No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente.
Koray Nesta
La primera vez que entré a una reunión con el rey y demás comandantes del reino tenía tan solo quince años.
Ese día me probaron haciéndome tomar una decisión importante para mi pueblo, ese mismo día tuve que esconder a mi pequeña hermana que curioseaba en la oficina de papá.
Imagínate esto, una hermosa niña con cabello azabache y ojos grises que desde que empezó a hablar nos mostró que sería un grano en el cul … digo … que sería indiscreta, preguntona, singular y extraordinaria mujer, que según mi hermano medio, haría historia.
“¿Por qué?” “¿Qué es esto?” “¿Para qué sirve?” Y cualquier pregunta que tuviera un “qué” era lo único que salía constantemente de sus labios.
Verla tan concentrada en cualquier arte diferente al que mamá le intentaba ensañar por ser el deber de una mujer me hizo considerar lo que Nash me comentó, y desde ese mismo día con solo quince años, después de una extensa reunión y mi mentalidad proyectada a ser un perfecto rey en el futuro decidí salir de la monotonía.
—Te ayudaré a hacer historia —arrugó su naricita sin comprender.
—¿Qué es historia?
—Es … —suspiré y sonreí —¿Te gustaría aprender a leer? —sus ojitos brillaron de emoción y asintió repetidas veces.
Desde ese día cada noche me sentaba con Iris a practicar lectura, escritura y matemáticas. Para mi sorpresa no era como papá decía, Iris estaba aprendiendo más rápido de lo que aprendió Mahruk, tenía talento, era responsable, incluso logré comprender su inconformismo por ser tratada menos cuando podía dar más. Pero una cosa era comprender y otra apoyarla, y cuando le dije que no apoyaría su loca idea revolucionaria se enojó de tal manera que tomó un pergamino y lo leyó delante de toda la familia.
Allí se desató el infierno y padre tomó riendas en el asunto, empezó a buscarle esposo que recobrara el sentido de mi perdida hermana.
Rebelde, con hambre de conocimiento, decidida, con el carácter de todos nosotros y esa hermosa sonrisa que nos alegra en momentos de pesadumbre, así era y es Iris.
—Te dije que Iris haría historia, solo esperemos que no resulte en el calabozo por sus ideas ácratas —Nash llegó a mi oficina luego de la gran decisión de nuestra hermana mientras comíamos sandía.
—Una cosa es decirlo y otro hacerlo —respondí con calma.
—Sabes muy bien que nuestra hermana lo que dice lo hace —suspiré con pesadez.
—Mi padre ya sabe que lee y escribe, nuestra hermana no es un reino enemigo como para declararle la guerra a padre.
—No, pero sabes que papá la tiene fichada y dice ser su mayor deshonra —negué enojado —, si ella dice o hace algo que lo enoje no podremos defenderla, ni siquiera tú —masajee mi cien.
El día que Iris leyó ese pergamino papá casi tira el castillo por la ventana, se volvió loco, recalcó lo que ya sabíamos, una mujer no puede hacer eso y menos si es su hija, así que la alejó y dijo no tener piedad si alguien se entera de sus pecaminosas habilidades.
—Dime algo Nash —salí de mis pensamientos —, ¿Piensas que está mal que Iris no sea como todas las mujeres? —alzó una ceja —Ella me ha hecho ver que puede ser incluso más sabia que nosotros, ¿Está mal eso? —mi hermano resopló.
—No lo sé, pero no la quiero perder solo porque quiera agitar el orden —asentí.
—Orden —susurré para mí metido en mis pensamientos —. Todos quieren eso en su vida pero … se necesita un caos para saber el verdadero significado del orden.
—¿La vas a apoyar en lo que sea que haga? —no contesté —Serás el próximo rey muy pronto y las locuras de nuestra hermana te pueden traer problemas.
—Si soy el rey podré defenderla —chaqueó la lengua.
—Lo que Iris quiere es imposible.
—¿No casarse con un duque?
—Error, no casarse con alguien a quien no ama y eso es imposible, ellas no deciden, nosotros sí.
« Es cierto ».
—¿Dejar de tejer y leer o pintar?
—Eso lo puede hacer al escondido y fingir que le interesa lo demás —negué.
—He ahí el punto hermano, Iris quiere libertad, no hacerlo al escondido —Nash, mi hermano sabio negó.
—Es imposible, se establece un orden en la sociedad para que todo fluya de acuerdo a un plan, el orden es que ellas … —lo interrumpí.
—Nos sirvan —me recliné en la mesa —, y mi hermana es una princesa que no le tiene porque servir a nadie —Nash suspiró y se dejó caer en la silla.
—He ahí nuestro error, el amor hacia la familia y más que todo a esa pequeña niña nos llevará a la ruina —me reí y negué.
—La cosa es que Iris no es una niña y sobrepasa la rebeldía de Mahruk, puede llegar a ser más inteligente que tú y mucho mejor líder que yo —entornó los ojos.
—No me agrada que tu seas su preferido —alcé los hombros con orgullo.
Solo con cinco años mayor que ella me encargué de darle lo que padre le negó por el simple hecho de leer; consejos, regaños, mandatos, calma y enseñanzas.
Recuerdo muy bien como una noche la encontré llorando luego de que padre le arrebatara un diccionario de las manos y la empujara a su habitación encerrándola en ella.
