Capitulo X

2027 Palabras
Ignacio Duque 15 de febrero de 2009, 7:30 am. Camino por los pasillos de la clínica, me habían informado sobre pacientes que los habían diagnosticado con el corazón recrecido y me estoy dirigiendo hacia mi consultorio para poder recibirlos en una hora. Hasta que me detuve al ver un grupo de mujeres en recepción, me llamó la atención el dicho suceso y decidí acercarme a ellas, aunque, lo hice cautelosamente, sin avisar. -Sí, había serenata en la habitación de la paciente con problemas en el corazón, quien está en cuidados intensivos en el segundo piso – eleva más la cejas – creo que entre el jefe y la paciente deben de tener algo más que una relación profesional. -Es claro, si él hizo ese detallazo a ella, eso quiere decir que hay algo más en el medio – afirma una enfermera. > -Mejor dicho, ya debe de ser una relación formal, quizás cuando ella se mejore sigan manteniendo esa bonita relación – agrega la asistente de laboratorio. -¿El doctor no tenía una relación con la radióloga? Me habían informado de eso ustedes – se integra de nuevo en la conversación la recepcionista. -Al parecer ellos habían terminado, escuché los pataleos de Laura cuando salió de su consultorio, recuerden que mi consultorio está al lado de él – asegura mi compañera de trabajo, especializada en cardiología. -Qué suerte tiene ella… Una oportunidad a cualquier mujer no le vendría mal – agrega una enfermera. Quise darles una buena sorpresa que no olvidarán nunca. -¿Qué les parece el doctor? ¿Es un buen o mal jefe de trabajo? – digo modificando mi voz normal. -Sí, si es bueno… - reacciono boquiabierta, al verme parado escuchando su conversación. Todas voltearon al verme y tenía ganas de reírme de ellas, pero tenía que hacerlo, debido a que quiero que mi clínica trabajen personas serias en el área laboral, creo que el chisme de pasillos no encaja con el perfil que quiero lograr. -Princesas, las quiero mucho… Pero espero que sea la última vez que ocurra esto. Yo antes pensaba que ustedes me respetaban como su jefe, tan agradable y honrado que he sido con ustedes – me cruzo de brazos. -Discúlpenos, jefe… No volverá a pasar – me dice la recepcionista. Las demás reaccionaron igual, pero con disculparse ellas no me basta. -Saben… Creo que debo de ser más rudos con ustedes, quizás así en verdad me respetarían. -Ah, no jefe, nosotras no lo volveremos a hacer – me dice una enfermera. -Ok, espero que me estén diciendo la verdad – respondo. Doy la media vuelta y camino hacia el ascensor, para reírme sólo por un momento. > *** -Señora, debe de dejar de fumar… Se encuentra delicada de salud, su corazón no soportaría la nicotina del cigarro, ¿Me entiende? – aclaro. -Bueno, quizás reduciendo las horas, no tuviese problema. Estoy lidiando con una paciente de la tercera edad que no quiere hacer lo que estoy recomendándole, simplemente son pautas más saludables y es beneficio de ella, pero decidí insistir en no hacerlo, prefiere consumir una docena de cigarros en un día que colaborar consigo misma. -No, es así… Debe de dejarlo totalmente, ya está en una etapa de la vida totalmente diferente de cuando eras antes… -¿Tenías que decirlo? – me dice con sarcasmo. > -Bueno, yo hice mi trabajo… Le deseo una buena salud, pero de su parte ya veo que no lo quiere hacer. La señora me observa indignada, sé que no le está gustando lo que estoy diciéndole. -Me iré – se levanta de la silla – tengo cosas por hacer y también compraré una caja de cigarros, porque la vida es una sola y no se puede retroceder. > -Que tenga un buen día señora Jiménez – me limito en decir. Ella ni siquiera se despidió de mí, después de haber sido su doctor fiable en un año. > Salí de mi consultorio para caminar por un rato en los pasillos para descansar un momento, por suerte este era mi último paciente por atender en la tarde. Concluí que debo de tomarme aunque sea un día de descanso, después de todo trabajo todos los días, creo que no vendría mal lo que estoy planeando hacer, pero quisiera hacerlo con Samanta, sé que estará dormida, después del buen rato que pasamos, creo que así aumentaríamos el afecto que tenemos entre sí, es lo que había esperado por años. -Hola – me dice Laura muy sonriente, pero sé que no es sincera. -Hola, señorita – respondí. No pensé que después de haber discutido con ella, volveríamos a hablarnos, pero espero que el mismo grupo que había encontrado está mañana, no esté viendo este suceso, como tal, no está mal a que hablase con Laura. -Había escuchado del hermoso detalle que le hiciste a tú novia, me parece muy tierno de tu parte. -Gracias, espero que también algún hombre sea así contigo – respondo. -Siempre tan cortes – me mira de arriba hacia abajo – pero quisiera mantener una amistad contigo, no es necesario a que estemos distanciados – me propone. -No tengo problema alguno – me cruzo de brazos. -Bien, que tengas una bonita tarde, tengo mucho pacientes por atender, te dejo, después hablamos – me hace un gesto. -Está bien, igualmente – respondo. Al parecer Laura está de buen humor y creo que debimos de ser amigos en un principio, de igual modo, la trataré como fuese una. En el mismo pasillo que apenas estaba caminando, pensé en ver a Samanta, hasta que tuve un presentimiento muy malo, al ver una enfermera correr hacia a mí apresuradamente. -¿Qué ha pasado? – me acerco hacia ella. -¡Doctor! – se detiene un momento a respirar – la paciente que usted atiende personalmente, ha sufrido de una horrible recaída. -¿Se