Lo vio subir las escaleras, luego fue a la cocina, tomó un trago rápido de bourbon y luego regresó a la sala. Lilith esperó un buen rato, pero él no bajó. Subió las escaleras con vacilación, segura de que probablemente no quería verla. Al llegar al rellano, notó la suave luz parpadeante del televisor que provenía de su habitación. Estaba segura de que seguía despierto, pues oía cómo cambiaban los canales rápidamente.
Se quedó allí parada en el pasillo, con ese sentimiento de culpa y vergüenza tan fuerte como cuando ese matón la atacó. No podía comprenderlo en absoluto. Durante incontables milenios había visto a hombres ofrecerle todo lo que tenían o renunciar a todo lo que les era de valor solo por un beso suyo. Nunca sintió nada más que una oscura gratificación al ver a un alma venderse
