Haciendo todo lo posible por integrarse, siguió a la multitud hasta la primera mitad del edificio. Allí, las artesanías que los participantes presentaban para su evaluación se exhibían al público junto con sus premios. Había colchas, fotografías, dibujos, pinturas, trabajos en madera, decoración de pasteles y mucho más. Se maravilló ante el nivel de destreza que mostraban las obras. Muchas habrían enorgullecido a un artista o artesano profesional. Nunca había tenido talento para la costura ni para la cocina, pero sentía un gran aprecio por quienes sí lo tenían. Su especialidad eran los asuntos más íntimos y podía ejercer el deseo con la misma maestría que Da Vinci con su pincel. Desafortunadamente, su talento no podía exhibirse en la feria.
Sin embargo, no todas las presentaciones podían considerarse una demostración de habilidad. Al doblar una esquina, la mujer vio un gran cuadro con una etiqueta que decía «autorretrato». Aplaudió con entusiasmo a cualquiera que se atreviera a exponerse y a que sus obras fueran juzgadas. Desafortunadamente, no lograba entender qué era lo que estaba viendo. Hasta que vio la etiqueta, supuso que era el cuadro de una patata sobre el que alguien había derramado pintura, pero tampoco estaba convencida de que estuviera bien puesto.
Mientras seguía saboreando sus palomitas, Lili siguió a la multitud al otro lado de la sala de exposiciones, donde se encontraban todas las demostraciones y los artículos a la venta. Esta zona le interesaba poco porque los puestos eran, en general, todos iguales: lo último en ollas y sartenes, libros infantiles, productos de belleza, joyería, condimentos y saborizantes, y los siempre populares jacuzzis. Nunca había entendido bien el fenómeno de vender spas en una feria. ¿De verdad había tanta gente ansiosa por pedir uno mientras disfrutaban de comida grasosa y se subían a las atracciones hasta vomitar?
Al salir de la sala de exposiciones, tiró el envase de palomitas y la botella de agua vacía y se detuvo ante uno de los mejores trucos de la feria. Una emisora de radio había instalado un escenario de karaoke y, por cinco dólares, podías cantar una canción y recibir una grabación. En el escenario estaba uno de los habituales que acudía cada vez que la feria llegaba a la ciudad. Lo había visto un par de veces en un bar local y siempre era bueno. Conocido simplemente como "Echo", tenía una voz potente y cantaba a todo pulmón casi cualquier canción si alguien le pagaba los cinco dólares. A veces elegía canciones que realmente demostraban su talento y a veces escogía una melodía simplemente por el gusto de cantar algo fuera de lo común. Cantaba todo muy bien. Echo siempre era un éxito y la gente estaba encantada de pagar por una canción. Estaba a punto de sentarse en uno de los fardos de heno y escuchar la música, pero la sensación de sombras observándola la hizo cambiar de opinión y seguir adelante.
Al girarse hacia el barco pirata que se balanceaba, notó ese mismo rostro observándola. No sabía su nombre, pero reconoció la tez pálida y húmeda, y los ojos vacíos rodeados de ojeras. Sí, trabajaba para su acosador y tomaba notas de todo lo que hacía. Al instante, echó a correr, apartando a la gente y colándose por zonas no autorizadas donde se instalaban cuerdas y equipo para sujetar y operar las atracciones. Era peligroso para el público estar en esas zonas, pero Lilith razonó que era más peligroso para ese bastardo obsesionado encontrarla.
Una vez al otro lado, siguió corriendo hasta llegar a la atracción de una casa embrujada. Se abrió paso entre la fila y le entregó al feriante un par de boletos arrancados apresuradamente. Luego se sentó junto a un caballero. Para su sorpresa, era Eli. Él estaba igualmente atónito y estaba a punto de decir algo cuando sus labios cubrieron los suyos, silenciándolo. Sus brazos rodearon su fuerte cuerpo, presionándose contra él, asegurándose cuidadosamente de que su cuerpo bloqueara el suyo. Sus dedos se enredaron en su cabello y su lengua exploró su boca mientras el auto retumbaba y rebotaba al entrar en la "casa embrujada". Una vez dentro, a salvo de la vista del público, Lilith finalmente lo dejó ir.