refiere a la paciente Samanta Fernández? -Sí, ¡Tiene que venir conmigo! No esperé por ella, salí corriendo hacia la habitación de Samanta, sabía que algo como esto estaba por ocurrir, al no ver ni una mejoría, a pesar de que no estaba en un estado tan crítico como había ingresado a la clínica. La persona me ven pasar, quería llegar rápido a donde tenía que estar. Entré apresurado al sitio, ya los enfermeros se encontraban en el sitio atendiéndola, pero quedé atónito al verla agonizando de nuevo de dolor. -¿Qué han podido diagnosticarle a la paciente? – me acerco hacia ellos. -Por medio del electrocardiograma, debe de tener insuficiencia cardiaca – me dice uno de ellos. -Es lo más probable, debido a que es la recaída más normal que tienen este tipo de pacientes, quiero que le suministren los fármacos tranquilizadores y un nuevo equipo, ella debe de sobrevivir. Una insuficiencia cardiaca para ella debe de ser más que fatal, por el simple hecho de que la enfermedad en conjunto con esto pueda inducirla a la muerte. Estoy más que alarmado y tenso con este problema. Pero no veo resultados buenos, sólo va empeorando y me vuelve loco al no esperar lo deseado. -¡Doctor! Los signos vitales están descendiendo – me informa mi asistente. Entre en una crisis y quería salir de ello, tenía toda la intención de poder salvarla, pero ni siquiera con todo el esfuerzo que estaba haciendo, pudiese en ayudarla a ella… Todo era en vano, me sentí impotente en estos precisos momentos, hasta que decidí tomar la opción que se me venía a la mente, no estaba dispuesto en perderla. -Tenemos que aplicarle electro – shock, no podemos rendirnos – empecé a sudar. Busqué los 000 para aplicarle cargas eléctricas a Samanta, pero cuando la vi tan frágil me detuve en seco. -¡Doctor! Ya la paciente no presenta signos vitales, se encuentra ya sin vida – me informan. > Me acerqué a Samanta para aplicarle las cargas eléctricas, con fuerza lo presione sobre su pecho, esperé por una respuesta en el monitor, pero aún nada… Que decepción. -Lo volveré a intentar – sigo animándome. Volví a propinarle electro-shock a Samanta, está vez lo hice con más presión, el cuerpo se movía al recibir las cargas, pero la pantalla del monitor no me indicaba ninguna respuesta buena, se mantenía igual como estaba. -Doctor… Creo que ella… -No – interrumpo – ni lo digan, ella puede aún salvarse – no desisto. Los demás sé que estaban dando por muerta a Samanta, su corazón dejo de latir y eso significaba que no se encontraba con vida… No lo quiero aceptar. Volvía a propinarle electro – shock a ella esperanzado a que resucitase. No evite llorar de la angustia y los nervios me desató la locura. Hasta que entré en razón al ya haber intentado tres veces y concluí que debo de parar. > Me quedé de nuevo atónito al verla pálida, me estaba diciendo a mí mismo que ya no estará más conmigo, ni mucho menos volveremos a reírnos entre sí… Todo se había acabado. Recosté mi cabeza sobre su pecho y dejé que mis lágrimas fluyeran en mis ojos, no quería olvidarme de ella, aunque, en realidad nunca lo he hecho, sólo que nos queríamos en lo desconocido, sin fecha de caducidad. Abrace su cuerpo y desaté mi dolor, me desilusioné completamente, pensaba que retomaríamos todo lo que habíamos perdido, pero ahora será imposible aquello. Me imagino que los demás no se esperaban esta escena, sé que estoy en una completa crisis que ni encuentro las fuerzas necesarias para aceptar lo que está ocurriendo, creo que es lo más difícil que me ha tocado hacer. Sentí una mano amiga en mi hombro de mi asistente, mientras, que estaba en el mar de lágrimas y de llantos… Quería que despertase ella, la abrace con más fuerza y hundí mi rostro en su cabello liso por un buen rato, necesitaba sentir su presencia, pero no la hallaba por ningún lado. -Doctor, la paciente está respondiendo – me dicen. Levanté el rostro hacia el monitor y ellos tenían razón, observe que había cambiado radicalmente los datos, ya estaba ascendiendo. La luz de esperanza que había perdido, ya lo he recuperado. -Bien, quiero que ella reciba la atención adecuada – la chequeo a ella con el estetoscopio – introducen los fármacos, su corazón apenas ha reaccionado pero necesita ser desinflamado - me muevo hacia los equipos - ¿Dónde está el electrocardiograma? Me había quedado con ellos hasta que he terminado de solucionar el problema, el órgano enfermo se estaba estabilizando después del corto tiempo de inactividad que tenían, estuve pendiente de cada movimiento de la habitación, así como procedían a hacer su trabajo, quizás ellos me considerarían muy obsesivo y controlador, pero no quería a que saliera nada mal, por eso la insistencia que tuve con ellos. Cuando podía asegurarme de que Samanta no estaba en un cuadro tan grave, me retire hacia la zona de descanso a relajarme un rato, pedí un vaso de agua al deshidratarme rápidamente por allá. No podía creer que ella estaba a punto de perderla para siempre, en verdad que nunca antes me había sentido así de tenso y tan depresivo en mi vida, preferiría mil veces perder otra cosa, pero con Samanta nunca estaría dispuesto. El órgano empezó a reaccionar positivamente, los enfermeros la rodearon para prestarle ayuda, mientras que la preocupación me seguía asfixiando, no literalmente, me sorprendió ver su rápida recaída. Sin duda alguna, seré más obsesivo con su estancia en la clínica, sin importar lo maniaco que parezca ahora.
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