“
—¿Por qué papá me odia? —sollozó entre sus piernas.
Se encontraba encogida en su cama con las piernas entre sus brazos y su cabeza escondida en ellas, su vestido se arrugaba pero era lo que menos le importaba.
—Papá no te odia.
—¡Si lo hace! ¿Solo porque hice algo que ustedes hacen a diario? —levantó la cabeza y me miró con esa tristeza que quebró algo en mi pecho —Dime hermano, ¿Qué me hace tan diferente? Siento igual que vosotros, pienso igual que vosotros, soy como vosotros, ¿Solo por no ser hombre? Si se hablar … ¿Por qué no puedo hacer más cosas que solo limitarme a respirar y sonreír? —suspiré cansado.
—Olvídalo ya, yo … —pero me quedé callado y ella volvió a encogerse a llorar.
“
¿Qué se supone que le iba a decir en ese momento?
« ¿Tienes razón? »
Simples preguntas me llevaron a cuestionar muchas cosas y darle la razón en otras. Iris es inteligente y desde mi perspectiva, el reino está dejando perder el talento que ella puede aportar.
—¡Tenemos un problema! —me puse de pie ceñudo ante la llegada brusca de Mahruk —Iris salió del castillo —abrí mis ojos de par en par.
—No me gusta decir “te lo dije” pero … ¡Te lo dije! —Nash se puso de pie —Iris nos llevará a la ruina —apreté la mandíbula y salimos los tres a paso apresurado de esa oficina.
Creo que no les había contado como mi padre se aseguraba de que nadie en el mundo supiese de su mayor fracaso, le prohibió la salida del castillo, así que desde hace más de siete años Iris no sale de este lugar.
Iris
« ¿Y ahora qué? »
En toda guerra se necesita aliados, en mi caso aliadas.
Gracias a mis increíbles dotes para esconderme en la oficina de mi padre escuché en una de sus tantas asambleas que existía un grupo de rebeldes en el reino.
« Solo espero no meterme en problemas ».
Con un suspiro me adentré a las callejuelas empedradas. Mi señor rey me había prohibido salir del castillo pero como toda niña obediente encontré la forma de hacerlo sin que una sola alma se enterara de ello, por eso conocía el lugar, solo que siempre había salido tarde noche cuando las calles están casi desiertas y justo ahora, la aglomeración de personas me estaban sofocando. Vendedores, artesanos, guardias del castillo, borrachos, niños corriendo de un lado para otro, perros ladrando … me pasé la capa sobre mi cabeza y me oculté en un pasadizo.
Me sostuve el pecho con ambas manos y respiré profundo.
« Inhala, exhala ».
Volví a mirar a las calles y estuve a punto de llorar y correr hacia la seguridad de mi hogar, y más cuando ciertas damas que por ahí pasaban susurraban y se quedaban viendo a mi dirección.
« ¿Y si me reconocieron? »
Escondí mucho más mi rostro en la capa y agudizando mi oído para escuchar al menos un susurro entre tanto ruido logré entender que sus murmullos se debían a la calidad de mi vestido y el detalle en la tela. Solté un suspiro de alivio.
Siempre que salí procuraba caminar con la cabeza gacha si había alguien a mi alrededor, pero ahora, al estar rodeada de personas no sabía cómo actuar.
—¿Puedo ayudarle en algo señorita? —me giré hacia la voz —¡Oh por el Rey Nesta! —abrió sus ojos de par en par —¡Prin … —la interrumpí antes de que hiciera un escándalo.
—¡No! —miré hacia atrás y aseguré mi capa —Yo no soy la princesa —ella sonrío con complicidad y miró sobre mi hombro.
—Ya me puedo imaginar el escándalo que se formará cuando el reino se de cuenta de la falta de su presencia, majestad —resoplé.
—No podía salir de noche esta vez —formó sus labios en una O apartando su mirada de la mía —. Por favor no agache su mirada, me parece ridículo que no puedan mirar a los ojos a la realeza, somos personas, no dioses —ella dudo pero levantó sus ojos a los mío y le sonreí —, imagino que sabe cual es mi nombre —asintió sin salir de su asombro —, ¿Cuál es el suyo?
—Yo … bueno … este … —tomó la falda de su vestido con ambas manos e hizo una reverencia —mi … me llamo Kamaria, majestad — se enderezó con incomodidad.
—Hermoso nombre —ella sonrío —, ahora, sé que será una pregunta ridícula Kamaria pero … —dudé —¿Sabes dónde puedo encontrar a algún rebelde? —su rostro de sorpresa fue monumental, y su reacción me descolocó.
La chica que hace unos segundos estaba frente a mí era de piel trigueña, ojos oscuros, cabello chocolate recogido en una moña y ningún accesorio que resaltara, era guapa con una mirada de curiosidad que pasó a ser de miedo ante mi pregunta.
Ahora, ¿Por qué corrió? Y … ¿Por qué ahora estoy corriendo hacia ella?
Su reacción solo me dio a entender algo.
« Ella sabe la respuesta a mi pregunta, o tal vez ella es una rebelde ».
Podrían canonizarme justo ahora por mi gran buena suerte, la cual terminó cuando me encontré a un grupo de mujeres rudas con mirada de quererme asesinar y escondiendo a miss Kamaria.