansar – da la media vuelta. Ella entra a su habitación tirando de la puerta. Es obvio, que ya está de mal humor, el simple hecho de haberla negado le generó mil ideas erróneas en la cabeza. Aunque, sé que ella después de disculpará conmigo.
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