"Umm... ¿eso también fue un accidente?"
"Sí... No... ambas, supongo. Aun así, lo siento igual", respondió. "Te dejaré en paz en cuanto termine el viaje".
"¿Tiene esto algo que ver con tu nerviosismo?", preguntó. Lilith se quedó mirando un esqueleto de plástico colgado en la pared que se sacudía periódicamente para parecer aterrador. Como si los fabricantes de atracciones supieran algo sobre el miedo. Lo cierto era que solo había aprendido a sentir miedo en los últimos meses, y era más real que cualquier cosa que un par de huesos de plástico pudiera lograr.
"Sí", respondió ella.
"¿Estás... estás segura de que estás bien?", continuó. Ella se encogió de hombros y suspiró. ¿Cómo podía responder a lo que no sabía?
"No estoy seguro, ya no estoy seguro de nada. Solo sé que necesito irme de aquí."
"¿A dónde intentas ir?"
"No importa. A cualquier parte. He viajado por todo el mundo una docena de veces", rió levemente. "Incluso he estado en el infierno. Lo único que importa es salir de este pueblo".
El vehículo de la atracción salió retumbando de la casa embrujada y se detuvo detrás de los demás. Entonces se levantó la barra de seguridad para que los pasajeros pudieran bajar. Lilith miró a su alrededor, pero no vio a nadie conocido entre la multitud. No hubo palabras mientras bajaba las escaleras, observando con recelo cada parte del circuito de la atracción. Ni siquiera podía confiar en las sombras. Al llegar abajo, Eli la presentó a sus amigos y terminó las presentaciones con un petulante «les dije que era real».
Ante la insistencia de Eli, siguió al grupo de vuelta por el Midway, pasando por el Scrambler, la Gyrotower, el k******e y más. El sonido de la música a todo volumen, combinado con carcajadas, llenó sus oídos. Había tanta gente alrededor pasándola bien, pero Lilith sentía que tenía que salir de la feria. Carecía de su fuerza sobrenatural y de la capacidad para protegerse, y estaba segura de que la observaban desde todas partes. Simplemente no podía librarse de la paranoia y el miedo. Lo único que logró disipar sus sospechas fue darse cuenta de que le habían hecho una pregunta.
"Lo-lo siento... ¿qué dijiste?"
"Todavía falta una hora para que empiece el concierto, así que estábamos pensando en qué atracción subir", explicó uno de los amigos de Eli. "¿Cuáles te gustan?"
"Me gusta..." Lilith miró las atracciones, con sus brillantes luces reflejándose en sus ojos esmeralda. Por un instante creyó ver esa cara acechando cerca de la noria y se dio cuenta de que ya no podía más. "Eh, aquí tienes." Le entregó sus entradas a uno de los chicos. "Me tengo que ir. Súbete a lo que quieras, yo invito."
Lilith imaginó que Eli probablemente se sentía aliviado por su partida y contento de haber esquivado una bala. Pero se equivocaba. Mientras la veía alejarse, era plenamente consciente de que esta mujer estaba realmente asustada y parecía no tener a quién recurrir. Se recordó a sí mismo que los problemas de esta extraña chica no le concernían y que sería mejor ignorar la situación y dejarla desaparecer de su vida tan rápido como había aparecido. La mayoría de la gente haría eso, y no era como si ella le hubiera pedido ayuda. Por desgracia, no podía silenciar la voz interior que le decía que necesitaba ayudarla, aunque solo fuera para que pudiera tener un lugar seguro donde dormir esa noche. Incapaz de ignorar su conciencia por más tiempo, metió la mano en el bolsillo, sacó su entrada del concierto y se la ofreció a sus amigos. Inmediatamente comenzaron las quejas y los murmullos.
"¿Nos estás ignorando por alguna chica rara que ni siquiera conoces?"
"Ella necesita ayuda..." intentó explicar, pero la compasión de su amiga no era igual a la suya.
"No te involucres", le advirtieron sus amigos. "No sabes nada de ella ni de su situación, y lo último que necesitas es un drama innecesario. Si te arriesgas por ella, acabarás con un tiroteo". Había mucha verdad en lo que decían, y él lo sabía. Eli bajó la mirada hacia el billete que tenía en la mano y luego hacia donde se había ido Lilith.
"Bueno, si los conozco bien, no tendrán problemas para revenderla", respondió, metiendo la entrada del concierto en una de sus manos y luego saliendo en la misma dirección en la que la había visto ir.
Al principio, pensó que había esperado demasiado y que se había ido, pero entonces la vio al salir del recinto ferial. Eli la siguió por la acera, llamándola un par de veces, pero con la multitud, el tráfico y la música alta, no le sorprendió que no lo oyera. Desapareció en el estacionamiento del zoológico, que estaba junto a la feria, y Eli apresuró el paso para alcanzarla. Apenas había recorrido treinta metros cuando, en un abrir y cerrar de ojos, algo se le enredó en los tobillos y lo hizo caer al suelo. Antes de que pudiera mirar qué era, Lilith se abalanzó sobre él como un gato sobre su presa, lista para atacar.
"¿Por qué me sigues?", preguntó, y entonces vio por primera vez quién era. "Eh, Eli... pensé... pensé que eras otra persona."
"Ya veo", respondió él, recuperando el aliento. Inmediatamente ella empezó a desatarle los tobillos, disculpándose. Él miró para ver qué era y se sorprendió al encontrar su extraño cinturón envuelto alrededor de él.
"¿Me hiciste tropezar con tu cinturón?"
"No es un cinturón, aunque lo llevo así. Se llama dardo de cuerda y puedo hacerte mucho más daño del que te imaginas". Dada la rapidez con la que lo había derribado, no dudó de su palabra.
Aunque se sintió aliviado al saber que ella tenía algún medio para protegerse, sospechaba que aún no tenía adónde ir. Eli se levantó y se sacudió la suciedad del trasero de los pantalones mientras Lilith volvía a enrollar el dardo de cuerda alrededor de su cintura.
"No tengo idea de qué te pasa, pero parece que te vendría bien un lugar seguro para dormir esta noche".
"No deberías involucrarte en esto, créeme."
"Es solo una noche y tengo una habitación libre." Le tendió la mano y por un momento ella tuvo miedo de tomarla. Nunca había dependido de nadie más que de sí misma, pero eso fue antes de perderlo todo. No podía imaginar por qué este hombre quería ayudarla y no estaba segura de en quién confiar. "Vamos, todo irá bien."
Finalmente, ella tomó su mano y él la condujo al otro lado del recinto ferial, donde se encontraba una escuela secundaria. Eli se estacionó en un pequeño edificio que hacía tiempo había sido anexo a la escuela junto con su estacionamiento. Mirando a su alrededor, Lilith se preguntó cuál de los autos sería el suyo, solo para verlo detenerse frente a una bonita Yamaha FJR negra. Ella quedó impresionada. Le hizo preguntas sobre los cilindros y la capacidad de combustible, que él respondió mientras desbloqueaba su casco. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no llevaba el casco de repuesto que guardaba para cuando su última novia iba en bicicleta con él. Siempre le dejaba usar su casco integral mientras él usaba el gorro, pero esa mañana lo había sacado de una de las alforjas laterales mientras limpiaba su moto.
"Bueno, la cosa es que sé que la ley dice que hay que llevar casco, pero ahora mismo solo llevo este. No es que me importe que lo lleves, pero soy el conductor y si muero, moriremos los dos", explicó con cierta timidez. Luego metió la mano en su pequeña guantera y sacó una máscara de neopreno y un gorro de tela. "Quizás podamos fingir", sonrió, entregándoselos. "Al menos evitarás que te tragues bichos".
—Esto estará bien —dijo Lilith, sonriendo y poniéndose el gorro sobre la cabeza.
Una vez que se vistieron, Eli echó a correr calle abajo, aferrándose a él por la cintura. Se preguntaba si estaba haciendo lo correcto. ¿Qué diría él si supiera quién era... qué era? Lilith Eden no era lo que aparentaba. Era mucho mayor y, por lo general, mucho más poderosa. Si no hubiera sido por un instante accidental, seguiría existiendo y su problema estaría resuelto, pero lo hecho, hecho está. Mañana descubriría algo, pero por ahora, simplemente se relajaría y disfrutaría del viaje.